*
«Diagnóstico
médico del joven Vorj»
Hace
siete meses fui al médico por muchas dolencias. A pesar de no haber
tenido nunca una relación estrecha con el médico, hice una
excepción porque los síntomas eran insoportables y me veía al
borde de una catástrofe. Primero me hizo un examen breve, y después
me sometió a diversas pruebas derivándome por último al psicólogo.
Terminé aceptando la noticia del médico. No tuve que mentir para
obtener resultados evidentes.
***
Estimado
joven, por desgracia tiene una infección en la zona superior de la
cabeza, con una alarmante irritación de amígdalas, garganta, y
oídos, que irradia hasta la cabeza. Probablemente sinusitis. Aunque
según indican las pruebas, acumula fluidos en los tímpanos, lo cuál
puede indicar a su vez que se quedará sordo. Además, usted,
paciente, fumador, bebedor y con baja actividad física presenta
calambres, entumecimientos de las extremidades y, probablemente,
predisposición a la diabetes: en el historial médico podemos
comprobar que el abuelo del joven padecía de este mal. Y por ello,
la herencia de la diabetes es muy probable.
Por
otro lado, todo indica que tiene los pulmones bastante perjudicados,
una mucosidad densa, similar a la que produce la fibrosis quística,
lleva acompañando al joven largo tiempo. Mucosidades marrones, y en
ocasiones grises. Los riñones procesan mal los líquidos,
expediente: piedras en los riñones, arenilla; seguido de una
predisposición maligna a las infecciones urinarias. Por otro lado,
se ha encontrado sangre en las micciones de las mañanas. No procesa
el hígado bien el alcohol, y dolores le acompañan cada vez que
consume vino –tinto– . Recientemente se ha encontrado acidez
grado 3, seguido de unas úlceras en el estómago. Segregación de
hiel y esputo denso. Según parece, el conducto de alimentos, junto
con la traquea, la faringe y la boca del estómago están dañadas
por una posible vinculación a la bulimia. Joven, deje de vomitar tan
seguido, no le traerá nada bueno. La válvula que regula los
alimentos, ubicada en la boca del estómago está dañada y dilatada,
por ello, la acidez, e incluso, parte de los alimentos, en momentos
de estrés, mala posición o inactividad, suben hacia la boca del
paciente. Según indica el equipo médico lógico y psicológico,
presenta bipolaridad clásica, además de una terrible depresión,
provocada, según indica el especialista, por un conflicto de valores
y creencias familiares.
Es
probable que necesite medicación para tratar la esquizofrenia que
parece presentarse, levemente, pero allí está. Es un hecho que no
se puede negar. En el último informe, el joven paciente explicaba su
larga necesidad de dormir, y, como indica, la
de no despertar, la
fantasía con la muerte, los pensamientos suicidas y la terrible
soledad que le aflige. Todos estos síntoma son alarmantes ya que el
muchacho no es un adolescente, y está experimentando males que se
vinculan con un posible desarrollo de ataques de pánico,
esquizofrenia, e incluso demencia completa. Predisposición, según
el segundo especialista, a perder de la memoria de cosas simples.
Memoria a corto plazo nula, y, extrañamente, memoria a largo plazo
desbordante. Posible inicio de alzheimer. Se recomienda la
utilización de fármacos para controlar el aspecto emocional.
En
cuanto al apartado físico del paciente, mi diagnóstico es que, en
definitiva, el muchacho se está muriendo.
*
«Cartas
de Madrugada»
___________________________________________________________________
From:
***@yahoo.com
To: ***@yahoo.com
Subject: Hola cariño
Date: Wed, 11 May 2016 05:48:56 +0100
To: ***@yahoo.com
Subject: Hola cariño
Date: Wed, 11 May 2016 05:48:56 +0100
Te
quiero y deseo que seas feliz y que te quieras mucho.... somos
imperfectos, y a veces cuando creemos que no cumplimos "lo que
debe ser" nos sentimos fatal... pero creo que es un error pensar
así.
Sigue
haciendo tus cosas con tranquilidad y no importa cuánto tiempo
inviertas para lograr algo... el tiempo es un absurdo que me ha
perseguido casi 50 años, pero ahora pienso distinto.
Te
quiero y deseo que sigas bien... estar bien depende de nosotros,
nadie más tiene que ver con este sentimiento.
Un
beso,
mamá
___________________________________________________________________
From:
***@yahoo.com
To: ***@yahoo.com
Subject: RE: Hola cariño
Date: Wed, 25 May 2016 07:53:03 +0200
To: ***@yahoo.com
Subject: RE: Hola cariño
Date: Wed, 25 May 2016 07:53:03 +0200
Y
yo a ti mamá, deseo que seas feliz y mantengas la compostura, por
algo eres mi madre.
Sí,
es cierto, somos imperfectos, pero no me vengas ahora con esas
chorradas, te lo digo claro porque te quiero, pero la imperfección
me puede comer toda la puta polla. No sé, no creo en lo que no
cumplimos. No creo en lo que dices, pero yo de igual modo te amo.
Sigue
siendo fuerte y manteniéndote erguida y hermosa, me alegró mucho
saber que tenías otro trabajo, te lo mereces, por tu esfuerzo, por
tu dedicación...
Estaba
pensando en ir a Mallorca en vacaciones, ya me diréis algo, pero
todavía hay tiempo.
Un
beso,
tu
hijo Sergio
___________________________________________________________________
De:
María Ramírez (***@yahoo.com)
Este
remitente no está en tu lista de contactos.
Enviado: jueves,
26 de mayo de
2016 6:49:01
Para:
Sergio Ramírez ***@yahoo.com)
Espero
que estés bien. Cada uno es dueño de su vida y de sus actos. La
compostura es parte individual de cada uno de nosotros. Cada vez que
te he dicho algo lo he hecho desde los sentimientos y jamás te he
reprochado tus "chorradas
o tus errores",
ya tienes bastante contigo mismo, Sergio.
Que
la imperfección te
coma tu puta polla es
algo que solo tú puedes gestionar. Cuando digo algo, no tienes que
estar de acuerdo conmigo, por algo somos de distinta generación. La
belleza es una cuestión interna, Sergio. Según el concepto que
tengamos de nosotros tendremos hermosura.
En
cuanto a tus vacaciones de verano, ¿cuánto tiempo has pensado
descansar? También piensa en las prácticas que ya deberías hacer
por lo avanzado de tus estudios. Tienes ya edad de trabajar y
aprender a gestionar parte de tus gastos.
Solo
eso, Sergio.
Estamos
en contacto, como siempre y como lo desees.
Un
abrazo,
tu
madre
También
quiero decirte que el lenguaje define mucho de nosotros. Evita
hablarme como sueles hacerlo con la gente de tu generación, por
favor muchachito, o por lo menos evita ciertas palabras que solo las
puedes aplicar a tu contexto.
___________________________________________________________________
Sergio
Ramírez 6:33
Para:
María Ramírez
De:
Mi hijito lindo (***@yahoo.com)
Enviado: viernes,
03 de junio de
2016 6:33:51
Para:
Puta Ramírez (***@yahoo.com)
Estimada
madre:
Gracias.
Estoy
bien.
Cada
uno es dueño de su vida, pero nadie es dueño de nada. Honestamente
la compostura es un absurdo, no hace falta enunciarla para que
exista. De hecho, el propio hecho de hacerlo implica no respetarla.
Yo mantengo la compostura, por ejemplo.
Vamos
a aclarar algo, mamá, por si no lo has entendido bien. Cada vez que
te he dicho algo lo
he hecho desde los sentimientos significa
que haces lo que te da la gana y luego intentas justificarlo diciendo
que es lo que sientes, o en su defecto, que eso quiere decir que al
menos hiciste algo. Eso no me vale. Por lo menos no a mí. Puedes
decírselo a quién quieras, a los piojosos de tus alumnos, a tu
hija, o incluso a papá, pero a mí no. Que nos conocemos, que hemos
discutido esto varias veces. Por favor, te pido, amablemente, y desde
los sentimientos, que seas mujer, y que aceptas las cosas de cara,
que no me escondas el rostro, que no creas que puedes decir toda la
vida que eres una niña pequeña, ten algo de amor propio y
simplemente acepta cuándo has cometido un error. Nada más. Así
como yo acepto mis errores. Sobre lo de los reproches, prefiero no
comentar nada. Recuerda que las hostias duelen.
Es
cierto que ya tengo bastante conmigo mismo, y voy a aclararle otra
cosa, señora. Esa mierda de que vaya al psicólogo te lo puedes
ahorrar, sólo es de cobardes que no quieren afrontar la vida. Que
sea la última vez que me insinúas algo tan patético. En la vida
piso uno de esos centros quirúrgicos, porque eso suponen mi fin. Lo
digo tanto para mí como para ti. Si quieres ceder ante el vicio de
los psicólogos, adelante, pero que sepas que allí sólo te van a
joder la cabeza. Ya eres mayorcita (¿50 o 52?) como para decidirlo
por ti misma.
La
imperfección no come nada, de hecho, no me importa. La tolero y la
acepto, no la victimizo, ni la hago reina de mi vida. Tendrías que
estar ya en materia y aceptar que escudarse en que alguien es
imperfecto no significa otra cosa que ser un cobarde. Cuando dices
algo, de hecho, la mayor parte del tiempo, me muerdo la lengua para
no estropearte el día. Esto no quiere decir que no te respete. Si te
hablo claro es porque te respeto. Lo de las distintas generaciones,
la verdad, eso sí que me puede comer toda la puta polla.
He
pensado descansar cosa de cuatro o cinco días. Tengo trabajo en la
redacción y quería ver a Alice antes de que empiece con sus cosas
académicas. Yo tengo edad de trabajar y para aprender a gestionar
parte de mis gastos como tú has tenido edad de trabajar con doce
años porque tus padres eran una puta mierda. No me vengas con esas
estupideces, que ya tienes una edad. Con esas jodidísimas
estupideces. Te voy a traducir lo que tú, vilmente, me estás
diciendo:
Sergio,
ya tienes 21 años, y te jodes porque vas a trabajar y sentir lo que
se siente, porque Sergio, yo tuve que trabajar cuando era muy joven,
porque Sergio, eres un fracaso y siempre lo has sido, porque Sergio,
eres una mierda, porque Sergio, te vas a joder porque el dinero lo
pongo yo y tú sólo obedeces lo que yo mando
Otra
cosa, mamá. Yo no soy culpable de tus años trabajando fregando
suelos y recogiendo mierda con las manos, ni tampoco de nada malo que
te haya ocurrido, eso entiéndelo de una putísima vez. Porque en
casa los que hemos sufrido toda tu ira y todos tus agresiones hemos
sido Alice y yo. Y si es que tengo una relación lejana con mi
hermana no es por mi culpa. Eso también entiéndelo. Si es que mi
hermana no me habla es porque tú la has intoxicado, porque eres una
miserable egoísta que sólo ha pensado en ella cuando lo tenías
todo. Tenías un hogar, y una familia, y lo has mandado a la mierda
por una bajeza. Y si estos meses he estado en la más absoluta
mierda, no es porque, como sueles pensar, soy frágil y demás
mariconadas –como te gusta decir–, ha sido porque todo lo que he
creído ha resultado ser falso. A la mierda, ¿me oyes? Y si he
llorado en la cocine frente a tu rostro hipócrita, no ha sido por
mí, ni por papá, ni si quiera porque mi hermana me desprecio, ha
sido por ti. Porque has sucumbido ante el vicio, y te has traicionado
a ti misma. Sentía dolor, pero no lloraba de dolor, lloraba de
lástima. Como cuando uno va por la calle y ve a una perra siendo
violada por tres bulldogs.
Por
lo demás, respeto tu vida, tus deseos, tus anhelos y tus fantasías.
Y
aunque arda, la verdad siempre se acepta.
Un
saludo afectuoso,
tu
hijo que te quiere
Sergio
*
«Pronto»
Me
visto una chaqueta y salgo al supermercado. Camino cansado, con la
mirada prolongada sobre mis pasos. Con los dientes muertos y los
labios secos. Doy pasos como un sonámbulo. Antes me he tropezado con
un trozo de metal, he girado sobre mis pies para no caer y he
terminado de espaldas contra un coche. He sentido la asfixia en mi
cuello. Después me he arreglado la chaqueta y he seguido recto. Unas
ancianas al verme han desviado la mirada y han cuchicheado algo. He
podido leer sus pensamientos: dicen que algo raro guardo, que algo
está sobre mí. Supongo que la superstición les hará divagar sobre
maleficios, magia negra o demonios. No les presto mayor atención. Mi
cuello se mueve con torpeza y me arde la garganta. Llevo tres o
cuatro días fumando compulsivamente. No puedo parar, no tengo nada
que pueda llenarme. Finjo que lo necesito, pero en realidad sé que
me estoy engañando. Trago saliva y mantengo el ritmo. Evito
cualquier obstáculo para no volver a tropezar. No sé si ya van dos
o tres días sin dormir. No tengo insomnio. Sólo le tengo miedo a no
despertar. Llego a la esquina y corto hacia la izquierda. Evito a la
gente, levanto la cabeza con arrogancia y finjo que no me duele nada.
Pero llevo los pies destrozados. Mis ojos están cayendo, mi sangre
parece estar bien: no la noto cansada, ni siquiera noto mis
pulsaciones. Tampoco noto nada diferente, sólo un letargo
prolongado. Luces que me dejan ciego. Sombras que se mueven. Veo a
unos vagabundos y me provocan asco. También veo a mucha gente más.
Una anciana con buenos zapatos, llevada del brazo de una
sudamericana. Me dan el mismo asco que los vagabundos. Después un
tipo ha entrado al estanco a comprar tabaco, lleva el pelo canoso y
un rebeca con pelusas. Asiento con la cabeza, y yo lo sé: ese tipo
es un infeliz. Sale del casino un ludópata con algunos billetes. En
total, calculo, unos ochenta euros. Entro en el supermercado, bajo
por la escalera mecánica y me pongo en la fila. Una dependienta se
pone nerviosa al verme. Giro el rostro y nos encontramos, nuestros
ojos se ven y ella descubre en mí algo espantoso. Algo que le
perturba porque baja la cara hacia el suelo e intenta alejarse. No sé
qué ha visto, aunque me haga una idea, la verdad es que no sé qué
ha visto. Cojo un paquete de chicles y lo deposito en la cinta
transportadora. La cajera no me ha visto a los ojos. Menos mal, me
digo. Extiendo la mano y le doy las monedas. Saca el tíquet, y me
devuelve la diferencia. He dudado en cerrar los ojos, pero al
observarme, y estirar la mano ha dejado caer las monedas al suelo.
Después, como un lobo que observa la luna he devorado su alma. Ha
gesticulado desesperación y ha arqueado los hombros con terror. Mi
boca se dilata y mis ojos se extienden, veo el alma de la cajera
intentando esconderse del depredador. Sonrío sin ninguna intención,
piso las monedas con el pie y de mi boca brota un monstruo, y las
palabras dicen: que sepas que pronto volveré a por ti.
*
«Océano
de piedra»
Cruzamos
un puente de piedra y saltamos una valla, caminamos por un sendero
estrecho de baldosas, piedras y rosales. Llegamos al estómago del
puente. Luego seguimos el camino que se dibuja en el suelo hasta
estar profundamente perdidos en las vísceras de La Piedra.
Contemplamos el oasis dentro de la ciudad, un rincón lleno de
fantasmas de cristal. Nos sentamos a disfrutar de la belleza del mar
de piedra. Los peces metálicos nadan, los hombres se asfixian con el
aire, y la arena no se cuela entre los dedos. Estamos completamente
solos en medio de un océano de piedra.
Quedo de
pie mirando el sol mecánico. Brilla con una perfección
artificial. Como si su alma estuviera hecha por hombres de
metal. Él se va a jugar con la marea. A intentar
cruzar las mayas del océano. Veo sangre en sus rodillas y sus
muñecas crujen. Entiende que el proceso será muy
doloroso. Gira su rostro hacia mí preguntándome con la mirada
si sería buena idea seguir intentándolo.
Niego dulcemente. No, Z, no vayas... Pero
lo sigue intentando hasta que se cansa del roce, y
sangra ríos por los talones. El dolor es purificación,
pienso. Me sonrío levemente, no todos los días ves el
océano de piedra. Le observo de lejos. Devoro sus
movimientos, sus pasos, sus botas, su silueta precipitándose entre
la gente fantasma. Le anhelo. En un rincón unos cartones, cajas
para dormir, restos de paseantes nocturnos. Criaturas que duermen
debajo del puente. Lío un cigarrillo y disfruto de
toda su belleza. Da pasos, corre de un lado a
otro, juega. Y yo simplemente observo.
Unos
engendros aparecen, perturban y cruzan el mar de piedra. Z parece
asustarse. Regresa corriendo de entre las olas del viento, salta la
valla metálica, tropieza y cae de bruces contra el pavimento.
Escucho sus costillas revolcarse en el hormigón. Arqueo las cejas,
suspiro preocupado. Se levanta rápido y corre hacia mí. Y cuando
está a la altura de mi pecho me abraza con fuerza, siento su ternura
y me desvanezco. Recibo su abrazo, acaricio su espalda y beso su
frente. Levanta el rostro hacia mí y dice que me quiere. Esbozo,
como un anciano, una media sonrisa y beso sus labios. Luego le
susurro que tenga cuidado, que caerse así por correr. Sé que no
puedo salvarle de la herida, pero al menos advertirle, no sé cómo
salvarle... Me acaricia la nuca y me explica que esos chicos le dan
miedo, que ha visto en sus almas algo negro y podrido que no lo
soporta –el Ýtchz, me digo–. Asiento con la cabeza, yo también
lo noto, le respondo. Suspiro cansado, arqueo los labios, parpadeo y
pretendo solemnidad para intentar dormir de pie.
Niego
con la cabeza, mastico aire. Luego empieza a jugar con mi nuez, a
intentar provocarme. Estruja mi cuello y se relame los labios.
Respiro costosamente. Noto un bulto en mis pantalones. Disfruto del
momento, pero miro al frente, se rompe toda la belleza, y pienso en
lo jodido que estoy. En el ardor de mi madre. En los ojos rojos y
rotos de papá. En la infamia, en la traición, en los escarabajos de
oro reventándose ante el sol. Cierro los ojos, esbozo una sonrisa
forzada, como un asesino amordazado, como un payaso que no tiene
dónde esconder en rostro. Siento sus manos y me quiebro. Sé que le
amo. Y yo he estado sepultado en el abismo supremo... He estado en
medio de la agonía. En un vórtice de dolor, angustia y negación.
Yo he dejado de ser hombre durante diez meses. Trago el llanto,
respiro fuerte. Sé que le amo, eso me salva. Contraigo la boca,
intento poner la mente en blanco. Sé que le amo, es lo único que
sé. Zarza me coge de la mano y me dice que es hora de volver a casa.
En silencio asiento con la cabeza. Con los ojos rojos escucho una voz
en mi cabeza que me dice que no olvide que es un infante. Y después,
un gemido atroz y gutural. Violento y rojo me escupe en la nuca. Me
deja tieso, me domina y me viola la cabeza. Mientras intento quedarme
con lo que queda del mar de metal, mientras intento memorizar el
calor de su cuerpo, mientras trago todo el dolor que hiede mi alma.
Me chilla el bastardo y me humilla:
«Muchacho
–me lo dice el mal de metal, me lo dice el Infierno– él se va a
suicidar y tú tendrás que mirar». Agónico trago saliva, cojo su
mano con suavidad y con los ojos húmedos finjo normalidad, le digo
sonriendo que es hora de volver a casa.
*
«La
mala apología de la pereza» o por qué el ensayo de Larva es un
auténtico disparate»
Preámbulo
La
mala apología de la pereza cae por su propio peso y sin ningún tipo
de esfuerzo. Ya que su pereza mutila cualquier necesidad biológica.
En un principio se escribió un ensayo fomentando dichas
ideas. Apología
de la irresponsabilidad (26
de abril de 2016). No obstante, es pertinente aclarar que dicho
ensayo está errado y que debería ser quemado. Como incitaba algún
radical llamado Diego Occhoa (erudito de las heces, alimaña salvaje,
pequeño y menudo). En Apología
de la pereza se
encuentran muchos vacíos que explicaremos a continuación. Pero,
¿por qué Apología de la pereza es un auténtico insulto al sentido
común? Lo descubriremos en breves momentos.
i
Afirmo
rotundamente que la pereza sí es un vicio, y por lo tanto, no es la
grandeza que pretende hacernos creer el infame hombrecillo que así
lo decreta. No os dejéis confundir por su repugnante dominio de la
retórica, sus juegos de sustantivos, pronombres y estructuras
lógicas. Ni tampoco por su tono elegante y sutil. Ni siquiera por su
gran sentido del humor. Porque en pocas palabras está diciendo que
es beneficioso que exista gente que no haga nada, e intenta
fundamentar que alguien que no hace nada deba sentirse orgulloso al
ceder ante dicha banalidad. Luego intenta argumentar pobremente (más
que nada para convencerse a sí mismo) que la pereza salva a alguien
de los abismos, que los filósofos tienen, necesariamente la opción
de no hacer nada. Habla de ello con una ligereza que produce vértigo;
como si fuera un valor, cuando en realidad es un auténtica
porquería. Nos quiere dar gato por liebre, quiere que adoremos a los
perezosos, que les amemos y les veamos como seres elevados, cuando en
realidad sólo son hombres mediocres que han sucumbido ante la
pereza.
i.i
Porque
la pereza no es un derecho
La
pereza es una enfermedad
ii
Estimado
Doctor Destouches:
Me
cago en tu santa madre hijo de la grandísima.
iii
Pese
a que en algún momento pudiera confundirse la pereza con la
concepción de la divinización, lo más honesto sería apuntar que
la pereza sólo genera más pereza, y por lo tanto
inmovilismo. Parálisis
ad nauseam. Y
el inmovilismo (pese a que el autor pretenda ensalzarlo) sólo es lo
opuesto al movimiento y ello sólo significa la muerte, y la muerte
no es un concepto válido, tanto en la medida en que no significa
nada. Tanto en la medida que no ocasiona nada. Seria fácil apuntar a
falacias, pero entiendo que Destouches es lo suficientemente
inteligente como para no entrar en un debate que no trae consigo
ninguna respuesta sólida. Por ejemplo, la muerte sí que es un
auténtico vicio: no permite ni tolera que suceda nada, sólo te sume
en un estado de inexistencia prematura. Y por ello, tanto la muerte
como la pereza significan lo abominable.
iv
Intentar
justificar la pereza, explicarla; o incluso, como alguien que yo me
sé, intentar enredar al lector con bazofias pseudocientíficas sobre
el capitalismo, el trabajo, el honor y el amor sólo suponen un alto
en firme, y la muestra irrefutable de las jugarretas sucias y mil
veces mal paridas que pretende el autor de obras como “sobre
si la vida merece la pena o no”,
“apologíadel
suicidio”,
“teoría
y refutación de los celos”,
“Andrésel
ratón”,
o su obra cumbre: “Suicidismo”.
No os dejéis engañar. Destouches es un tipo que juega sucio. No es
trigo limpio. Ni tampoco es vegano, como lo son los honorables
miembros de esta revista literaria.
v
“La
pereza es la madre de todos los vicios”. Y
por ello, aún cuando bajo mi concepción pudiera parecerme de lo más
nauseabunda y moralista, la experiencia me indica que no se puede
negar la cultura de la que mamamos. Así como no se puede negar que
somos machistas por cultura, racistas por cultura, o incluso
perezosos por cultura. Esto último, atribuido, enteramente a la
cultura española (aunque hayan otras culturas similares, quizá la
griega, la italiana, etcétera). Dicho de paso, españoles
subnormales hijos de la grandísima puta, sois unos jodidísimos
vagos de mierda. Por vuestra culpa España va mal. Por vuestra pereza
la política exterior es un asco, y la interior parece un jardín de
bebés orangutanes. Malditos españoles cabrones y perezosos. Gracias
a vosotros y la cultura de la que habéis participado no se puede dar
el progreso. No me dais miedo, la verdad siempre se acepta.
v.i
¡Y
no os maldigo...
entrañables
criaturas torpes y vagas!
¡Os
animo a crecer!
¡Luchad
contra vuestra especie!
¡Luchad
contra vuestra herencia...!
¡Porque
vagos hijos de la grandísima...
los
españoles no son vagos por naturaleza!
vi
El
hombre nuevo vs Dios
El
hombre de siempre vs Los Españoles
vii
La
pereza como concepto de elevación espiritual y nobleza moral sí que
es divinizarse. Aunque sea imposible encontrar casos así en la
práctica. Por lo tanto, reduciendo según las matemáticas básicas
de segundo de bachillerato: no existe la pereza como concepción de
elevación espiritual.
Epílogo
Aún
pudiendo haber ejemplos de nobles sujetos que logran divinizar su
pereza, hablando de manera técnica, no existen dioses entre
nosotros, ni tampoco sujetos divinos a los cuáles podríamos
atribuirles semejantes paradigmas falaces y engañosos. Y si pudiera
parecer que el ensayo del estimado Doctor Larva Destouches pretende
enseñar a los jóvenes a no temerle a la pereza, otorgándoles algo
de paz sobre sus días, mi convicción ética y moral es superior
(dado que se superpone al deseo de educar, deseo del que parte el
ensayo de Destouches), y sólo me puede llevar a admitir abiertamente
que Larva Destouches es un auténtico timador; un ser suciamente
cruel, retorcido y cínico. Y si digo esto, es con pruebas, ya que
yo, como ávido lector de todos sus ensayos, tratados, fábulas
infantiles, chistes para adultos, revistas eróticas pornográficas,
y demás panfletos políticos, he creído en él, y nuevamente, como
siempre, me he visto engañado, vapuleado, ultrajado y hasta
traicionado... Si es que me cago en la puta Larva Destouches. En la
intimidad, eres alguien al que tengo gran estima, pero en sociedad
sólo puedo decir abiertamente que, y pese a que sienta un gran
respeto hacia ti y tu persona, tus manos blancas y virginales, tus
venas divinas y ese hermoso rostros de vampiresco, Larva Destouches
me cago en tu santa madre. Larva hijo de puta me la has jugado.
*
«Análisis
conceptual del refrán: “Más sabe el diablo por viejo que por
diablo»
Tipo:
Refrán
Idioma:
Español
Enunciado:
Más sabe el diablo por viejo que por diablo
Ideas
clave:
Experiencia - Conocimiento
Significado:
El paso de los años aporta un gran número de conocimientos.
Marcador
de uso:
De uso actual
Observaciones
léxicas:
La gatuña es
una hierba que nace espontáneamente y que se arranca cuando se
prepara la tierra para la siembra. Ande es «de donde».
Fuentes:
Fuente oral
Observaciones:
En esta misma línea temática se encuentra la paremia No
quiero saber por diablo lo que por viejo se me escapa (Melendi),
recogida, por ejemplo, en la canción «Canción de amor caducada»:
«No quiero cantos de sirenas / no quiero nudos de garganta / no
quiero bailar con la pena / porque me da miedo pisarla / no quiero
saber de lo que hablo / no quiero andarme por las ramas / no quiero
saber por diablo / lo que por viejo se me escapa».
***
El
refrán popularmente escuchado por los jóvenes y dicho asiduamente
por los mayores tiene un significado tan grotesco que hablar de él
es, en realidad, un auténtico acto de buena voluntad y limpieza
ética. Conceptualmente significa que el sujeto que se encuentre en
la vejez sabe lo que desea realizar. Es decir, acepta que las cosas
son ambivalentes. Y por lo tanto, no se niega a sí mismo al actuar
de manera deshonrosa. Ni tampoco tiene conflictos de culpabilidad, ni
ataques de ira.
Usando
el vocabulario del refrán, el diablo sería
lo malo, y dios lo
bueno. Por lo tanto, un niño que apenas tiene consciencia de lo que
significa lo Bueno y lo Malo, tenderá a actuar de manera que no se
le considere malo, ya que malo es
algo desagradable para él. Del mismo modo, y dada la adolescencia
del sujeto, éste empezará a variar entre lo que es bueno y malo,
pero nunca con una convicción ética tan fuerte como para poder
estar por encima de toda la concepción del bien y del mal. Esto
quiere decir que jugará a ser el diablo, y en ocasiones a ser dios.
Lo que se traduce en que el viejo estará por encima del adolescente
y del niño (como se entiende), ya que acepta y entiende que uno
puede ser bueno y malo a la vez, ambas concepciones no son
excluyentes.
Con
esto se quiere decir que el anciano sabe más que el diablo porque el
diablo es indefinido, mientras que el viejo está definido como viejo
y por lo tanto está completo. El viejo puede ser enteramente malo,
mientras que el diablo lo es parcialmente porque no es un diablo
viejo. Así pues, el viejo sabe cuándo ser bueno y cuándo malo.
Dado que la experiencia lo dota de esta solemnidad. Esto se explica
de la siguiente manera:
El
viejo actúa según lo que ha vivido, y tiene que poner en una
balanza sus valores y bajezas. De este modo, elige si cometer un acto
de maldad o un acto de bondad. Todo esto movido por una convicción
tan rotunda que roza el vértigo. El viejo no hace daño a alguien
por vicio, ni por morbo (a menos que estemos hablando de un cretino),
sino que está en su derecho de elegir si ser
o no ser.
Ahora
imaginemos a un diablo joven. Dicha criatura no sería del todo
maldad, sino que a su vez, contemplará bondad. Y por lo tanto, a
medida que el diablo se va haciendo viejo se cumple su destino,
llegando a ser una criatura absoluta. Si juntamos ambos conceptos:
diablo
+ viejo
Obtenemos
algo terrible para la humanidad: El
Diablo.
La entidad que tanto daño ha hecho a la cultura occidental,
mancillando a diablos jóvenes y niños, promoviendo masacres
imperdonables, y alimentado los hocicos de la comunidad cristiana. El
Diablo se viste de niño, no de anciano. Esto es importante, más
adelante lo explicaremos concienzudamente.
El
refrán popular pretende educar a los jóvenes para que, de alguna
manera, puedan aprender que nunca se deben fiar de alguien mayor que
ellos, ya que puede ser el mismísimo diablo. Aunque también tolera
variantes como: “mira ese pobre diablo”, un pobre diablo es
alguien que no es El Diablo, sino que, según la Real Academia
Española, es un mierdecillas, un pringado o un parguelas. Aunque
esto último, desde la convicción ética que me confiere el ensayo,
me importa un comino.
*
«Polacos»
Todas
las noches sueño con polacos. Polacos cincuentones que se hacen
pajas viciosos y le mandan fotos por el móvil a mi mamá. Se la
pajean histéricos dejando ver un miembro rojo húmedo y monstruoso.
Sus manos empapadas de corrida hedionda, ardiendo y excitados,
cínicos, ruidosos, hambrientos... Salen de la cocina, se esconden en
el cuarto de invitados: sus dientes brillan incandescentes en la
oscuridad como una banda callejera. Sonríen todo el tiempo: de mi
inercia surge mi lamento y mi llanto. Un grupo de polacos cachondos
se reúne majestuoso en torno mío. Se sonríen y me dicen que se van
a follar a mi mamá. Intento pegarles de hostias para convencerme de
que nadie va a tocar a mi madre, pero son demasiado feroces: no
acierto siquiera a insultarles. De pronto lo entiendo: nunca lograré
evitar que consuman su infamia. Me tumbo. Estiro los dedos
lloriqueando como un cristo. Y dejo que profanen el útero de mi
madre.
De
pequeño tenía un amigo polaco. Iba con él de noche en búsqueda de
aventuras. No le detestaba: simplemente jugaba a reírme de él. Los
niños corríamos a reírnos de él. Aún recuerdo su cara roja de
las bofetadas: los más listos daban lecciones de boxeo identificando
los mejores golpes. Una noche le cogí por el pescuezo y le pegué un
bofetón tan fuerte que lo tumbó al suelo, fingí que iba a mearle
encima. Todos los chicos se rieron. Al día siguiente, envidioso de
mi protagonismo, un niño le pego un bofetón tan fuerte que le
arrancó un diente. Luego se bajó los pantalones y con su trasero
blanco e infantil se sentó en su cara. Con movimientos torpes,
inútiles y ridículos. No podía superar aquello, así que utilicé
lo escabroso de la farsa a mi favor: señalé al niño y comencé a
insultarlo a gritos delante de todo el mundo, riéndome de él, por
ser tan maricón. Hasta que unos adultos, alarmados por el estrépito
de mi ferocidad, interrumpieron en la escena. Nunca más volvió
aquel niño a juntarse con nosotros: sus padres se enteraron de todo.
Supe recientemente que, algunos años más tarde, abrió su propio
blog y que firma como gusano o larva.
Tengo
dieciocho años. Son las tres de la mañana. Paseo en busca de un
poco de vino: me dirijo a un local abierto 18 horas. De camino de
regreso, en medio de unas calles estrechas, oscuras, fétidas, un
polaco cincuentón se planta frente a mí. Se queda inmóvil
mirándome a los ojos, de pie. Otro viandante nocturno le grita que
no se folle a mi madre, y éste se pone a llorar, cae al suelo con el
corazón roto después de una triste agonía. Se ha escuchado
perfectamente cuando se le ha roto el corazón, como un suplicio
agónico o una chispa estallando. Me río. ¡No te folles otra vez a
mi madre, hijo de puta! Felicito al hombre. ¡Ese polaco ya se ha
follado a mi madre y no aprende! ¡Ese polaco hijo de puta cómo le
odio! Ha sido un grito estupendo. Observo al polaco tumbado en la
acera. Está en paz, fuma un cigarrillo, se baja los pantalones y le
manda una foto de su enorme pene a mi madre. Pero su silueta no me
sugiere nada: sólo una leve curiosidad por su miembro: nunca presté
demasiada atención a los penes de los demás. Me marcho a casa.
Tengo
veinte años. Son las doce de la noche. Un polco ha entrado en mi
casa. Corretea por el salón, en busca de algún agujero dónde
consumar su acto. Me da miedo que me muerda. ¿Cómo podría
defenderme, si decidiera atacar? Los polacos se follan a las madres
sin motivo, son impredecibles: nadie puede adivinar cuándo se
follarán a tu mamá. Sus ojos parecen dos torbellinos verdes e
infernales y tiene una larga cola sin pelo que arrastra por todas
partes, como un látigo carnívoro golpeando el suelo. Me escondo
tras una puerta. Oigo cómo se folla a mi madre, cómo jadea y gime
por los pasillos: chilla sin saber siquiera por qué y tampoco
entiendo su razón. No tiene dónde caerse muerto. Yo, en cambio,
tengo esa enorme ventaja sobre él: como es él quién se devora a mi
madre, yo me puedo esconder. Grito que quiero que se marche, que deje
a mi madre en paz. Lo grito hasta quedarme sin respiración. Horas
después, cuando el alba casi ha limpiado todas las sombras del
salón, dejo de escuchar sus frenéticos gemidos rebotando en ecos
fantasmales por toda la casa. Abro la puerta despacio: parece que el
polaco se ha marchado. Y me pongo a llorar por toda la infamia. En el
suelo, restos de pasión. Condones, lubricante y unas bragas
familiares.
Tengo
veintiún años. Mi madre ha sido asesinada por unos polacos. Eran
unos polacos enormes. Unos polacos gigantescos, orgullosos,
prepotentes, furiosos, que se arrojaron sobre ella saltando de detrás
de unos bancos, cuando regresábamos de madrugada de paseo. Eran
siete polacos. Mi madre no se pudo defender: sólo pudo llorar y
dejarse follar, gemir, suplicar un descanso. Su mirada horrorizada y
cachonda me buscaba con vergüenza. Ante el cadáver mal follado de
mi madre, observo cómo los polacos escapan en grupo, saboreando el
sabor de su pussy dando
saltos por la acera. Mis manos están manchadas de leche: he
acariciado la mejilla de mi madre en vano. Recojo su cuerpo entre mis
brazos. Su cuerpo del que no me llega su respiración. Su lengua le
sale muerta de la boca. Una teta está por fuera del sujetador. ¿Qué
está más muerto, mi madre o su lengua? ¿Dios o un polaco? La dejo
en mi cama envuelta en unas mantas. Corridas gotearán de su cadáver:
no soporto oírme respirar. Los cadáveres son humildes: no tiene
aspiraciones.
A
las nueve de la mañana del jueves tengo que ir a la facultad. A las
ocho tomo el tren. Arrastro mis ojeras por los vagones. El tren está
vacío: vacío como el ataúd de un periodista. Las compuertas se
abren en cada estación: no sube nadie. Me pongo de pie. Las
compuertas se abren en mi parada: miles de polacos cachondos entran
corriendo en tropel. Me pego al otro extremo del tren, sudoroso,
humillado, tembloroso, salto sobre las butacas, me protejo con la
mochila. Los polacos parecen pasarlo bien: me chillan que se han
follado a mi madre. Gritan que su coño estaba seco. Que le han
contagiado candidiasis. Que mi madre ha sido su putita y que murió
sirviendo al gran Rey. Son una gran infección. Un océano de polacos
me rodea y siguen gritándome, me preguntan: ¿Muchacho, quién se ha
follado a tu madre? Pero no contesto. Me gritan: ¿A que no sabes a
quién me follé ayer? No respondo. ¡A tu puta madre, maricón! Me
contengo, pero me devoran, me engullen con sus insultos: desapareceré
en este mar maldito de polacos: nunca se volverá a saber de mí,
pero de mi madre sí. Los polacos limpiarán mis huesos y con mis
huesos edificarán prostíbulos, construirán pollas artificiales,
aparatos, instrumentos de placer. Mirad los
polacos golpeando mis huesos, bailando alrededor de un fuego que
lo ilumina todo y que todo lo admite y comprende.
Los
polacos saltan sobre mi cuerpo. Comienzan a tocarlo todo. Mordisquean
mi cara: me arrancan la piel a tiras, lamen mis huevos, hundiendo sus
pequeñas lenguas podridas en mis intimidades. Al menos moriré
mientras un mar de polacos me comen la polla, me digo mientras
agonizo. Desfilan por mis piernas, corren por mis brazos, bailan y
exclaman: ¡Chico, me he follado a tu madre! Se arrojan sobre mi
vientre. Desgarran la ropa, mordisquean la carne, hunden sus labios
en mi tripa, nadan en mis vísceras, me devoran por dentro. Veo a mi
vientre hinchado, recuerdo a mi madre siendo follada por los polacos,
al menos, me digo..., si al menos no se la hubieran follado mal. Los
bultos revientan, saltan polacos por fuera. Me encuentro indefenso
ante ellos: se han follado a mi madre sin contemplaciones. Y aunque
pudiera defender mi honor no quiero hacerlo: indefenso porque mi
madre ha pecado... hacía tiempo que me lo olía, pero no me lo
creía. Charcos de sangre por todas partes. Pedazos de carne
resbalando por las paredes. Los polacos calman su sed follándose mi
cadáver. Luego, orinan mi sangre sobre mi cadáver. Dejan
desollado mi cuerpo: mis huesos resplandecen vanidosos. Sólo han
dejado intacto el corazón que mi padre les rompió, que aún
late encerrado en su cárcel de costillas. Pero mi corazón
late por dentro de mi osamenta, como un pájaro ensangrentado
cantando en su jaula. Como un hijo humillado. Canciones de
amor, de odio, de ruina, de soledad, de infamia, de sexo,
inercia y maldad. Los polacos lo veneran todo mientras
se relamen y no dejan de mirarme con esos ojos que han visto el
rostro orgásmico de mi madre. Cargan a sus espaldas mi dignidad, y
se lo llevan como una pieza inservible. Un recuerdo, un trozo de
basura. Mi dignidad es la nueva burla: lo sitúan a un extremo y se
mean encima, pero aún así, lo aprecian: siempre tiene su encanto
humillar a alguien. Los polacos están riéndose de mí. No entiendo
por qué tanto odio. Me despierto y mi madre sigue estando muerta y
mal follada por un polaco. Nada ha sido un sueño. Todo es real.
*
«Crack
& Wine»
crack
Me
despido de unos chicos y camino hasta la boca del metro.
Bajo por su túnel infame y recorro sus pasillos. En soledad y ebrio,
bastante desesperanzado y aturdido por la miseria de la
vida. Arruinado del cualquier esperanza, aterrado con cualquier
camino, hecho un lío, Cristo me ha abandonado por levantarle el dedo
medio. El mundo me ha vomitado encima por renegar de él. Veo
que un tipo con las uñas sucias y los dientes podridos se acerca. No
le presto atención. Tampoco estoy por la labor de hablar con
nadie. Con gesto amistoso y algunos gestos me explica que
está juntado algunos céntimos para poder comer. Parece de algún
país del este, un viajero, me digo. Tiene los ojos verdes y va
rapado pero se nota que tiene el cabello rubio. Niego con la
cabeza, no
llevo nada suelto, amigo, le
digo, asiente convencido y sonríe indiferente, agradece y
se marcha. Qué tipo tan simpático, no me reprocha ser un
arrogante infeliz egoísta y maleducado. Parece que el
tipo lo entiende. Aunque en realidad parece que el tipo lo
entiende todo. Tampoco le preocupa ser rechazado: hasta entiende
que la gente prefiera alejarse de él porque creen que es una mala
compañía. En ese sentido la gente es terriblemente
estúpida, porque no hay mejor compañía que la de un
hombre destruido.
Su
reclamo es genuino. Le inspecciono, no parece mal tipo, pero si
fuera cínicamente sincero, a mí me la suda si es buen tipo o no.
Intento adivinar qué drogas consume. Me excita pensar que está
en la más absoluta mierda, seguro que sólo así se puede ser
feliz. Lo único que puedo aclarar en mi cabeza es que
es le pega a las duras, así que, sin ninguna
duda, estoy ante un auténtico astronauta. Esos tipos que vuelan
alto y casi nunca bajan a la tierra. ¿Habrá olido mi
indiferencia? Le veo buscar con la mirada a otra persona a la
que poder pedirle algunos céntimos. Pobre infeliz, en una tarea
tan ingrata. Hay que tenerlos bien puestos para poder acercarse a la
gente y mendigar dinero. Sólo los hombres de verdad pueden llegar a
ese extremo. Me parece ridículo que se margine a toda la lacra sólo
porque son auténticamente libres. Vendería mi alma por ser un
desdichado, aunque sólo pueda conformare son ser un infeliz, hijo de
mamá, una hedionda mezcla de una hongo inmóvil y un anarquista
con carencias afectivas. Me palpo el alma, tampoco vivo tan
mal. Meto la mano en la billetera y encuentro un billete de diez. Doy
media vuelta y me acerco al hombre.
Arqueo
las cejas, colega, le
digo. Mira mis ojos, gesticulo lentamente. Pienso en lo absurdo
que es todo eso de las monedas de cambio. Quiero reventarme a puños
con los más favorecidos, escupirles en la cara, gritar y jadear,
quiero joder como un animal, quiero acostarme con niñas de 15
años, amar, quiero hacer mil barbaridades. Quiero ir a la
cárcel. Quiero irme, quiero tantas cosas y a la vez sólo
quiero estar muerto. Le suelto el billete. Estira la mano para
recibir lo que sea que fuera a darle, a él no le importa nada, sólo
recibir. Sus ojos se iluminan, se asombra, casi puedo notar los
latidos salvajes de su pecho, volviéndose loco, no creyéndoselo.
Tampoco es para tanto, pienso. Simplemente es asqueroso dinero, nada
más. Admito que en todo momento fui honesto, no llevaba nada de
dinero suelto, pero sí tenía uno o dos billetes. Baja la cabeza
hacia su mano, arruga el billete entre sus manos, como si fuera la
salvación, como si fuera un increíble regalo inesperado;
después levanta la cabeza hacia la mía y su rostro se arruga y se
funde en agradecimientos, mientras estira las dos manos para
agradecer. Casi le tengo encima de mí a punto de besarme, y gritar
mi nombre en alabanzas. Toda una exageración, el puto mundo
está loco.
Parpadeo alejado
del mundo, la verdad es que todo aquello me parece excesivo. Qué
bazofia de mundo, arrogante y hambriento de dolor. Sólo niego
con la cabeza, le digo que está bien, qué lo pase bien, que
todo está bien, que todo saldrá bien. El drogadicto pone gesto de
extrañeza, pero asiente con la cabeza; luego se aleja haciendo
reverencias y va en busca de alguna sustancia. Pienso en que
hubiera tenido gracia ofrecerle un trato. Él me daba los pocos
céntimos que había sacado esa noche y yo le daba el billete, pero
eso hubiera sido terriblemente cruel porque esos céntimos
insignificantes a fin y al cabo suponían su esfuerzo y el
resultado de todo su trabajo. Luego medito. ¿Usará el dinero para
comer o para volar? Me sonrío. Ojalá fuera honesto con su alma y la
mendicidad del mundo. Si yo fuera él, me digo, si yo fuera él no lo
dudaría ni un sólo instante... Si usaras todo el dinero para
comprar comida me decepcionarías. De hecho, y si fuera
escandalosamente sincero, si contribuí a tu miserable existencia
sólo fue por la admiración que me da ver a un hombre destruido, y
valientemente digno, sujetándose ferozmente a lo único que de
verdad importa en la vida: la evasión y la liviandad de la vida. O
lo que es lo mismo, el vicio por delante, con soberbia, con
honestidad. A fin de cuentas, no existe nada más importante que
preservar la dignidad, y ello implica alimentar y cuidar todos los
vicios que has adquirido con el paso del tiempo.
Luego
me pego contra la pared de la estación e intento aclarar mi mente,
nada bueno me espera, nada hermoso para mí. Nada me pertenece, estoy
de paso, no soy un viajero, sólo un accidentado. Estoy por estar,
sin ninguna intención de perpetuar mi especie. No siento hambre, no
tengo sed. No tengo ganas de respirar. Cierro los ojos y me sonrío,
hoy ha sido un buen día. El tipo y sus labios, sus manos sucias, sus
ojos iluminándose, su enfermedad, su vicio: ¿cómo querer irse de
este mundo después de ver a una criatura tan feliz por algo tan
insignificante? La verdad, qué poco me importa la vida. Después me
tambaleo hasta la línea amarilla del borde y estiro la cabeza
susurrándome que ojalá pierda la noción del tiempo y el monstruo
me reviente. Niego lentamente, qué vida es esta... veo una luz que
se traga el agujero, por allí viene, por allí va, el destino y el
camino: la línea circular. Rechisto con los dientes, hoy no
muchacho, me digo. Doy unos pasos hacia atrás y de
pronto siento la brisa mecánica acariciándome el rostro.
Arqueo los labios, suspiro, sollozo un poco y entro en el
vagón. No ha sido un mal día, pero estoy en la más absoluta
mierda.
*
«Apología
de la irresponsabilidad»
Tendríamos
que aceptar muchas contradicciones para poder hablar de la
irresponsabilidad sin ningún tipo de reproche íntimo, ni prejuicios
lógicos. Hemos digerido todas las patrañas que nos han vomitado y
aún así nos seguimos sintiendo dignos. Digo que tendríamos que
aceptar en primer lugar que la pereza no es un vicio, sino una
virtud, pura belleza ensuciada con mugre humana porque no se puede
concebir una sociedad con sujetos que saben que perder el tiempo no
es tal, sino sólo una manifestación de la más hermosa
contemplación. «La pereza no es un vicio, sino una forma de
divinizarse» como afirma Destouches, premisa de la que surge esta
defensa. ¿Qué hacían sino los grandes pensadores de la antigüedad
sino sólo perder el tiempo y no hacer nada? Y como se explica en el
ensayo sobre la pereza, parece que tenemos algún tipo
de responsabilidad que
explicar. No seamos obtusos, la responsabilidad es un engaño, una
farsa y la forma más aceptada de manipulación.
No
se podría concebir una sociedad dónde todos los individuos no
estuvieran fuertemente convencidos de los valores que predica el
trabajo, y del mismo modo, de los valores que se atribuyen a la
responsabilidad. Una sociedad dónde admiten que trabajo y
responsabilidad sólo son manifestaciones sutiles del concepto de
esclavitud. Lo triste de todo el asunto es que en realidad poca gente
goza de libertad. Nadie está libre de sus responsabilidades ni del
trabajo. Y del mismo modo, aún cuando pudieran escapar del vicio del
trabajo y realizar alguna labor que le permita subsistir, seguirían
siendo esclavos del mismo concepto. El trabajo lo consume todo.
¿Alguna vez habéis visto en el rostro de vuestros padres el
cansancio por el trabajo? No es un cansancio normal, es una
aberración para el hombre. Antes la vida era mucho más lógica. Uno
podía convivir con el resto de la gente sin levantar muchas
sospechas. Sin embargo, en una sociedad como ésta, llegar a ese
grado de elevación y pureza sólo significa la putrefacción del
cuerpo, la enfermedad y la soledad de los vagabundos. Y nadie quiere
ser un vagabundo (me excluyo yo, por supuesto, sería una
labor terriblemente hipócrita no admitir mi fascinación y
relativo camino junto a ellos: a fin de cuentas mi
destino es ser un vagabundo). Las personas que encuentran más calma,
dentro de todas las angustias humanas y las desesperaciones son los
que no participan de lo que se considera sociedad. Recalco que siguen
sufriendo angustias y desesperación, pero al menos son dueños
íntegros de sí mismos. ¿Acaso sólo los marginados son
libres? ¿Los vagabundos, toxicómanos, algunos ladronzuelos,
y quizá también, los mendigos? ¿No es, paradójicamente, la
libertad otra forma de esclavitud?
Hablando
de ser dueño de uno mismo, ¿acaso esta concepción no está
vilmente motivada por el trabajo? Es decir, la concepción de ser
dueño de uno mismo significa
que tú mismo eres tu propio jefe. Lo cuál es, lo mires por dónde
lo mires, terriblemente patético y una traición repugnante hacia
uno mismo. Aún cuando eres una persona íntegra tienes que seguir
sometiéndote a los mismos dogmas y falsas ideales sobre
la libertad. Me entran náuseas y un fuerte dolor de cabeza cuando
alguien habla de sí mismo, orgulloso y soberbio, que no tiene jefe,
que él es su propio jefe. Me pregunto entonces, ¿se
darán cuenta que esta aspiración es falsa, y que el mismo
aliento que da la gente sobre ser su propio jefe significa
que tienen que existir jefes? ¿Qué son los jefes sino marionetas de
todo un eje de putrefacción espiritual, sarna intelectual, bazofia
inmunda y condena esclavista? Supongamos entonces que contraes
diabetes y se te gangrena la pierna derecha (mala circulación,
excesiva cantidad de azúcar en la sangre, etcétera ad nauseam)
y acudes precipitado al médico, y resuelven como ideal cortarte la
pierna. Te mutilan y sales de allí en una silla de ruedas a seguir
con tu labor, con suerte en algún lugar dónde sólo tengas que usar
tu cabeza y no tus piernas, sería terrible que fueras un atleta
nacional y además padecieras diabetes y estuvieras cojo porque el
pobre infeliz de tu abuelo se dedicaba a comer chocolates a
escondidas en la recámara y resulta que la sangre como los vicios
también se heredan. Lo que quiero decir con todo esto es que pensar
que uno mismo es o puede ser su propio jefe no significa acabar con
lo que supone la existencia de los jefes, y por lo tanto de la
esclavitud del trabajo. Por desgracia, el concepto no puede morir,
aún cuando sólo sea una simulación que permite el orden social y
la relativa paz entre los habitantes de la tierra. No olvidemos que
los jefes son paridos bajo el mismo yugo de la esclavitud laboral.
Así mismo, ser tu propio jefe equivale a ser judío y pertenecer al
cuerpo de policía en algún gueto del este de Varosvia.
Existen diferencia
entre vagabundos y mendigos. Se pueden reconocer a
simple vista. Un matiz sería que el vagabundo es dueño de sí
mismo y de la calle (el tiempo que los parásitos del mundo
le dejen serlo), mientras que el mendigo es dueño de su vaso de
plástico que suplica llora y pide limosna. Del mismo modo, aún en
este caos mental se puede reconocer quién mantiene la dignidad
relativamente fuerte. ¿Comprobáis que lo más cerca de ganarse
la vida supone
a su vez la humillación? Ya que, existen más similitudes entre un
mendigo y un trabajador que entre un vagabundo y un
trabajador. ¿Acaso existe algo más digno que un vagabundo que
se refugia entre cajas y vino en el interior de un cajero automático?
Nadie más digno que una persona libre, sucia y ebria, que fuma un
cigarrillo y descansa en la infamia del dinero. Digo que el
trabajo y la responsabilidad, la creencia de los falsos valores de
pertenecer a algún jefe sólo nos disminuye como seres humanos.
Quizá sólo un soberano imbécil pueda creer que es su trabajo, o
que tendría que sentirse orgulloso de su trabajo. O incluso que le
debe la vida a su trabajo. No seamos borregos, no le debemos nada al
mundo, ni por supuesto, al trabajo. El mero hecho de existir nos hace
ya dignos de estar en el mundo. Esa aberración abismal y nauseabunda
de tener que ganarse la vida... ¡Vuestros padres fueron esclavos y
vosotros vais por mismo camino! ¡Huid, hijos de la
decepción, del trabajo! ¡Refugiaos en la nada, en la pereza,
en la irresponsabilidad! ¡Sed libres aunque suponga vuestra
extinción! ¡Sólo son dignos de la gloria los que rechazan la
tóxica docilidad de la obediencia!
Pero
advierto, la desobediencia es fulminante. No es algo que uno pueda
tomarse a la ligera. Y no pertenecer al mundo del trabajo también.
¿Quién estaría lo suficientemente loco cómo para poder rechazar
todas esas tentaciones y vivir una vida dura, caprichosa, fría y
solitaria sólo por una convicción que no responde a lo real, sino
sólo al plano conceptual? No seamos necios, los vagabundos de la
calle, los mendigos, toxicómanos, toda esa lacra social que habéis
escupido rechazado y basureado, todos ellos son más libres que
vosotros, y a la vez, forzosamente, son esclavos de la libertad.
Nadie se queda en la calle por voluntad propia, nadie excepto los que
de verdad escuchan la voz del mundo, y lloran el dolor de la
humanidad, sólo los niños jóvenes y audaces, los que escapan de
casa, los que huyen de sus responsabilidades, sólo los necios, los
dioses del mundo... ¡El mundo no es un lugar para los iluminados
porque se consumen entre sus convicciones! ¡El mundo no soporta lo
que no está rendido a sus pies! ¡Porque el mundo quiere ser el
único dueño de todas sus criaturas! ¡No seáis imbéciles Dios no
es el Trabajo, Dios no es vuestra ropa ni vuestras posesiones! ¡Qué
nadie te diga que has nacido para servir porque si logras pisar todas
las serpientes malditas de este mundo habrás nacido para reinar!
Por
desgracia, en el mundo no se ve con buenos ojos a los que deben
reinar. Por otro lado, el grupo que más me representa y al que más
he amado, desde la lejanía que me permite mi condición de niño de
buena familia, es el de los drogadictos. Esa gente comprende muchas
más verdades del mundo que el resto infame y acomodado. Y de forma
paradójica, la gente que tiene buena posición económica y creen
disfrutar de los genuinos placeres de la vida, muchas veces terminan
sucumbiendo ante la inminente caricia de las drogas. ¿Qué podría
significar esto? Pues que al final, lo único que de verdad consuela
al ser humano, esté en la posición que esté, es la evasión. Poder
perderse del mundo, fluir entre mentes no selectas, sino
instantáneas. Dejarse llevar por el bálsamo de la indiferencia, por
el placer de no existir. Y en el fondo, cualquier padre de familia
educado y honrado, cualquier grandioso y buen ciudadano encontrará
en el fondo de su alma un deseo impúdico de desaparecer, de cambiar
su vida, de ser un marginado social. No tengáis miedo de admitir que
todos llevamos dentro un vagabundo deseando arrastrarse por las
calles. Al igual que un toxicómano enamorado de alguna sustancia, en
calma con su alma, con frío, sucio y maloliente. La paradoja es que
al igual que todos los buenos ejemplos tienen ese germen
irrefrenable, los mismos callejeros; ratas humanas, sucios y
desperdiciados, viciosos perdidos, infames marginados fueron..., y
aguardan un deseo contradictorio por ser parte activa de la sociedad.
En ese sentido, ellos no son los enfermos, sino las víctimas de un
cuento que nos han enseñado muy bien. ¿Cuál es mi reclamo? Mi
único reclamo es no haber sido lo suficientemente valiente como para
largarme a vivir en la calle, comer de las sobras y sentir en mi
cuerpo el frío y el dolor de la gente que vive por inercia,
enamorados de placebos increíbles. Mi único reclamo es no ser
coherente, y pertenecer, del mismo modo, a la misma masa repugnante y
homogénea, a esos buenos modales, buen hacer; participar de esta
misma locura. Mi reclamo es ser un ciudadano cualquiera.
Defiendo
pues, la irresponsabilidad como motor de la libertad. La defiendo
porque no encuentro nada más dulce y sagrado que no cumplir con las
obligaciones. La levanto sobre mis hombros y la muestro al mundo,
orgulloso y convencido. El único problema es que sé que me hará
caer, y cuando esté agonizante y al borde de la nada, no podré
convencer a nadie del valor que significa ser irresponsable. Me
dejaréis solo y a merced de las fieras del mundo. Algún depravado
reventará mis cajas, jugará con mis pertenencias, me mirarán mal
al pasar por el tranvía, me despreciarán sólo por oler a heces y
orina. Señalarán mi rostro y arrugarán sus caras porque la verdad
no es agradable. Porque la libertad es un vagabundo que se emborracha
con una caja de vino. Porque no habéis nacido para contemplar la
libertad y soportar su peso. Porque somos humildes esclavos de un
mundo que estamos destrozando. Porque la esclavitud es real. De todos
modos, una cosa sí es cierta: no habrá hombre más libre que el que
es irresponsable. Aún cuando sus actos le supongan una condena. Aún
cuando toda esa parafernalia a lo largo de los años se vea reducida
a aspiraciones frustradas y convicciones caprichosas e infantiles
para no cumplir con lo que se le demanda. ¿Qué es la libertad sino
sólo la posibilidad de estropearlo todo? La libertad no es bella, ni
gratificante. La libertad es pura destrucción y puro vicio. Si la
pereza es un valor sagrado, la libertad es una aberración surgida de
la mente más perversa. Porque a los seres humanos nos gusta ser
sometidos. Porque hemos nacido para obedecer, para no rechistar, y
para no cuestionar nada. Y de esto hay pruebas por todo el globo
terráqueo. Cuestionáos el modelo a seguir. Cómo se gesta el mundo,
cómo se representa. Todo lo que es la jerarquización, cómo es que
hemos aceptado que el orden existe. ¿Por qué hemos tragado tan bien
toda esa falsedad? ¿Existe jerarquía en el mundo? ¿Existe algo que
no esté podrido por lo que se dicta? No podemos escapar de nuestros
pecados y esquemas mentales, pero podemos hacer la revolución. Y la
revolución es exactamente eso: no hacer nada. La revolución es la
irresponsabilidad, y el que diga lo contrario, desconfiad, porque los
que tienen todo en orden y acatan las normas son los mismos que algún
día nos señalaran con la boca de un revólver. Porque sólo los que
creen en las leyes y la norma, en el orden y la prosperidad son los
que tienen valor suficiente para apretar el gatillo. Porque su
convicción nace de padres equivocados, porque todo el centro de su
vida está mermado por falsas esperanzas y valores torcidos. Porque
esos mismos hombres honrados y amables, llenos de paz y bondad son
los que se corrompen y tuercen su propia voluntad. Porque la gente de
buena fe son exterminadores.
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