*
«El
demonio en mi mochila»
Iba
yo por allí, ebrio y fantástico. Y el diablo en mis hombros se reía
de mí a carcajadas. Haz esto, muchacho, haz lo otro; mugre, mugre,
¡a ese, a ese! Estallaba en carcajadas bestiales. ¡A ESE! ¡A
ESE!¡VAMOS, MUGROSO, A ESE! ¡RÓMPELE LA NARIZ! ¡VAMOS, VAMOS,
VAMOS! Yo le seguí la fiesta tímidamente, le reía las gracias,
pero negaba con la cabeza. No, hombre; no, eso no está bien, eso no
lo puedes hacer. No, tío; no, que me vas a meter en un lío...¡Vamos,
mugre, haz algo por tu vida; haz alguna locura! No es el momento...
¡Venga no seas un mariquita! Vale, vale, a ver qué se me ocurre,
¿me mato? ¡No, no, no, no, no! ¡Por favor, no seas imbécil! ¡Si
te matas ahora se acaba toda la fiesta! Bueno, bueno, vale... Pero él
no se detenía y su locura iba en aumento. Susurrándome las cosas
más sucias de toda la existencia. Tentándome a caer bajo su dominio
y obedecerle.
Y
yo, casi
vivo,
caminé con los hombros caídos y el rosto desencajado. Pisando
larvas cavernosas. Maldiciendo el clima. Odiando a toda la
humanidad. Muriéndome,
caminé con la cabeza alta, con los ojos tristes y los labios rotos.
Pisando baldosas sucias, maldiciendo mi vida, sintiendo pánico y
miedo de toda la raza humana. Cadáver,
caminé con los ojos en blanco, repitiendo una oración macabra en mi
cabeza, vociferando que odiaba todo el Mundo; la gente, el clima, el
tiempo; blasfemando el nombre de Dios, maldiciendo mi sangre, mis
tobillos, toda mi estirpe. Y, casi
muerto,
caminé entre espasmos y risas nerviosas, con los hombros en alto, la
cabeza en blanco y los ojos negros de odio y agonía. Con los labios
ensangrentados y los párpados caídos. Con un leve movimiento en mis
rodillas, parecía que unos hilos me llevaban por caminos
inescrutables y en medio de todo ese caos, noté un bulto en mi
espalda. Unos pies negros y bestiales sobre mi pecho y una mano
huesuda que me pellizca cariñosamente la mejilla y se ríe de mí.
Logré
gesticular torpemente una sonrisa infantil. «Vamos, mugre» me dijo,
«vámonos de aquí, que ya estás preparado», ¿para qué? Le
respondo. «Estás preparado para ser eterno, ¡hijo de la bestia!».
Yo no quiero nada de eso, amigo, sólo quiero ser menos infeliz... Se
descojona vivo. Estalla en lágrimas de sangre y saliva famélica. Se
mea encima. Salta de mis hombros para caer al suelo y rodar varias
calles abajo. Resuena toda la calle. Veo la luz de la luna
contorneándose. Levanto la mirada. Y escucho en mi cabeza una voz
fina, acaso un hilo angelical: «No, F*, no». Pero el espectro
destella frente mío, pegando su frente roja en mi frente. De golpe
todo se queda mudo. Nadie respira, ni siquiera yo.
¡HABLA!
Grito.
«No,
F*, no. Luego no podrás...».
«¡CÁLLATE
PUTA BASTARDA, ASQUEROSA HIJA DE PUTA, ESCORIA INMUNDA, VÓMITO
ALCOHÓLICO!» chilla el espectro y me abraza. Desliza sus manos por
mi espalda y masajea mis nalgas. Después pasaron muchas cosas por mi
cabeza. Y comprobé que me sentía terriblemente enfermo. Y...
Arranqué
las orejas
de
las vírgenes sagradas
del
amor universal.
Y
allí, heme yo,
jactoso
y vicioso,
presa
de la más
enorme
indolencia
sepulcral.
Quería
coger
como
una bestia,
era
un animal.
Estoy
celo.
Y
el cielo
me
vomitó
toda
la tragedia
del
mundo inexistente
Y
deambulando cansado
por
las indeterminaciones
de
la gran ciudad.
Noté
el vacío.
Con
el dolor en los párpados
y
la agonía
en
la punta de la lengua.
El
único nudo
en
la garganta
que
conozco
es
el de la soga
definitiva.
Deposité
un poco
de
mi alma en cada rasguño
de
mis puños.
Mis
dientes tienen
marcas
oscuras
por
morir tanto.
El
cuello me pesa.
Sé
que
en cualquier momento
me
voy a desplomar.
Y
sin embargo,
no
hago nada.
Me
limito
a
observarme
mientras
mi
sangre fluye
y
mi pecho
se
agarrota.
No
estoy solo.
«A
mi muchacho lo dejas quieto, eh puta». El hilo de voz se rompe. El
demonio se pone a danzar con salvajidad, sujeta su gran falo rojo y
lo menea. Abre la boca y veo almas jóvenes y adoloridas en su
interior. ¿Qué es eso? Le digo. «¿Esto? Muchachito mío; eso es
mi colección».
¿Me
quieres tener allí? Le pregunto. «Claro que te quiero tener allí;
mi vida, pero te me resistes». ¿Me quieres muerto, canalla? «Me
encantaría tenerte muerto y agonizando en mi interior, nene». Pues,
grandísimo hijo de puta, ven a por mí. Basura, te voy a reventar la
boca. Te voy a hacer añicos. Todavía tengo los puños vírgenes y
la rabia resuma de mi hocico. ¡Estoy más vivo que La Muerte, mala
puta! ¡Escoria de mierda! ¡Ven a por mí y te desgarraré con los
dientes! ¡Soy una bestia!
El
espectro ríe histérico. Se jacta vicioso. Empieza a mover la cabeza
de un lado a otro, sus cuernos crecen y su boca sonríe golosa y
grotesca. «Por eso mismo, nene, por eso mismo no puedo tratarte como
a los demás». Le miro con los ojos rojos y la espalda erizada. «Si
quisiera matarte podría; te haría enloquecer, perder la cabeza;
ahogarte en tu propio vómito mientras duermes; asfixiarte con mis
manos mientras estás de pie reventarte una vena en la cabeza,
romperte la columna vertebral con un inesperado accidente de
tráfico». Y añadió: «Si no te mato, muchacho, y entiéndelo
bien, es porque tienes potencial». Quedo callado.
Y
dice: «Y eso me la pone tiesa».
He
visto a Dios a los ojos y no me he quedado ciego. He visto a mi
demonio reflejado en una ventana y no me ha espantado. Sigo de pie,
mareado, pero sereno. He visto cómo me rompían el alma mil
muchachas pelirrojas y no he dicho nada. He visto cómo se desvanecía
el amor de mi madre y me he mordido la lengua. He visto cómo me
clavaban navajas en el estómago mis propios hermanos y no se los he
reprochado. Me he visto a mí mismo en el Infierno ardiendo y
jadeando por todo el dolor de la especie y me he reído de mí. Hasta
me he señalado con el dedo y he dicho entre carcajadas que ese de
allí soy yo. He visto los ojos más crudos y malditos de toda la
Historia de la Humanidad y no he muerto. Después me he alejado del
espejo. Eran mis propios ojos. He sentido el odio de todo el mundo en
un instante frágil, y aunque mis piernas temblaban mi espíritu se
encendía, he apretado los puños y les he dicho claramente que sería
una pelea justa. Sin trampas. Uno a uno. Si queréis venir a por mí,
venid; pero uno a uno. Sin tonterías.
Me
he emocionado al verme enloquecido en medio de la calle, hablando con
la nada, mientras una mancha de sangre chorreaba de mi frente. No sé
cuando le he pegado un cabezazo a un muro amarillo que estaba a mi
lado. Pero allí también hay una marca roja. Me froto la frente y
veo que tengo la herida abierta. Parece un signo. Parece que el
demonio me ha besado la frente. He despertado de golpe y he recobrado
la consciencia. He respirado hondo. He lanzado la mochila lejos y me
he sentado en una banca. Mis manos tiemblan y me laten los labios.
Noto un sabor metálico en la boca, empiezo a sudar frío y me quedo
de piedra. A mi alrededor: la nada. Cerca de mí: la noche. En mi
cabeza escucho mil voces guturales que se jactan de haberme vuelto
loco. Debo tener la cabeza fuerte, me digo. Me seco la sangre de la
frente. Tiemblo asustado. Esto no es normal.
Junto
las manos, intento rezarle algo a un Dios que es sordomudo. Padre
nuestro... Cielos... Los Infiernos arden en la carretera. Otra vez,
otra vez. Padre nuestro... Cielos... ¿Por qué me has abandonado?
No, mierda, F* concéntrate. Padre nuestro que estás en los cielos,
¿qué haces allí tan solo? ¿Qué hace una deidad como tú en un
lugar como éste? Me río, al menos soy un imbécil con sentido del
humor. Recojo la mochila, camino hacia casa. Subo las escaleras.
Siento un ardor extraño en la boca del estómago. Como si alguien
hubiera metido un puño por mi boca. Siento arcadas. Toso hiel y
sangre. Me muerdo un nudillo.
Me
precipito al baño. Entre lágrimas y escozor ocular me he visto con
las rodillas clavadas en el suelo. Estoy muriendo en este instante. Y
con el sarcófago a mis espaldas he abierto la boca y he vomitado una
gran mugre marrón. Leche en descomposición, proteínas nutritivas.
Gritándome al abismo del acueducto tecnológico. Y con los ojos
desorbitados he depositado toda mi alma en ese orificio. He notado
algo extraño. Alguien me cogía de la frente y me susurraba que
tuviera cuidado, que me haría daño. No le he prestado atención, he
apretado mi garganta con las manos, y pese a que él ha
intentado detenerme me he dejado llevar.
Susurrándome
a la oreja: «Eso es, criatura mía, échalo todo; así habrá más
espacio para mí». Y con las últimas gárgaras sangrientas me he
visto con las venas de los ojos rojas y excitadas, los párpados
hinchados y el rostro magullado. Después, el espectro se ha reído
de mi fragilidad humana y me ha dicho que primero las damas. Le he
llamado sucio maricón. Se ha reído, que no hará mucho alboroto,
que allí pertenece. He abierto la boca y me he puesto como
Jesucristo, le he dicho entre risas: corrompe mi carne, y bebe mi
vino. Le ha hecho gracia. Me ha dado un bofetón. «No tomarás en
burla el nombre de Dios». Cállate puta, le he gritado. Me ha
sonreído y se ha frotado las manos.
No
me he lavado la boca, he tragado los restos de la masa marrón y me
he mojado la cara. He intentado aclarar mi garganta, y mientras lo
hacía notaba cómo mi voz se iba difuminando. Y de mi propia boca
brotaba toda la estirpe maldita de la existencia. Mi voz no sonaba.
Mi voz ya no era.
Y
su dominio se hizo inapelable. Y en mi estómago ardió el Infierno.
Y de mi pecho resopló el odio, y en mis ojos una marca oscura me
señalaban. Y de mi existencia sólo una evidencia: yo, estaba,
muerto.
Y
sé, con tanta certeza que me hace enloquecer, que llevo al demonio
en las tripas. Y eso no me desagrada.
*
«Vida
agramatical»
Veo
mi vida en cámara lenta, el mundo gira desorbitado, el abismo me
susurra al oído que le gustaría sentir mi carne contra el musgo de
la muerte, el cielo chilla histérico y famélico; los muchachos de
mi generación buscan drogas de diseño, amores platónicos y
salvajes, tristezas de oro, medallas al sufrimiento, agonías por la
vida. El cielo se nubla, el sol se ha muerto. El abismo está cada
vez más cerca; no quedan héroes, no quedan santos, no queda nadie.
El mundo es un lugar muy vacío.
*
«Figuras
rojas, salvajes y carnales anidan en mi cabeza exterior»
I.
Hoy
mi
alma llora
cucarachas
momificadas
Mi
mundo se desmorona
entre
aplausos fálicos
Yo
en pie y asustado
Tambaleándome
muy agitado
Mantengo
el equilibrio pobremente
Para
caer en el mismo agujero de siempre
No
queda ni una sola gota de empatía
No
queda empatía en el mundo entero
Hoy
me he despertado suicida
Sin
ninguna contemplación por mi vida
Comprendo
el vacío de mi pecho
Me
retuerzo en el fango de la ciudad
Entierro
mis pies en la hero-mugrosidad
Me
hundo hasta el cuello
Con
gesto de incertidumbre
Mil
hombres muertos caven en mi alma
Mis
ojos están pegados al abismo
Lloro
sangre desesperada
Nadie
me puede perdonar
Ni
dios, ni madre, ni El Hombre
Me
mata haber llegado a este punto
Me
mata ser tan simple y febril
Desde
aquí huelo la odisea carnal
El
mundo es ingrato conmigo
De
una manera inexplicable
Sólo
soy un esperpento muy frágil
Yo
en invierno y miseria,
sumido
en el vórtice de la hiedra
Ellos
alegres y festivos
en
orgías grotescas y de carnaval
No
hay paz para alguien como yo
No
hay amor
para
sujetos que caminan como yo
No
hay hogar
para
un huérfano que parecen ser yo
No
tengo refugio humano
en
el que pueda depositar mi entero yo
Ayer
me desperté con el cuchillo en la mano
Me
miré desde la inmensidad del techo
Abominable
hu-mano
Y
me pregunté muy en serio:
¿Será
hoy el día?
Tuve
eternas pesadillas demoníacas
Oí
voces de inframundo
Gritos
angelicales pero torcidos
Me
desperté del sueño con la convicción funeraria
¿Será
hoy el día, muchachito
mío,
será hoy el día?
Ojalá...
padre, mío; ojalá, madre mía
Me
siento descompuesto
Perdido
en mi propio gesto
No
tengo fuerzas para trasnochar
No
tengo espíritu para gritar
Soy
una abominable decepción
No
tengo ningún hogar
Me
veo en toda la solitaria multitud,
triste
y abandonado
Como
una caja vacía
de
cigarrillos asfixiados
Me
falta corazón,
no
hay tripas,
no
tengo ninguna ambición
Intento
convencerme
de
que mi vida no es tan horrible
Simbolizo
una mueca de risa en mi rostro
Finjo
una pequeña carcajada
Y
aúllo un lamento
Ni
si quiera sé fingir
Al
menos, me digo,
tengo
sentido del humor
Al
menos, me digo,
me
puedo reír de mí mismo
El
cielo se ha vuelto un infierno,
y
el Infierno ha desaparecido
¿Cómo
sobrevivir a algo tan abominable?
Quisiera
ser un demonio infernal
Quiero
llorar como un bebé,
pero
no puedo
Soy
demasiado inservible
Mi
mundo se desvanece entre mis dedos
No
existe nada para mí
Ni
siquiera rechazo, asco, o miedo
Mi
alma sostenida de un acantilado
Estoy
pendiendo de un cartílago misterioso,
con
la boca rota y ensangrentada,
sujetándome
de mi propia mandíbula,
en
cualquier momento, lo sé,
en
cualquier momento
voy
a caer
Y
a nadie le va a importar
Ni
siquiera a mí mismo
Estoy
rodeado de tantos extraños
Dónde
estás Dios cuándo se te necesita
Madre
¿por
qué me has abandonado?
Nadie
Nadie
Nadie
...
II.
Intento
recuperar la cordura,
pero
es imposible
Estoy
histérico y agresivo
Violentamente
tranquilo
Quisiera
reventarle la cara a alguien
Algo
de falsa satisfacción
Quisiera
dejar de ser alguien
Algo
de falsa tranquilidad
Quiero
ver sus dientes
esparcidos
por el suelo
¡Yo
no tengo salvación!
¡Yo
soy el odio eterno!
Y
a lo lejos,
entre
carcajadas feroces,
figuras
rojas,
sudorosas
y
ardientes,
practicando
el
más sincero
coito
Me
lo habéis arrebatado
todo
a mí
No
me queda nada
No
me queda nadie
Sólo
me toca
Esperar
Y
Sufrir
*
«Y
este también»
Después
de semejante porquería
Surge
de lo más íntimo de mi estirpe
Un
deseo arrebatado y salvaje
De
ver el mundo arder
Quiero:
Romperlo
todo
Quemarlo
todo
Viciarlo
todo
Quiero
que en medio del océano
no
haya vida
Sólo
sal
Quiero
que en medio del mundo
no
haya gente
Sólo
enajenados suicidas
Quiero
que vuestros hijos sufran
terribles
agonías
Podridos
en miseria
Quiero
que los dueños de vuestro corazón
os
traten como mierda
Os
hagan daño
Que
mil hombres-demonio
Violen
vuestras almas
Ensucien
vuestra salud
Hieran
vuestro «yo»
Que
no quede consciencia
Que
no haya humanidad
Quiero
que vuestra vida
Sea
infierno
y
tortura
Vuestros
días
tragedia
Y
lamentos
Ser
el espectro negro
que
sujete vuestras
frentes
humanas
Y
con toda la rabia
y
el repugnante rencor
de
mi pecho tóxico
Hacerles
vomitar
Quiero
estropearos
el
sabor de la boca
Quiero
que no quede nadie
en
los que podáis refugiaros
Morid
en las guerras
Morid
de pie
Morid
en vuestro sofá
Morid
en la calle
Morid
en medio de la nada
No
hay Dios para los mortales
Ni
Patria para los débiles
Ni
siquiera Madres para los fieles
No
tenéis a Nadie
Ni
siquiera a nadie
Porque
os prometo con toda
la
sangre violeta de mi cuerpo
Que
os odio
a
uno y a cada uno
de
vosotros
Os
quiero hacer trizas
Reducir
a la nada
No
sois dignos
de
vuestro
vapor
interior
Porque
yo:
Odio
a toda la especie humana
Odio
cómo miráis el cielo
Odio
cómo camináis
Odio
cómo os sentáis
en
los vagones del metro
Odio
todo lo que sois
porque
sois todo
lo
que siempre
he
querido
ser
Odio
que vuestras almas estén vivas
Odio
que vuestro corazón aún lata
Odio
que el cielo os contemple como
criaturas
magníficas
Y
odio que no sintáis ni un ápice
de
lo que yo siento por el mundo
Vosotros
sois miserables insectos
en
medio de un mundo para demonios
Y
aquí el único que está a la altura
soy
yo
Y
aquí el único que sería capaz de matar a su propia sangre
soy
yo
Y
aquí el único que se mantiene de pie; y salvajemente rojo,
colosal,
inmenso, gloriosos, titánico, y absoluto
soy
yo
Aquí
el único que se mea en el Cielo,
y
escupe al Infierno
soy
yo
Porque
si algo
soy
yo
es
puro
odio
Si
algo siento
yo
son
las llamas del Infierno
rozando
mis nudillos
*
«Éste
de aquí soy yo»
Soy
y
aquí estoy
No
soy nada
No
soy inmenso
No
soy nadie
No
tengo nada
Estoy
perdido
Soy frágil,
auxilio y dolor
Soy
demasiado infeliz
soy
demasiado humano
Para
mí no hay perdón de Dios que valga, tampoco palabra alguna que me
regocije. Para mí no existe la fe, ni las esperanzas, ni la sospecha
de algo bueno. No tengo paz. No me queda nada en este mundo a lo que
aferrarme. Todo me daña. Todo me mata poco a poco. Me intoxica el
propio aire que respiro. Me enferma la gente que frecuento. Mi propio
reflejo, los mismos ojos míos me aniquilan sin ningún tipo de
contemplación. Estoy muriendo. Y si es que me mantengo de pie y sigo
cuerdo no es por fuerza de voluntad o grandiosidad espiritual. De
ambos carezco. Ni voluntad, ni deseo, ni impulso: la más ardua
mimetización con el mugroso pavimento mundial. No hablemos de algo
que perdí hace poco, no hablemos de espíritus y almas que me
deprime demasiado.
Y
la verdad es que si sigo en este mundo es sólo por un capricho
biológico. Tengo dos brazos que me sujetan del abismo, me sujetan a
mí mismo del abismo que soy yo. Me quedo de piedra en un rincón de
la habitación, escucho música antigua, pienso en los ojos puros de
mi hermana, en la mirada de mi papá cuando aún era feliz, en el
rostro sano de mi madre, pienso en los días en el colegio cuando
nada me afectaba, y también en las pocas ocasiones en las que podía
sentir el calor de alguien mientras dormía. Y después me veo aquí
mismo. Perjudicado, solo, triste, y con un agujero de gusano
creciendo en mis entrañas.
Me
doy cuenta de que a veces no siento nada, que estoy vacío. Que sólo
soy una caja humana que camina entre el resto como si fuera parte de
ellos. Y eso no es verdad, todo es una farsa, y no lo soporto. No hay
luz al final del túnel. La caída hacia el pozo no termina en agua.
Cadáveres secos anidan en su corazón. No tengo esperanzas en un
mundo mejor. No tengo esperanzas en la gente. Ni siquiera tengo
esperanzas en mí mismo. En toda al inmensidad de la galaxia no
existe ni un ápice de amor. No nos queda nada. No nos queda nadie.
Estamos completamente solos y vacíos.
Contemplo
mi desesperación con melancolía, la acepto de algún modo. Agarro
mi cabeza con mis manos, cruzando mis brazos sobre mi cuerpo. No
tengo ni siquiera ánimos para abofetearme y entrar en calor.
Resoplo, y resoplo; espero al llanto que nunca viene. Es un coito
maldito que nunca termina, es un estado pesado, lleno de pesadumbre
humana. Mi cara está inmersa en una mueca infinita. Mis ojos son
espectros hambrientos, mi boca una curva fúnebre y mis brazos son
las cuerdas que alrededor de mi cuello esperan la señal del
verdugo.
*
«Respetado
y querido señor profesor, su clase me suda la polla; o el día en el
que me expulsaron de clase por decir la verdad»
Episodio
1
Llego
a clase media hora tarde, como de costumbre. El simpático y
agradable señor profesor nos cuenta con pasión todo lo que
tendríamos que saber sobre el derecho constitucional y los peligros
de la injuria pública, que si aquello nos llegase a suceder como
futuros abogados o funcionarios del Derecho Español deberíamos
estar preparados para la mierda. Porque no sólo la querella era un
peligro, sino también la posible imputación penal. Es decir, que
podríamos ir a la cárcel sin ningún tipo de contemplación.
Episodio
2
Y
yo veía a ese infame funcionario público con otros ojos. Con
lujuria. Una lujuria lógica. Si follarse a alguien era violar su
cuerpo orgánico; profanar sus agujeros y ensuciar su infancia
lejana, follarle la dignidad era un deseo mucho más íntimo y
profundo. Y no sólo su dignidad, sino también su carne. Deseaba
torturarle. Algún submarino inapelable, amputarle los dedos meñiques
de las manos, quemarle la lengua con cigarrillos baratos, acaso
romperle las piernas con un martillo de ferretería
Episodio
3
Por
lo general no soy una bestia rabiosa, violenta y llena de maldad;
pero hace dos días que no había dormido y tenía el mono.
Abstinencia de sueño y ultraviolencia. Lo típico.
Episodio
4
Levanto
mi mano para responder a una pregunta que había dejado en al aire; y
el hombre, lejos de ser eficaz, tardó cosa de quince minutos antes
de darme la palabra. Ese acto me enfermó y tuve la convicción de
follarme su alma sin ningún tipo de pudor.
Episodio
4.1
El
mundo está hecho para los cachondos.
Episodio
5
Algo
me decía que estaba errando, pero tampoco le di mucha importancia.
Que todo lo que sucedería después sería sin su consentimiento.
Pero, por fortuna, estamos en una sociedad que se jacta y llena la
boca con la
liberté d'expression.
Episodio
6
Iba
a dejarle el agujero del orgullo igual que su culo, tan abierto que
le iba a costar horrores mantener el equilibrio.
Episodio
6.1
Y
el marica me mira, y me sonríe con esa boca de chupar pollas por
dinero. Seguro que era chapero de joven. Sé reconocer a alguien así
cuando le veo.
Episodio
7
–Sí,
joven, diga, diga. Y perdone usted por haber tardado tanto.
–No,
no, señor profesor, no se preocupe, no hay ningún tipo de problema
con todo ello. Entiendo a razones y sé que el patético desarrollo
de su explicación requería todo ese derroche de tiempo. Por lo que
creo que se excede en los tiempos, y que para tener cerca de sesenta
y dos años no sabe resumir nada.
Episodio
8
–¿Perdone?
Episodio
9
–Nada,
hombre. Olvídelo, tonterías mías. Sólo era una pequeña reflexión
sin importancia que quise compartir con el resto de la clase. Lo que
sí quería decir era que efectivamente, el futuro funcionario
público del derecho debería tener bastante cuidado con estos
asuntos tan turbulentos. No obstante, lo ideal sería que dicho
individuo formara parte de un buffet de
abogados que, en todo caso, puedan darle apoyo, tanto económico,
como moral, y en cualquier circunstancia. Ya que, es sabido que
nuestra profesión es una de las más resentidas moral y
económicamente. Y en esta vida, sin respaldo no se puede hacer nada.
Ni siquiera pelar un huevo.
Episodio
10
–No
sé a qué demonios ha venido lo de mi edad o lo de la síntesis de
la explicación; pero le digo fuerte y claro que todo lo que usted
dice me parece de una falta de respeto increíble por su parte, y
creo que...
–Nada
más lejos de la realidad, caballero. Si algo es cierto, no puede ser
una falta de respeto, ni por lo tanto, ofender. Por ejemplo, ese
pollas de la tercera fila tiene cierta innegable afición a la comida
basura y a la olla casera de su abuela. ¿Llamarle gordo sería
faltarle el respeto? Por supuesto que no. Y es más, ¿y si la
llamara gordita? ¿Acaso nos encontramos en una sociedad enfermamente
hipócrita y machista que no soporta que alguien diga la verdad?
Episodio
11
¡Gorda!
Episodio
12
–Qué
estupidez más grande, por favor. Para decir ese tipo de tonterías
ya tenemos a los periodistas del corazón. Creo, fervientemente, que
usted se ha equivocado de carrera. Y ahora, si me disculpa puede..
–Bueno,
no se resienta tampoco, señor profesor, yo sólo decía... Por
cierto, gordita, perdóname el alma por el ejemplo, de verdad que no
tengo nada en contra de lo gordo. Por ejemplo, mi polla es bastante
gorda y no me supone ningún tipo de problema ético, moral o social.
Te digo la verdad.
Episodio
12.1
Muy
gorda
Episodio
13
–Le
repito lo mismo de antes. Para hacer el grandísimo gilipollas puede
irse a la cafetería. Además no estará solo, los torpes camareros
le harán compañía,; y de paso, ya podría ir haciendo amigos, algo
me dice que más pronto que tarde se verá del otro lado de la barra.
Episodio
14
–Qué
elocuente que es usted, ¡por favor!, qué retórica, qué satírico
ha resultado ser el señor de Constitucionales. Tiene un verdadero
don para la palabra que ya quisieran muchos políticos. Por cierto,
¿qué hace dando clases en esta infame universidad en vez de
dedicarse a la política? No sé dónde leí que usted había escrito
torpemente numerosos artículos y ensayos sobre la política española
del Siglo XX y XXI. Desde mi punto de vista, y según parece a ojos
de todos, a alguien no le han crecido los huevecillos; o quizá, en
la más absoluta congruencia, no tienen ningún tipo de talento para
la política.
Episodio
15
–Bestia.
Eso ha sido la gota que colmó el vaso. Le invito..., no, no, ¡le
exijo que se vaya inmediatamente fuera de clase!
Episodio
16
–Muy
bien, muy bien, usted gana, es un hecho que tiene la sartén cogida
por el mango, y yo sólo estoy friéndole unos buenos huevos de
codorniz en aceite vegetal extra virgen. Me parece buena idea ir a
charlar con Juan y tomarme un café, ¿te traigo uno?
Episodio
17
–¡QUE
SE LARGUE, MIERDA!
–Estupendo,
estupendo, ya me voy, pero ¿acaso me está echando de clase sin oír
mi última palabra? ¿Acaso está diciendo que la política de esta
nuestra Universidad es la de la censura, la violación ilícita de un
derecho tan fundamental de la democracia moderna que es una verdadera
ofensa hacia nuestros abuelos luchadores? ¿No tengo derecho a
expresarme?
Episodio
18
–Payaso.
Episodio
18.1
–Más
bien, bufón.
Episodio
19
–Es
usted un completo cretino.
Episodio
19.1
Muy,
muy cretino.
Episodio
20
–Y
si se diera el caso en que me fuera sin poder decir mi última
palabra, me temo que tendría que, pese a que para nada me agrade la
idea, tendría que ir al Decanato y presentar una queja formal por su
maltrato, tanto ético como moral. Además, tendría que añadir que
me había humillado públicamente, insultándome como si fuera una
mierda hedionda y caliente, e incluso vetándome de un derecho
fundamental como el de poder decir lo que pienso. No se confunda,
amigo, en ningún momento he querido ofenderle, sólo decía... y
decía...
Episodio
20
–¡Usted
no tiene madre!
–Terminaré
en poco, lo prometo, señor profesor. Le pido encarecidamente que me
perdone por los problemas que le pueda haber causado, por supuesto,
de ninguna manera he pretendido herirle, ni diezmar su dignidad, ni
humillarle, ni nada por el estilo. Sólo quería responder a su
pregunta, pero tardó mucho tiempo y se me cruzaron los cables. Soy
un inútil sin nadie a quién amar. ¡Por favor, perdóneme!
¡Apiádese de mí! ¡Si no lo hace me pondré a llorar aquí mismo y
los de Recursos Humanos creerán que usted ha cometido algún crimen
imperdonable! ¡Y se lo juro, para nada querría eso!
Episodio
21
–Hable.
Pero que quede constancia aquí y ahora, que pese a sus disculpas y
su patética dramatización, por mi parte no tiene consentimiento
alguno. Y si habla es sólo porque en La Universidad Autónoma de
Madrid no se cree en la censura.
Episodio
22
–Muchas
gracias señor profesor, de verdad, muchísimas gracias. No se
arrepentirá, de verdad, se lo prometo por mi vida, y la de mi madre.
Le juro que no se arrepentirá nunca de haberme dado esta última
oportunidad. Muchísimas gracias, qué gran hombre es usted. Tiene un
gran corazón. Me he equivocado por completo con su forma de ver la
vida, es usted una eminencia, una deidad, un adonis, un verdadero
héroe de la época contemporánea...
–¡Hable
de una vez!
Episodio
23
–¿De
verdad que no siente náuseas, asco, o como mínimo, vergüenza al
ser usted?
–¿Qué...?
Episodio
24
–Quiero
decir, que si yo fuera usted me pegaría un tiro. ¿Qué clase de
chaval quisiera ser como usted en un angustioso futuro? Creo, desde
la honestidad más pura de mi corazón, que ninguno. Así mismo, ya
que me ha estado insistiendo tantas veces en que dé mi opinión
sobre todo este asunto, quiero dejar claro que le estoy diciendo la
verdad, y por lo tanto, no tendría por qué haber ningún tipo de
represalia.
Episodio
25
Usted,
muchachito con mocos, no me evoca ningún tipo de respeto; es más,
me da lástima y pena ajena. Con esos ojos de marica egipcia, la
calvicie de un hombre perturbado, y la inevitable expresión de ser
un pajero matutino. Tiene también esa estúpida manía de decirnos
que tenemos que estar en clase diez minutos antes que usted llegue
para estar “preparados”, concentrarnos y toda esa vaina. ¿Qué
clase de depravado institucional hace algo semejante? Y luego huelo
su, miedo, angustia e inseguridad. Y de verdad que lo gozo, señor.
No se hace ni la más remota idea. Me pone la polla tiesa. Disfruto
tanto viendo su triste vida pasar que a veces siento que me voy a
mear encima. Y quiero que no olvide que si vengo a clases es sólo
para reírme de sus infortunios. No por escucharle, que de paso, es
un ascazo. Es más, suelo imaginarme cómo es su vida. ¿Sabe?
Episodio
25.1
La
vida del señor profesor. Capítulo 1.
Episodio
26
Se
despierta muy temprano, digamos que diez minutos antes de las seis
para lavarse los dientes, los huevecillos, y la calva; le da un beso
cariñoso y frenético a su mujer en la frente y le dice con
entusiasmo: «Merche, que hoy tengo Constitucionales en la Autónoma,
¡los voy a matar a todos del asco!» Y después desayuna en
caliente, el café sin azúcar; por ejemplo, porque así su aliento
apesta mucho mejor. Y luego va al baño a hacerse una paja, agarra su
prepucio sin circuncidar y se corre por dentro, como una chica,
retiene la eyaculación en su polla hasta que la hinchazón
disminuye, luego retira el semen sobrante; pero, ojo, se encarga de
dejar una fina película de lefa para divertirse en el transcurso del
día. Y de vez en cuando mete su mano en los pantalones y empapa sus
dedos con la corrida, y acto seguido, lo inhala como si fuera un
perfume caro, y probablemente, lo deguste también. De algún modo,
todo esto explica por qué va al baño tantas veces seguidas.
Episodio
26.1
El
señor profesor es una cerda.
Episodio
26.2
La
vida del señor profesor. Capítulo 2
Episodio
27
O
también, por el contrario, se despierta diez minutos después de las
seis para reírse de nosotros con su hipócrita actitud, se acerca a
la infiel de la Merche para darle un beso en la frente, pero ella le
retira con la mano, con asco, y le dice que te tienes que lavar el
hocico antes de acercarte tanto, que sino te vomita encima. Acto
seguido, vas al baño, y te recreas con algunos de tus fantásticos
consoladores xxxl último modelo. Y cómo no, ¡por favor! te haces
una señora paja. Después te meas un poco en las manos y también
juegas con el flujo de tu uretra, forzando la orina para que los
conductos de tu polla sientan ese placer inmejorable. Y con esas
mismas manos hediondas en acre orina te frotas la cara, porque
resulta que también confías ciegamente en que la orinoterapia
cambiará tu vida. Desayunas un vasito de leche y otro de orina
porque es lo mejor por la mañana. Coges el transporte público y vas
a clases a matarnos con tu peste. ¿No te da asco venir tres días
seguidos con la misma camiseta? ¿Por lo menos te mudarás de ropa
interior, no, hijo de puta? Lo más probable es que no sea así. Lo
más seguro es que también creas que ese tatuaje indeleble de orina
en tu tanga te ayuda a que el tamaño de tu polla aumente. Y después
me preguntas que por qué no estudio otra carrera, pues, es muy
simple, señor profesor, porque en Derecho hay tantos esperpentos que
da gusto. Fachas maricones, obreros acomplejados con el capital,
miseria humana queriendo ser algo más que sólo mugre. No te
imaginas lo mucho que me ahorro al no ir al zoólogico.
Episodio
28
Lo
único que sí me ha parecido de mal gusto, cariño, ha sido que por
tu maldita inutilidad tardaras quince putos minutos en darme la
palabra. Por ejemplo, hace quince minutos tu agonía hubiera acabado;
pero no, el señorito tenía que estar quince jodidos minutos
contándonos obviedades. Sólo sé que es cierto que usted no tiene
ni un ápice de dignidad, ni tampoco amor propio. Y lejos de
parecerme una tragedia sólo puedo decirte que no me llores. No
me digas que no hay nada más triste que lo tuyo. Porque hay cosas
mucho más triste en el mundo que son mucho peor.
Anexo
Después
salgo de clase entre aplausos, glorificado, y santificado, libre de
pecados. Soy un mártir. Halagos por todas partes, gritos de
admiración, palmas que se chocan. Las cachondas de las últimas
filas me piden mi número telefónico, los maricas de la segunda me
dicen que si me pueden invitar a algo, a lo que quieran, locas mías;
los más serios me dicen que envidian mi concentración, descuidad,
hay para todos; los más conservadores me miran con gesto de
desaprobación, no importa, no importa, probablemente me haya follado
a cada una de sus hermanas.
Luego,
me sucede algo maravilloso, y me encuentro en los baños de la
facultad, recibiendo una buena mamada, teniendo sexo salvaje entre
embestidas animales, gastando el nombre de Dios en vano. Después me
aseo un poco, me peino la cresta, me estilizo la barba y salgo hacia
el centro para ir a La Central a robar libros. Algún libro de
autoayuda, me digo, por ejemplo: «Cómo decir la verdad sin sufrir
represalias; sus consecuencias y su secreto» del escritor
francés Larvaousier
Deutchez.
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