domingo, 17 de septiembre de 2017

*
«Sangre, Semen & Pulse»

Escuchaba música en la soledad inmediata de mi habitación cuando de pronto he pensado que lo mejor que podía hacer para hacer más llevadera la madrugada era masturbarme. Tengo que aliviar mi alma de alguna manera. No por necesidad sexual, sino simplemente por quitarme algo del peso que llevo encima. Creo, torpemente, que corriéndome libremente me desharé de todo lo que llevo. Debería ser ilegal llevar tanto peso sobre los hombros, porque, al final, te pueden provocar una hernia discal.

Hace unas siete horas me llamó por teléfono. Hablamos un poco sobre todo, después, en cierto momento me contó que las circunstancias eran complicadas, pero que no me preocupase. Ha respirado profundamente y luego he notado como su voz se ha ido quebrando. Mientras su mundo se deshidrata él finge que todo está bien. No lo hace por él, sino por la familia. Desde mi habitación los veo agonizar como gorgojos torcidos. Todo me resulta tan heroico y tóxico que me hace alucinar con abismos afilados y calaveras sonrientes. Después se ha esforzado por vocalizar, quería explicarse, pero se le ha adelantado un monstruo. Un sollozo adolescente se ha precipitado de su garganta. No he podido hacer mucho. Sólo he podido repetir estúpidamente que papá, calma; mi rey, calma; señor mío, calma; papá, papá, papá... Lo único que ha podido decir con su voz oxigenada ha sido que mientras está con ella intenta mantener las apariencias, que parezca que todo va bien, que todo tiene sentido. Que por lo menos mis hermanos no se den cuenta de lo que realmente sucede, que aún son demasiado niños como para comprender las cosas duras de la vida, para nada que crean que la familia no existe. Que necesitan eso, por lo menos, unos años más, sino serán unos infelices... 

He odiado mi sangre. La he odiado con toda mi mortalidad. He odiado a mi madre. Con todo el ímpetu de mi estómago espectral. 

Después ha venido lo más crudo. Me ha gemido desesperado que cuando está solo –jadea y escucho su lengua atragantarse en su boca– se pregunta, ¿por qué? –hace una pausa y respira fuerte para intentar acabar su frase– y se responde él solo que no es justo. Porque para él no es fácil. Me lo dice como un niño de cincuenta años que acaba de descubrir una verdad horrible de la vida.

Eso me ha matado. Un hombre de más de cincuenta años llorándole a su propio hijo. Enamorado y honesto. Un hombre puro que se ve en la más profunda mierda de la tierra. Llorar de auténtico dolor. No por capricho, rabia, odio o enfado; sino de PURO dolor. ¿Entendéis lo que es llorar por dolor? No es que alguien viene y te da una bofetada, te enfadas, escuece y le respondes. No señor. Para nada es así. Significa que viene alguien al que amas, alguien al que le has regalado tu juventud; y te abraza, te besa, te folla y luego, mientras duermes, se dedica a clavarte, poco a poco, los alfileres más imperdonables de la existencia. Y a medida que sigue con ello, los clavos siguen introduciéndose, más al fondo, y tu pecho parece una masa deforme lleno de metralla. Y mientras más intentas entenderlo, justificarlo, darle una oportunidad de explicarse... más te duele. Más te hunde. Más te destroza.

No señor. No EXISTE nadie en el mundo entero capaz de explicar algo así.

He intentado consolar a mi padre. Decirle que me pasó una putada hace pocas semanas, que me la jugaron bien feo. He intentado que sintiera lo suyo como algo más leve, que hay cosas mucho peores en el mundo. Porque por lo menos, a la gente común le tranquiliza saber que hay catástrofes mucho peores que las suyas... No sé si se ha sonreído, como dándome la razón, porque, hijo, esas cosas pasan. Se ha calmado de golpe, y eso me ha asustado. Cuando un tipo se rompe y se calma al instante significa que está muy jodido. Me ha dicho que, muy bien muchachito mío, cuídate. Ya hablamos. Y ha colgado.

No me quejo. Tampoco tengo tiempo para quejarme. Ni ánimos de hacerlo. Aunque la verdad es que he tenido un gran día. He podido hacer lo que me ha dado la gana, pero aún así tenía algo pesado sobre los hombros. Alguien me pisaba los talones, alguna entidad viciosa y maldita jugaba con mi alma. Y me he reafirmado en el día, efectivamente, ha sido un gran día, y efectivamente, estoy muy deprimido. Nada en el mundo entero puede hacerme sentir bien en este momento. Nada puede salvarme. Estoy en trance. Adormecido. Pensando en que lo más violento y desagradable que puede  experimentar un hijo es escuchar llorar a su padre.

Me gustaría encontrar a ese hijo de puta del polaco y reventarle la cara a martillazos. Sacarle todos los dientes de cuajo. Que los escupa uno por uno. Que quede deformado y de por vida; que sea un monstruo para toda la eternidad, un esperpento imposible de ver... y que la puta de mi madre le mire fíjamente y se angustie. Que llore dramática, que le acaricie las mejillas temblorosa, y le diga, mi rey, mi papá, no pasa nada; mi rey, mi papá, no pasa nada, yo aún te amo. Y que comprenda que toda esa soberbia obscena se esfuma cuando el hijo de puta de su parto viene decidido a arrebatarle el único consuelo que le queda en esta miserable vida. ¡Voy a romperle la cara a tu novio, mamá! ¡Iré esta noche! ¡Iré esta noche a dejarlo tetrapléjico!  Y quiero que lo sepas. Que me veas entre las sombras, salvaje, enfurecido y mil veces enorme. Con los ojos muertos, la boca torcida y los dientes brillando, con los nudillos desgarrados de tanto golperle la cara al imbécil de tu novio. Quiero que me veas a mí y sólo a mí estropeándote lo que crees que es eterno. No, señora, no existe nada eterno en éste mundo. Ni siquiera la familia.

Me he mareado, ya van dos días sin dormir. He tenido algunas alucinaciones. He visto una sombra extraña que me seguía, me he reído con él. Me ha contado un chiste. Luego me ha dicho algo así como que, muchacho, deberías dormir, que sino me vas a ver muy de cerca y te vas a asustar. He asentido con la cabeza mecánicamente, luego he estallado en una carcajada. ¿Qué jodido el mundo, no? Existe un hombre bueno, honrado y noble en toda la faz de la tierra que ama a una sola mujer, a la que le ha regalado treinta años de su vida; y resulta que para ella no valen verga cuando aparece una gran polla extranjera, roja y suculenta. Una polla de oro. 

Pero si yo te entiendo mamá. Yo también soy muy puta. Pero lo tuyo es inmoral. No porque te acuestes con otras personas, que eso lo entiendo. No porque creas que lo mejor es manchar mi nombre por descubrir tu secreto. Para nada. Lo tuyo es inmoral porque estás matando a papá. Lo tuyo es inmoral porque estás haciéndole daño a alguien vulnerable. Lo tuyo es lo más puto inmoral del mundo porque cuando una mujer como tú decide reventarle las bolas a alguien como papá, en realidad está cometiendo el acto más infame de toda la historia: está castigando a un hombre honrado, está abusando de su poder y está despreciando y maltratando a una persona enamorada.

A veces me apetecería aparecer en casa. ¿Sabes? Estar allí frente a ti y golpearte hasta matarte. Cogerte del cuello y reventarte la cabeza contra la pared. Mientras me chillas que pare. Y seguiría hasta que termines desangrándote en el suelo. Quisiera cogerte del cuello mientras te explotan los ojos. Alucinar con el sentimiento de poder que existe en matarte. He soñado miles de veces que te mataba. Es algo que me dejó los pelos de punta, pero es real. Te soñaba bañada en sangre, chillando histérica que estabas harta del mundo; tú y tus patéticos intentos por llamar la atención, que si te vas a suicidar, que si no soportas más, que si estás cansada. Tú no sabes lo que es el cansancio, mamá. Y yo poseído por el demonio del Ýtchz. Y tú llorando como una niña pequeña. Y yo viendo en tus ojos terror, y yo apretando el gatillo en tu cabeza..

Otras veces quisiera que todo fuera normal. Poder besarte en la frente. Amarte, mamá; amaros a todos. De verdad que si pudiera amaros a todos lo haría; pero no puedo. Tengo demasiado dolor en el cuerpo. Demasiado rencor. Los odio a todos y a cada uno de vosotros. Me arde el puto pecho cuando recuerdo mi infancia. Cuando veo las fotografías. Tu rostro sonriendo, tus manos acariciándome la cabeza, tus ojos verdes mirándome con precaución y ternura, pero luego recuerdo que todo eso no es cierto. Que nada de eso existe. Que me lo he inventado. Que todos esos recuerdos le pertenecen a otra persona, en otra familia...

Me hierve el puto alma cuando recuerdo las veces que caminaba por los pasillos y gritabas histérica que me largase de allí que estabas ocupada corrigiendo tesis doctorales y mierdas de ese tipo; y yo con siete, ocho años lo único que podía hacer era huir. Y si me preguntaban por ti, sólo podía decir que tus manos eran dolorosamente frías. 

Siento que me desvanezco. Veo doble. Luces de colores. Abismos florales. El mundo se desvanece. Me arden los ojos, me arde el pecho. Me pesa el alma, me pesa la cabeza. No quiero pensar. No quiero sentir. Mamá..., ¿por qué me has vendido a la nada? ¿Por qué me has abandonado en los infiernos?

Me he reído otra vez. Pensando en que el mundo tiene tanta gracia. No paro de reír. No paro de reír como un poseso. Recuerdo cuando esta mañana le rompí las bolas al profesor. Qué delicia de momento. El tipo dándome la razón como una máquina registradora, y yo sonriendo sarcástico, con los ojos negros y las cejas arqueadas, con cierta sorna en la boca. Y luego, de pronto, un alfiler. Mi padre llorando por el teléfono, que no es justo; que él la amó, la cuidó, nunca le levantó la mano, ni le faltó el respeto, jamás le mintió, y siempre la hizo sentir digna; tampoco le dejó sola... Y ahora. Es ella. La que le deja en la más absoluta nada. Perdido en un abismo. Extraviado en la desesperación. Desamparado.

Y pienso: pobre padre inútil, eso te pasa por creer en el amor. ¿Qué edad tienes, quince años? Y pienso: pobre padre imbécil, eso te pasa por ser un jodido maricón. ¿Te crees Romeo? Y pienso: pobre padre estúpido de mierda, eso te pasa por ser un completo inútil, una basura, una cucaracha que cree en lo que los demás dicen. Y pienso: ¡Si tuvieras cojones como yo, hijo de puta, como yo, hace meses que te hubieras largado en busca de otra cosa! Y entonces un espasmo salvaje y agónico. Un hombre enamorado... Un hombre frágil. Un hombre solo y confundido. Y ella tan enorme y salvaje, golosa y mil veces maldita. ¿Por qué las personas se joden entre ellas sin ninguna razón? ¿Por qué invertís vuestro tiempo en matar lo que es bello? CHILLO COMO UN PUERCO, chillo como un puto puerco a las dos de la madrugada. Chillo como un niño roto. Con la boca desencajada, los ojos en blanco y el alma hecha una nudo. Me retuerzo en el asiento, agónico como un animal al que han mordido los carnívoros. Jadeo como un miserable que no tiene nada en el mundo. Chillo y lloro y sufro y me digo que el mundo es tan horrible, que mi papá era el único hombre bueno del mundo. Que era lo único bello de este maldito mundo. Lo único ideal que pode conocer... Lo digo mientras trago aire y jadeo, toso y exhalo fuerte. Como si estuviera pariendo. ¡Estoy pariendo a un engendro que nacerá sin madre! Mis cejas se arquean duras y abominables. Mi rostro se muere. Mi madre me ha vendido a los infiernos. Mi padre está jodido, y aún así, quiere proteger a sus hijos. Y yo aquí, con lo único que puede hacer una persona como yo... simplemente odiar.

Estad todos atentos...

¡Mirad todos a ese muchacho!

Se llama Francisco, tiene veinte años, es medio maricón, y un tipo se folla a su mamá.

Miradle bien porque está allí, encogido en la habitación, mientras su propia sangre mata al único ídolo de amor de todo el planeta. Leedlo atentos... porque hay un polaco millonario que se folla el coño de su mama.

Y ahora, miradme atentos a la cara.En mis ojos sólo hay vergüenza y resignación. Miradme a los ojos muy atentos porque no me queda nada, porque mi mamá me ha dejado sin ningún ápice de dignidad

¡MIRADME BIEN, HIJOS DE PUTA, UN JODIDO POLACO DE MIERDA SE FOLLA A MI PUTA MADRE! MIRADME BIEN, BESTIAS. ¡JODIDOS INDOLENTES DEL MUNDO! MIRADME, HIJOS DE LA GRANDÍSIMA PUTA

¡¡¡MIRADME!!!
¡¡¡MIRADME!!!
¡¡¡MIRADME!!!
¡¡¡MIRADME!!!

Hay un tipo en la ciudad que se folla todas las noches a la mamá de Francisco. Señaládme con el dedo. Quiero sentir la humillación y la burla. Ponéos en fila y escupídme, reíos del dolor ajeno, que a mí no me importa nada. No tengo a nadie a quién perder.

He parado de golpe. Me he secado la cara y me he puesto a liar un cigarrillo. Su puta madre, el polaco ese. Al menos hace algo bien, y además de joder a mi papá con lo de su mujer; también se folla a consciencia a mi madre. Es estupendo que sepa hacer algo bien en su vida. ¡Que no me entere yo, eh, polaco de mierda, que no me entere yo que te la follas mal que voy a tu casa y le rebano las tetas a la moderna de tu hija! ¡Y a tu hijo le obsequio una hermosa y grotesca fisura anal! Pero, polaco de mierda, mírame a los ojos. Te prometo que no es nada personal. Hasta me caes bien. Tienes cara de imbécil. Lo digo en serio. Tienes cara de imbécil y eso es muy divertido.

Voy a la cocina. Abro la nevera y saco un red bull. Antes he ido al supermercado y me he pillado quince latas. A saber, a lo mejor puedo matarme si me las bebo todas de golpe. Eso podría estar bien. Tomarme diecisiete latas de red bull y un botella entera de ginebra. Y ¡BANG! muerto por vivir por encima de mis posibilidades.

He regresado a mi cuarto. Me he puesto a leer unas cosas, a escribir otras, que si en Francia no sé qué, que si tengo que hacer un trabajo en grupo de no sé qué, que si quiero sexo con una señora, claro que no, vieja de mierda; que si quiero quedar el viernes, claro por qué no; que si quiero ir al cine con no sé qué tipa, claro por qué no; que si nos vemos el jueves para tomar una copa de vino, claro por qué no; que si quiero pasar un buen rato "a solas" con no sé quién, claro por qué no. Suelo estar a solas mucho tiempo. Y es una sensación muy reconfortante.

Me he dado un par de golpes en la cara para recuperar el aliento. Fumo el cigarrillo. Me sonrío. Caray, me encuentro tan terriblemente solo. Tiene gracia. Un mundo lleno de gente y yo aquí, tan solo. Un mundo lleno de polacos. Y yo aquí, tan perjudicado. Bebo un sorbo de taurina. Nada. Todo igual. Bebo otro sorbo más. Nada. Se acaba la lata. ¿A quién le importa las latas cuando hay polacos?Voy a la nevera, cojo otra lata. Y otra y otra, y otra. Me tengo que matar. Hoy lo hago. Hoy me la juego. Estoy hasta los huevos de todo. Voy a dejar un hermoso cadáverVoy a ser tan maricona como mi madre y voy a decir "ay, estoy harta, me quiero suicidar", basura inmunda. He dejado las latas qué les jodan. Lo que haré será dormir bien. Cinco, cuatro horitas, ir a clases, pasar el rato, fumar en las bancas, beber vino, llevar unas gafas de sol, exhibirme, no sé, hacer el paripé.

Tu puta madre polaco. Mi puta madre, mundo. ¡Mi puta vida, Satanás! ¡Quiero que baje Jesucristo de los cielos y me diga por qué el mundo castiga a los que creen en él! ¡Quiero que bajes, Dios Bastardo, DE LOS PUTOS CIELOS Y ME MIRES A LA CARA! ¡TE PROMETO QUE TE VAS A PONER  LLORAR! NO TE HACES NI UNA IDEA DE CÓMO SON MIS OJOS... NO te haces ni una idea de lo podridos que están, de toda la mugre humana que soportan, de toda la maldad rebosante que anida en mi interior. Si vieras en mis pupilas tu propio reflejo. Estarías muerto. Te volverías loco. Caerías al suelo y chillarías como una lagartija. Y yo te desmembraría. Poco a poco. Extremidad por extremidad. Yo te haría tanto daño, gólem divino. Y te dejaría tullido e infame durante toda la eternidad; ¡por los siglos de los siglos!... porque, Dios Mío, no te haces ni la más mínima idea de lo que siento por ti. Porque, ¡¡¡Oh, Dios Mío!!!, no te haces ni una puta idea de lo que sería capaz de hacerte si te tuviera aquí delante. Dios Padre no sabes cuánto te odio. Porque si tuvieras valor de manifestarte verías que no estoy solo. Que El Ýtchz acaricia mis hombros. Porque si me vieras ahora, falso ídolo santificado, comprenderías... Y si tuvieras la osadía de tocar mi pecho e insuflarme amor, tus dedos se quemarían. Y si tuvieras la indecencia de hablarme de justicia tu lengua explotaría... Y si tuvieras el coraje de decirme que son los designios del señor vendería mi propia alma al diablo sólo para intentar corromper todo lo bello del mundo. Porque iría casa por casa en busca de las vírgenes más inocentes del mundo y cometería crímenes imperdonables, y cometería atrocidades imposibles, y rebanaría sus cuellos, follaría sus agujeros y cantaría tus propias alabanzas judías, jodidísimo esperpento celestial.

Palpo mi paquete. A ver si consigo algo bueno. Me bajo los pantalones. Intento pensar en imágenes pornográficas, en chicas desnudas. En pechos amenazantes y puntiagudos, pezones erizados; carnosidades voluptuosas, carne fresca y joven. Traseros hermosos y redondeados. Imaginar abrir unas piernas, como una dulce alma frutal y lamer su interior virginal. Cachondo y rojo. Empuñar mi polla entre dos muslos jóvenes y desinhibidos. Nunca me he aprovechado de una chica borracha. Eso sólo lo hacen los perdedores, o los que están muy desesperados. Pienso otra vez: pechos carnosos, piel, traseros. Unos labios rojos y hermosos, unos ojos enamorados, el mundo, pechos hermosos, pechos hermosos. Mil chicas desnudas en un harem. Mil chicas cachondas y húmedas. Sus bragas son pegatinas burbujeantes. Sus copas fértiles son un oasis. Aprieto mi polla y la incito. Una vez, dos veces. Se endurece. Noto su hervor y su vigor. Cómo arde entre mis manos. Estoy temblando de frío, veo colores extraños, voces malditas y guturales, siento pasar por mi espalda a espectros de fantasía infame. Respiro hondo. La palpo. Mi polla está roja y caliente. Late tanto, brilla tanto, se ve tan hermosa que excitaría a cualquier persona en la faz de la tierra. Es tan violenta y fantástica. Tan condenadamente violenta. Pienso en agacharme hasta ella para intentar lamerla, pero eso sólo son fantasías exquisitas, especulaciones imposibles. Me río, menudo subnormal estoy hecho. Me río otra vez, todo el mundo tiene gracia. Mi papá llorando, ¿puede haber algo más trágico y cómico? Ay, miradme, soy el papá de Francisco y lloro porque mi mujer me pone los cuernos. Pienso en otras cosas. Chicas hermosas, pechos calientes, chicas hermosas, pechos ardientes, chicas hermosas y mi padre llorando.

No lo soporto.

Miro al frente como si estuviera al borde del colapso. Hace quince minutos he pensado seriamente en suicidarme. He dicho que cogí quince latas inocentemente, pero es mentira. Os he mentido. Sabía perfectamente para qué eran. Sabía lo que quería. Deseaba que me explotara el corazón. Que alguna arteria se volviera loca, que hiciera CRASH en mi cerebro y quedara medio imbécil, al menos así no sufriría tanto... Me subo los pantalones. Respiro pesadamente. Casi por inercia. No por necesidad. Me rasco la cabeza. Froto mis manos. Me sonrío, qué puto mundo de locos. Me tiembla el pulso. Aprieto los puños, pero no hay manera. Estoy demasiado afectado. Aprieto más fuerte, el pulso, pero no hay puta manera. Otra vez. El pulso. El pulso. El pulso matándome. Me pongo de pie. ¡QUIERO VER A TODO EL MUNDO SUFRIR! ¡QUIERO REÍRME DE VUESTRAS TRAGEDIAS! Pongo rostro de fiera, mis ojos se impregnan de infierno. Chirrío los dientes. ¡Voy a acabar con toda la especie humana! Me pongo en posición de boxeo y me doy de hostias contra la nada. Pretendo pegarle a Dios. ¡Rompiéndole la boca a la virgen María! Pegándole a la madre de la ausencia, rompiéndole la nariz a la matriarca del dolor, maldiciendo mi sangre, mi pulso y mi semen. Todo en mí está maldito. Todo en mí ha nacido muerto.

Termino dándome veinte o veintiséis puñetazos en la cara. Estoy hecho un asco. Me chorrea sangre de la nariz. Me he mordido el labio involuntariamente. Me río. Qué metal, qué metal. Suspiro aliviado. Cómo quisiera volver a nacer. Siento la sangre recorriendo el interior de mi cerebro. Trago saliva. Me duele la garganta. Me siento mucho más relajado. En el fondo, ha sido un gran día. Le tomé el pelo a un profesor, ¡menudo pringado!, fumé con unos amigos y hablamos de tetas. Hice el tonto. Leí cosas interesantes por allí y por allá y hasta pude pillar red bull. 

El cielo se dibuja potente y cariñoso. El mundo es un lugar maravilloso. El mundo te ama y no te decepciona. Nada te hiere. Nadie te traiciona. La noche me acompaña, hermosa y delicada, como un espectro amable y sonriente; se regocija, sabe que cualquier día de éstos voy a cruzar la línea. Le sonrío enamorado, ¡lo sé, lo sé! Perversa mía... Me dice que soy un tontorrón. ¡Por supuesto que sí! le aúllo afortunado. Que se alegra de verme, yo también, bonita mía, ¡yo también! Suspiro calmado... Me adormezco. Me siento en calma. En paz

Cojo un pañuelo y me limpio los restos. Mira qué eres bestia Francis, mira que hacer esas cosas como que no... Creo que ya es hora de irse a dormir. Acabo lo que me queda de taurina. Me río infantilmente, dichoso, como un niño pequeño. Como alguien que ha vuelto a nacer. Hoy ha sido un gran día. Pego el último sorbo de taurina. Asiento con la cabeza. Sí señor, un gran día. Pego una calada profunda. Ladeo la cabeza. ¿No os parece que el mundo es, en realidad, un lugar maravilloso dónde todo puede pasar? Pego otra calada; el mundo es un lugar mágico dónde un día comes manzanas y al otro naranjas. Me recuesto sobre la cama. Cierro los ojos y siento cómo empiezo a quedarme dormido.

Pero de pronto, algo me despierta. Me agito sobresaltado. Toco mi pulso y estoy demasiado acelerado. Mis manos tiemblan y mi garganta parece espolvoreada por arena. No puedo tragar saliva. Mis ojos se humedecen, mi rostro se parte e intento pronunciar algo para ver si todo va bien. Humillado y lastimado; con un hilo de voz casi infantil me digo en voz alta que el día en el que tenga la oportunidad de ver a mi mamá a los ojos, la contemplaré unos instantes y luego, le escupiré en la cara.


*
«Obeliscos soliloquios con el erecto máximo»

Que no tío, que nos vamos al botellón de filo...
Qué va, que te has bebido 6 red bulls, animal,
¿qué quieres, un paro cardíaco, muerte súbita?
No seas imbécil.
Qué te lo vas a perder, soquete, que va gente guay.
Que a lo mejor follas.
¿No te parece que merece la pena el riesgo?
No sé, man, que estoy muy cansado.
Me quedé dormido en el metro.
Me desperté desorientado.
Un viejo marica me puso la zarpa en la pierna.
Un vagabundo me preguntó si creí en Dios.
Qué estoy quemadísimo.
Me la suda, carapolla, no me exageres, que yo estaba allí.
Además el viejo ese no era feo. ¿Te parecía guapo?
Sí. Bueno, no.
Podría ser mi padre.
Claro, por eso mismo lo digo.
Mira, macho, déjame un rato, ¿no?
Qué va.
Ah sí, es verdad.
¿Qué?
¿Qué de qué?
¿Qué?
¿Qué de qué de qué?
¿¡QUÉ!?
¿Qué de qué de qué de qué?
¿Quieres tratarme con respeto?
Ah, vale.
Muy bien.
No
No
No
Joder, tío, qué te vas a llevar una hostia.
¿Pero, dime esperpento afiliado al drogos-facha,
cómo se le puede tratar con respeto a alguien como tú?
No voy a responder a semejante estupidez.
A veces eres un auténtico gilipollas, muchacho.
Tiene gracia que me llames gilipollas cuando eres una...
¿Una qué, jodido imbécil?
NO TÍO, QUÉ HACES,
UNA ERECCIÓN AHORA MISMO NO.
QUE HAY GENTE, NO TÍO, NO, NO.
QUÉ EL VIEJO ME ESTÁ MIRANDO
CON OJOS PATERNALISTAS
¡QUÉ DOLOR!
¡¡¡ESO ES, HIJO DE PUTA, JÓDETE!!!
¡¡¡SIENTE TODA MI FURIA FÁLICA!!!
¡¡¡DESEARÁS NO HABER NACIDO!!!
¡NECESITO HACERME UNA PAJA, PERO YA!
¡¡¡NO PUEDES, TE QUEDA
MÍNIMO VEINTE DE TRAYECTO!!!
Cállate, cara polla.
Que sepas que es la última vez que te escucho.
La próxima vez, ni pajas te voy a dar.
No te atreverás, verdad, ¿Francisco?
Ya verás, jodido esquizofrénico.
Ya verás tú.
Un día de estos.
Cojo.
Me levanto.
Y me hago operar.


*
«Gustavo, Francis y XIX; en: Una navaja sin prejuicios»

Mi estirpe caprichosa y mis bolsillos vacíos, llenos de normalidad. El mundo dibuja horizontes suicidas y edificios burlescos, las calles están llenos de muertos y de anarquía. El rostro de una mujer se dibuja delgado y voluptuoso. Sólo puedo ver sus labios. No hace falta ver nada más. Es una auténtica belleza. Pienso en Ro y en el extinto Paraíso Robot. Tengo los ojos rojos, las ojeras negras y el cabello oscuro. Una garganta irritada y medio paquete de cigarrillos en el bolsillo de mi chaqueta. Hace dos días que no he dormido y estoy bastante violento. A lo lejos veo al imbécil de Gu caminar hacia mí. Aborrezco toda su especie. Todo el olor humano que desprende. Su estúpido trabajo en el supermercado, su maldito narcisismo cuando habla en clases. Pero, sobre todo, lo que odio más es su cara de sapo escuálido. Sus ojos de animal indefenso, y ese hedor de malhumor que desprende a cada paso. Su cuello no vale una mierda. Su vida tampoco.

Hace media hora que hemos salido de clases. Le he visto alejarse de la gente porque, probablemente, tenga que irse a trabajar. Lleva una camiseta blanca de algún supermercado de mierda. Unos pantalones jeans y unas playeras de deporte. Viste como un jodido anormal. Camina como un esperpento social. Respira como un bebé: atragantándose con su propio oxígeno. Te mataría yo mismo. Te mataría aquí mismo. Creo que sus pasos denotan que está escaldado, seguro que le arden las ingles de mear sentado.

Llevo en mis bolsillos el culmen de mi existencia; odio, rencor, malicia, tabaco, fuego y una revista; una cuerda de metal, una navaja extranjera y un dardo lleno de tinta; un folio arrugado, algunos analgésicos y un paquete de chicles. Aborrezco la menta, pero al menos refresca y no aburre el paladar. Masticar chicles de menta es como masticar un trozo de plástico. Así de insulso resulta, y así de artificial es. No sé a quién se le ocurrió semejante nombre de mierda, pero sin duda, es un desatino. Leedlo bien: Menta. Menudo esperpento sonoro. Me acerco a él, pretendo saludarle y lo que surja:

¿Qué hay Gu?
Llevo prisas, Francis, ahora no.
¿Te caigo mal, eh, tonta hemofílica?
Eres una mierda de tío, sí.
Claro que me caes mal.
Me tocas los cojones.
Ahora largo, que llevo prisa.

Te caigo mal, eh, ¿perra?
Estate quieto subnormal, que te rompo la boca.
ADIÓS.
Vamos, mariquita, adelante, échame el pecho pa quí; jodida porquería tartamuda, te pongo los morros aquí al frente, te mando besitos volados, soy tuyo para que con esas manos de vieja drogadicta y costurera me rompas la boquita.
No me busques que me encuentras, hipster asqueroso.
¿A dónde vas con ese pendiente de pirata marica?

Eres tan original que me entran ganas de llorar.
Cállate, anormal.
Acércate más, a mí; quiero sentir todo tu vapor en mi frente. Quiero ver las venas púrpuras de tus ojos, quiero que te estalle la yugular y que te quedes ciego, mierda inmunda. Hijo de una violación.

Se precipita hacia mí.
No le esquivo.
Dejo que pegue fuerte.
Para ver de qué está hecho.
Pero me decepciona.
Pega sin odio.
Sin maldad.

Me limpio la boca, escupo un poco de sangre.
¿Sabes que me follaría el culo de tu vieja todas los días? ¡Aún cuando estuviera hediondo de mierda! ¡Sería mi terapia contra el aburrimiento!

¡Eres escoria, imbécil, eres hombre muerto!–
Dice mientras apreta los puños y arquea las cejas.
En cierto modo, se le ve bastante adorable así.
¿Qué respondería un hombre si sabe que hoy es el día de su muerte?
¿Qué diría?
¿En qué pensaría?

Acércate, putita, quiero que me des bien fuerte en los huevos porque me está dando un picor terrible y tú, como buena perra que eres, me vas a dar alivio.

Se acerca rabioso.
Escupiendo saliva por la boca mientras gruñe y veo en sus ojos todo el odio del mundo. Me sonrío vicioso, ¿no es bella la agresividad humana? Me importa una mierda tu vida, y tu estirpe, aquí estamos solos tú y yo. No tienes a nadie.

Llevo mi mano al bolsillo. Palpo el metal. Escondo el puño debajo de mi brazo y le doy un codazo en la nariz. Tose y expulsa un poco de sangre. Parece un cerdo en Vietnam. Te vas a desangrar, anormal. Intenta palpar lo que tiene alrededor; pero le es imposible. Está hermosamente desorientado. Se reincorpora rápido y levanta los puños. Creo que quiere boxear. Es una pena que yo no sepa jugar limpio. No me lo reprochéis, soy mal tipo. Me quedo de pie, esperando a que vuelva a atacar, mantengo una mano en el bolsillo, y cuando corre hacia mí para azotarme pongo gesto de terror y me alejo. Le grito que he tenido suficiente. Que lo deje pasar, que he sido un auténtico gilipollas y que me ha pegado fuerte. Que es obvio que es más hombre que yo. Gu se detiene en seco. Niega con la cabeza «Joder, Francis, eres una puta mierda. Nunca aprenderás. Deja de tocarme tanto las bolas que un día de estos de voy a matar sin querer». Esa mierda me ha hecho reír mucho. He empezado a descojonarme vivo, hasta temía que recapacitara y volviera a pegarme. Me he reído de lo lindo. «Ya, colega, lo siento, sabes que padezco de esquizofrenia», «¡Pues ven a clases medicado!» lo dice como intentado ser ingenioso, «sí, tío, tengo que hacerlo más a menudo».

Luego veo que se gira y se arregla la camiseta. Le llamo, que tengo que decirle una cosa, se gira y le clavo, sin mucho interés, el filo de la navaja en el estómago. Como aquel que saca un tíquet del cajero automático, hace cola en el supermercado, o simplemente recoge algo que se ha caído al suelo.

Y luego otra vez.
Y otra vez.
Y otra vez.

Hace un día estupendo. Son cerca de las ocho de la tarde. Los pájaros parecen sanos, el sol empieza a bostezar, y la hierba se mueve fantástica. El suelo no se mueve, los muros no tienen consciencia. Alejandra Pizarnik aún está viva...
Luego recuerdo a mi amigo, veo cómo sus ojos se cargan de asombro, gesticula algo indescriptible por la boca, su garganta tiembla, las aletas de su nariz oscilan como aves antes de emigrar a otro mundo. Le sonrío.

Te estoy matando– le digo.

«Te estoy matando y me encanta» le susurro al oído con voz pornográfica. El pobre tipo llora y se coge de mis piernas. Pone gesto de desesperación y niega con la cabeza muy agitado. Me beso los dedos y se lo pongo en los labios. –¡Guapo!– Tose sangre y jadea. De pronto me encuentro terriblemente hambriento. Tengo ganas de comer algo sustancioso. Quizá un plato de lentejas, con un gran puñado de arroz. Cortar poco a poco el embutido de carne y saborearlo en mi boca. También me apetece una copa de buen vino. De esos que no superan los cinco pavos, el resto sólo es pretensión. Queso curado y de cabra. Y también chocolate sueco. Para nada el suizo, a esos canallas los odio. Me apetece introducirme el chocolate en la boca y dejar que se derrita en mi paladar.

De pronto me doy cuenta de que me han entrado unas ganas lascivas de follar. Parece que, de alguna manera, la sangre me ha excitado. Cómo te extraño, Athenea.

Tengo ganas de acostarme con XIX, verla desnuda en la inmensidad de la habitación. Morderle el cuello. Palpar sus pechos con mis labios. Desnudar su cintura, dejarla en bragas y asfixiar su cuello mientras delineo a Venus y los pliegues de su fértil empiezan a sudar. Quiero que mis dedos se impregnen de todo su perfume juvenil. Y después sentarnos, ella notando mi paquete entre sus nalgas; y yo sintiendo su cabeza sobre mi cuello, estrujar y dar aire a su cuello. Llevarme la palma de mi mano hacia mi boca, sacar la lengua y lamerlo. Y luego introducir mi mano entre sus bragas y empezar a frotar la boca mágica. Quiero que toda la habitación huela a coño. Separar mi mano de su cuello y abrirle las piernas, susurrarle al oído que es una nena sucia. Meterle un dedo como garfio en su mejilla y tirar de él mientras le quito las bragas y siente la piel de mis genitales. Lanzarla contra el suelo como si fuera una pordiosera. Y empezar a comer su coño. Lamerlo en círculos, escupiéndolo, ensuciándolo, embarrando su virginidad con mi obscenidad. Voy a sentarla. Acercarle mi polla y ella va a succionar ansiosa. Va a jadear extasiada. Y cogeré sus orejas con fuerza y me follaré su cabeza. Mientras un hilo de lágrimas brota de sus ojos y sonríe afortunada. Mientras se ahoga entre arcadas y cascadas de saliva mojada. Voy a retirarla, y ponerla en pie. Darle un beso en los labios, decirle que ella significa algo para mí. Se va a morder el labio. Y yo acariciaré su rostro y sus labios. La tumbaré en la cama y le susurraré: a todo el mundo le gusta sentirse querido. Ella flexionará las piernas para que mi pene entre en su cosmos y yo enredaré mis dedos en su cabello y entraré, poco a poco al parnaso de la humanidad. Y tendré el vicio de entrar y salir, lentamente. Primero caminando. Luego arrastrándome y al final será sólo reposar el pie en la entrada y en la salida. Estaré jugando en las puertas del universo hasta que su alma eyacule en mi cara o mi corazón.

Retiro la cuchilla de su estómago y le contemplo la escena orgulloso. «Qué bien sabes morir, hijoputa. Hasta me das envidia». Gu levanta la mano huesuda y tiembla perplejo. Pienso en la política moderna, que se nos ha ido de las manos. Tensa los músculos, araña su rostro con la nariz y gruñe espectralmente. Creo que el principal problema de la democracia actual es que creemos que existe de verdad algo tan idílico como la libertad. Ni siquiera va en mayúsculas. Arranca de su estómago un grito adolorido y maldito. Parece la maldición de toda una especie. Sigo pensando que lo mejor es la anarquía. Al menos así todo es gratis. Y a todo el mundo le gusta las cosas gratis. Robar, por ejemplo, sería gratis. Amar, gratis. Matar gratis. Incluso, vivir, sería gratis. Se arrastra como una larva nauseabunda. Le miro con soslayo, me rasco la cabeza, limpio la navaja en su cabeza y la guardo en el bolsillo. Pero el principal problema sería el sector servicio. Si todo es gratis, si todo no tiene dueño, ¿quién curaría a nuestros enfermos? ¿Quién nos despacharía el pan para el desayuno? ¿Quién trabajaría la tierra, los animales y el clima para que los no-ciudadanos puedan disfrutar de todos esos placeres humanos? Levanta el brazo, poderoso y decidido. Estira la mano y cierra los dedos dejando ver el anular. Me insulta con su ademán. Me río. «Jodido anormal» le cuento, mientras me siento en el suelo y me cruzo de piernas. Tengo la cabeza en otro lado, pero tengo que admitir que ha tenido gracia eso del dedo medio. Me pregunto ¿qué pasaría con el anarquista suicida? ¿El que quiere hacer volar todo por los aires algo porque se aburre? ¿Aquel que dispara en la frente de sus padres, quema la casa de su novia, y rebana el pescuezo de su perro porque le pica la nalga derecha?

Me recuesto contra el muro y veo los últimos instantes de vida de ese infeliz. Me digo que si le costaba tanto cerrar la boca y admitir que no podía ganarme, que podría odiarme toda la existencia, pero nunca arrebatarme la mofa. Recapacito, me alejo de mi estado espiritual. ¿Y qué pasaría con los más frágiles? ¿Los niños, los animales, los creyentes del Señor Jesucristo? ¡Todos estarían perdidos! El tipo se desploma y yo mira al cielo. Hace un día estupendo para ver morir a los cerdos. En el fondo hoy ha sido un gran día. Creo que la solución no es la anarquía. La solución es la extinción de la especie. No sabemos estarnos quietos. Somos pulgas infernales, garrapatas del mal, sanguijuelas hambrientas. Aunque luego podemos pensar en el capitalismo. Pero no, no, no; no señor, el capitalismo es un carnívoro. El capitalismo es un carroñero. El capitalismo es una bestia de dos cabezas que todo lo consume, lo ensucia, profana y maldice.

Me levanto, me limpio los pantalones del polvo del suelo. Saco un cigarrillo. Le doy fuego. Pego calada. De pronto me han entrado ganas de mear. Aunque me resulta terriblemente hipócrita criticar algo que nos lleva acompañando toda la existencia lógica de nuestras vidas. Dudo que la mayoría de la juventud que no supera los treinta años piense que el capitalismo es algo nuevo. Me acerco al cadáver y bajo mi bragueta. Estiro mis boxers y saco mi capullo. Me concentro en darle a la diana. Primero un ojo, luego el otro. Después en la boca, que se inunde su hocico con mi urea traicionera. Preparo un cuajo de mucosidad y saliva. Encierro mi capullo. Respiro hondo. Subo la bragueta y levanto el rostro. Estiro la cabeza y escupo al cielo. Doy unos pasos y la saliva cae encima del muerto. Sigo caminando, debería irme a casa, se ha hecho tarde y me apetece leer un poco de Emile Ciorán.



*
«xix»

Para siglo XIX

I

Luna, señora víctima de ti
Oh, Luna mía
Treinta y seis...
Y huyes de mí

Me ofendes
Vida mía
No me das
Ni un mísero
alivio
no me das
ni un maldito
rezo

Estamos tan lejos, rencor
Tan lejos del mundo
Tan sumidos en
El Inframundo

¿Qué es un beso
en un mundo pornográfico
como el que late y existe?
¿Por qué no te dejas seducir?
A ver, alma mía, dime
¿Por qué no?

¡TE ODIO CON TODA MI ESTIRPE!
¡YA TENDRÍA QUE ESTAR MUERTO!
¡TE ODIO CON TODA MI SANGRE!

¡Oh!
¡Oh!
¡Oh!
¡Deidad!
¿De qué me sirves tú si no existes?

II

¡Oh, alma mía!,
cántaro de colibrís
yo te haría tan infeliz,
tan desdichada
y a la vez
tan sublime

Te elevaría
Por las cavernas
de
mi cabeza

Podrías fluir
entre las nubes
toxicómanas
de mi existencia
pero no,
¡no, no, no!
¡no señor!
prefieres
morir
frente
al espejo
frente
a mi
cruz

No sé qué decir
Me matas
¡Me matas, indolente!
Me matan tus palabras
¡Soy un condenado feliz!

Eres toda una estirpe,
Ojo de paja,
maldita
R*

No...
No...
No...

¡¡¡NO!!!

¡Francís, qué hacés con tu vida!
¡Francís, por qué seguís con vida!
¡Francís, qué esperás de la vida!

Y tú
me odias
No necesariamente
Cuerda
Soga
Asfixia
Quiero
Que
Me
Maten
Tus
Piernas

Me odias
con toda
la leche
materna
de tu santa
madre

No te odio
No te odio
No te odio

¿Yo te importo?
¿Yo te sirvo?
¿Yo te existo?

¡Muérome, XIX, de verdad que muérome!
Eres una gran cínica
¡Tú no sabes amar!
¡Tú no sabes a mar!
¡Quiero ser la red
que condene
toda la fauna
marina de tus
caderas!

III

Podría derretirte
Te lo prometo
Podría derretirte

Deja tú
de ser hielo
conviértete
en agua
anida
en mi pecho
haz
que
de mi boca
florezcan
flores de invierno

No me crees que sí te quiero
muéstrame cómo vivir
Enséñame a respirar

¿oh?
¿oh?
¿oh?

Enséñame a dormir
déjame ser el recuerdo
de un animal que te sueña
estar en la memoria de
un muro muerto
¡¡¡ámame!!!
déjame amarte
llorar por tu desprecio
sé mi Lolita
sé mi M.B
sé mi R.
sé mi C.
sé mi D.
sé mi Juliette
sé un número primo
Sé mía

Mírame a los ojos
como si toda la existencia
se detuviera,
mátame con tus pupilas
Aráñame con tus pómulos

Quiero sentirme
minúsculo,
diminuto
a tu lado
Quiero
que tus ojos
me rompan el alma
Quiero
caer al suelo
y agonizar
Quiero sentir el tacto
de tus dedos
Quiero
que tu nariz
esté cerca a la mía
Quiero
escuchar
la vibración
de tus pestañas
Quiero verte reír
Quiero verte llorar
Abrazarte

Romper los muros de tu dolor
Agonizar a tu lado
Llevarte en hombros
Dormir en el césped
Dormir en la nada
¡Quiero ser el polvo de tus pestañas!

¡Quiero ser tu carruaje!
¡Oh, 16, quiero ser tu carruaje!

¡No me dejes morir sin haberte besado nunca!
¡Te lo imploro!

IV

Quiero
Quiero

Yo también

quiero
quiero

Pero
no un poema
No una flor
No una bañera

Te quiero a ti
Entera
Imperfecta
Impoluta
Te quiero entera
sabe Cristo lo que te amé desde que te vi
sabe El Infierno lo que me haces sentir
sabe mi sangre lo que ardes
en mi interior
¡Eres pura dinamita!

V

Sabe la noche
sólo sabe la noche
sólo la noche sabe
lo que han visto mis ojos en ti

¡Te he amado tantas veces
que he matado
al hombre más pobre del mundo
mil veces seguidas!

¡No queda amor en el mundo entero
porque todo lo equiparo yo!

¡Te he amado tanto
que sólo soy un cadáver!
¡Y tú estás tan lejos!
¡Y tú estás tan acompañada!

¡Y yo aquí...!
¡Y yo aquí soñándote en los recuerdos,
imaginándote a mi lado,
hablándote como si estuvieras aquí!
¡Estoy solo en el abismo!
¡Quiero que me mates!
¡Quiero ser tu sangre!
¡Quiero estar en tu cabeza!

VI

¡Si me viera Dios,
si me viera mi sangre agonizar por ti!
¡Te deseo,
mal nacida!
¡Te deseo tanto
que me arde la garganta de gritarlo!
¡Eres la peor criatura de la tierra!
¡Te aborrezo, Athenea, y mucho!
¡Eres lo peor de la humanidad
porque estás tan lejos!
¡Porque eres tan perfecta!
¡Dispárame al terminar!

¡¡¡JODER!!!

¡Yo no hablo de tu piel!
¡Ni siquiera de tu desnudez!
¡Yo sólo hablo de tu alma!
¡Quiero hacerle el amor a tu alma!
¡Quiero ver cómo se evapora de tus ojos todo el pudor!
¡Quiero que me mires como si yo fuera el mundo entero!
¡Porque...!
¡PORQUE PARA MÍ, MALDICIÓN, PARA MÍ LO ERES TODO DEL MUNDO ENTERO!
¡DÉJAME AMARTE!
¡Me estoy muriendo!
¡Me estás matando!

¡Quiero que mi ropa huela a ti!
¡Quiero oler tus dedos!
¡Quiero respirarte!
¡Quiero que mis días se llamen como tú!
¡Quiero que el Infierno sea no sentirte!
¡Que el paraíso esté escrito en tu frente!
¡No me dejes aquí solo!
¡Mátame!
¡O dame tu corazón!
¡Significan lo mismo!


No hay comentarios:

Publicar un comentario