*
«Sangre,
Semen & Pulse»
Escuchaba música en
la soledad inmediata de mi habitación cuando de pronto he pensado
que lo mejor que podía hacer para hacer más llevadera la madrugada
era masturbarme. Tengo que aliviar mi alma de alguna manera. No por
necesidad sexual, sino simplemente por quitarme algo del peso que
llevo encima. Creo, torpemente, que corriéndome libremente me
desharé de todo lo que llevo. Debería ser ilegal llevar tanto peso
sobre los hombros, porque, al final, te pueden provocar una hernia
discal.
Hace
unas siete horas me llamó por teléfono. Hablamos un poco sobre
todo, después, en cierto momento me contó que las circunstancias
eran complicadas, pero que no me preocupase. Ha respirado
profundamente y luego he notado como su voz se ha ido quebrando.
Mientras su mundo se deshidrata él finge que todo está bien. No lo
hace por él, sino por la
familia.
Desde mi habitación los veo agonizar como gorgojos torcidos. Todo me
resulta tan heroico y tóxico que me hace alucinar con abismos
afilados y calaveras sonrientes. Después se ha esforzado por
vocalizar, quería explicarse, pero se le ha adelantado un monstruo.
Un sollozo adolescente se ha precipitado de su garganta. No he podido
hacer mucho. Sólo he podido repetir estúpidamente que papá, calma;
mi rey, calma; señor mío, calma; papá, papá, papá... Lo único
que ha podido decir con su voz oxigenada ha sido que mientras está
con ella intenta mantener las apariencias, que parezca que todo va
bien, que todo tiene sentido. Que por lo menos mis hermanos no se den
cuenta de lo que realmente sucede, que aún son demasiado niños como
para comprender las cosas duras de la vida, para nada que crean que
la familia no existe. Que necesitan eso, por lo menos, unos años
más, sino serán unos infelices...
He
odiado mi sangre. La he odiado con toda mi mortalidad. He odiado a mi
madre. Con todo el ímpetu de mi estómago espectral.
Después
ha venido lo más crudo. Me ha gemido desesperado que cuando está
solo –jadea y escucho su lengua atragantarse en su boca– se
pregunta, ¿por qué? –hace una pausa y respira fuerte para
intentar acabar su frase– y se responde él solo que no es justo.
Porque para él no es fácil. Me lo dice como un niño de cincuenta
años que acaba de descubrir una verdad horrible de la vida.
Eso
me ha matado. Un hombre de más de cincuenta años llorándole a su
propio hijo. Enamorado y honesto. Un hombre puro que se ve en la más
profunda mierda de la tierra. Llorar de auténtico dolor. No por
capricho, rabia, odio o enfado; sino de PURO dolor. ¿Entendéis lo
que es llorar por dolor? No es que alguien viene y te da una
bofetada, te enfadas, escuece y le respondes. No señor. Para nada es
así. Significa que viene alguien al que amas, alguien al que le has
regalado tu juventud; y te abraza, te besa, te folla y luego,
mientras duermes, se dedica a clavarte, poco a poco, los alfileres
más imperdonables de la existencia. Y a medida que sigue con ello,
los clavos siguen introduciéndose, más al fondo, y tu pecho parece
una masa deforme lleno de metralla. Y mientras más intentas
entenderlo, justificarlo, darle una oportunidad de explicarse... más
te duele. Más te hunde. Más te destroza.
No
señor. No EXISTE nadie en el mundo entero capaz de explicar algo
así.
He
intentado consolar a mi padre. Decirle que me pasó una putada hace
pocas semanas, que me la jugaron bien feo. He intentado que sintiera
lo suyo como algo más leve, que hay cosas mucho peores en el mundo.
Porque por lo menos, a la gente común le tranquiliza saber que hay
catástrofes mucho peores que las suyas... No sé si se ha sonreído,
como dándome la razón, porque, hijo, esas cosas pasan. Se ha
calmado de golpe, y eso me ha asustado. Cuando un tipo se rompe y se
calma al instante significa que está muy jodido. Me ha dicho que,
muy bien muchachito mío, cuídate. Ya hablamos. Y ha colgado.
No
me quejo. Tampoco tengo tiempo para quejarme. Ni ánimos de hacerlo.
Aunque la verdad es que he tenido un gran día. He podido hacer lo
que me ha dado la gana, pero aún así tenía algo pesado sobre los
hombros. Alguien me pisaba los talones, alguna entidad viciosa y
maldita jugaba con mi alma. Y me he reafirmado en el día,
efectivamente, ha sido un gran día, y efectivamente, estoy muy
deprimido. Nada en el mundo entero puede hacerme sentir bien en este
momento. Nada puede salvarme. Estoy en trance. Adormecido. Pensando
en que lo más violento y desagradable que puede experimentar
un hijo es escuchar llorar a su padre.
Me
gustaría encontrar a ese hijo de puta del polaco y reventarle la
cara a martillazos. Sacarle todos los dientes de cuajo. Que los
escupa uno por uno. Que quede deformado y de por vida; que sea un
monstruo para toda la eternidad, un esperpento imposible de ver... y
que la puta de mi madre le mire fíjamente y se angustie. Que llore
dramática, que le acaricie las mejillas temblorosa, y le diga, mi
rey, mi papá, no pasa nada; mi rey, mi papá, no pasa nada, yo aún
te amo. Y que comprenda que toda esa soberbia obscena se esfuma
cuando el hijo de puta de su parto viene decidido a arrebatarle el
único consuelo que le queda en esta miserable vida. ¡Voy a romperle
la cara a tu novio, mamá! ¡Iré esta noche! ¡Iré esta noche a
dejarlo tetrapléjico! Y quiero que lo sepas. Que me veas entre
las sombras, salvaje, enfurecido y mil veces enorme. Con los ojos
muertos, la boca torcida y los dientes brillando, con los nudillos
desgarrados de tanto golperle la cara al imbécil de tu novio. Quiero
que me veas a mí y sólo a mí estropeándote lo que crees que es
eterno. No, señora, no existe nada eterno en éste mundo. Ni
siquiera la familia.
Me
he mareado, ya van dos días sin dormir. He tenido algunas
alucinaciones. He visto una sombra extraña que me seguía, me he
reído con él. Me ha contado un chiste. Luego me ha dicho algo así
como que, muchacho, deberías dormir, que sino me vas a ver muy de
cerca y te vas a asustar. He asentido con la cabeza mecánicamente,
luego he estallado en una carcajada. ¿Qué jodido el mundo, no?
Existe un hombre bueno, honrado y noble en toda la faz de la tierra
que ama a una sola mujer, a la que le ha regalado treinta años de su
vida; y resulta que para ella no valen verga cuando aparece una gran
polla extranjera, roja y suculenta. Una polla de oro.
Pero
si yo te entiendo mamá. Yo también soy muy puta. Pero lo tuyo es
inmoral. No porque te acuestes con otras personas, que eso lo
entiendo. No porque creas que lo mejor es manchar mi nombre por
descubrir tu secreto. Para nada. Lo tuyo es inmoral porque estás
matando a papá. Lo tuyo es inmoral porque estás haciéndole daño a
alguien vulnerable. Lo tuyo es lo más puto inmoral del mundo porque
cuando una mujer como tú decide reventarle las bolas a alguien como
papá, en realidad está cometiendo el acto más infame de toda la
historia: está castigando a un hombre honrado, está abusando de su
poder y está despreciando y maltratando a una persona enamorada.
A
veces me apetecería aparecer en casa. ¿Sabes? Estar allí frente a
ti y golpearte hasta matarte. Cogerte del cuello y reventarte la
cabeza contra la pared. Mientras me chillas que pare. Y seguiría
hasta que termines desangrándote en el suelo. Quisiera cogerte del
cuello mientras te explotan los ojos. Alucinar con el sentimiento de
poder que existe en matarte. He soñado miles de veces que te mataba.
Es algo que me dejó los pelos de punta, pero es real. Te soñaba
bañada en sangre, chillando histérica que estabas harta del mundo;
tú y tus patéticos intentos por llamar la atención, que si te vas
a suicidar, que si no soportas más, que si estás cansada. Tú no
sabes lo que es el cansancio, mamá. Y yo poseído por el demonio del
Ýtchz. Y tú llorando como una niña pequeña. Y yo viendo en tus
ojos terror, y yo apretando el gatillo en tu cabeza..
Otras
veces quisiera que todo fuera normal. Poder besarte en la frente.
Amarte, mamá; amaros a todos. De verdad que si pudiera amaros a
todos lo haría; pero no puedo. Tengo demasiado dolor en el cuerpo.
Demasiado rencor. Los odio a todos y a cada uno de vosotros. Me arde
el puto pecho cuando recuerdo mi infancia. Cuando veo las
fotografías. Tu rostro sonriendo, tus manos acariciándome la
cabeza, tus ojos verdes mirándome con precaución y ternura, pero
luego recuerdo que todo eso no es cierto. Que nada de eso existe. Que
me lo he inventado. Que todos esos recuerdos le pertenecen a otra
persona, en otra familia...
Me
hierve el puto alma cuando recuerdo las veces que caminaba por los
pasillos y gritabas histérica que me largase de allí que estabas
ocupada corrigiendo tesis doctorales y mierdas de ese tipo; y yo con
siete, ocho años lo único que podía hacer era huir. Y si me
preguntaban por ti, sólo podía decir que tus manos eran
dolorosamente frías.
Siento
que me desvanezco. Veo doble. Luces de colores. Abismos florales. El
mundo se desvanece. Me arden los ojos, me arde el pecho. Me pesa el
alma, me pesa la cabeza. No quiero pensar. No quiero sentir. Mamá...,
¿por qué me has vendido a la nada? ¿Por qué me has abandonado en
los infiernos?
Me
he reído otra vez. Pensando en que el mundo tiene tanta gracia. No
paro de reír. No paro de reír como un poseso. Recuerdo cuando esta
mañana le rompí las bolas al profesor. Qué delicia de momento. El
tipo dándome la razón como una máquina registradora, y yo
sonriendo sarcástico, con los ojos negros y las cejas arqueadas, con
cierta sorna en la boca. Y luego, de pronto, un alfiler. Mi padre
llorando por el teléfono, que no
es justo; que
él la amó, la cuidó, nunca le levantó la mano, ni le faltó el
respeto, jamás le mintió, y siempre la hizo sentir digna; tampoco
le dejó sola... Y ahora. Es ella. La que le deja en la más absoluta
nada. Perdido en un abismo. Extraviado en la desesperación.
Desamparado.
Y
pienso: pobre padre inútil, eso te pasa por creer en el amor. ¿Qué
edad tienes, quince años? Y pienso: pobre padre imbécil, eso te
pasa por ser un jodido maricón. ¿Te crees Romeo? Y pienso: pobre
padre estúpido de mierda, eso te pasa por ser un completo inútil,
una basura, una cucaracha que cree en lo que los demás dicen. Y
pienso: ¡Si tuvieras cojones como yo, hijo de puta, como yo, hace
meses que te hubieras largado en busca de otra cosa! Y entonces un
espasmo salvaje y agónico. Un hombre enamorado... Un hombre frágil.
Un hombre solo y confundido. Y ella tan enorme y salvaje, golosa y
mil veces maldita. ¿Por qué las personas se joden entre ellas sin
ninguna razón? ¿Por qué invertís vuestro tiempo en matar lo que
es bello? CHILLO COMO UN PUERCO, chillo como un puto puerco a las dos
de la madrugada. Chillo como un niño roto. Con la boca desencajada,
los ojos en blanco y el alma hecha una nudo. Me retuerzo en el
asiento, agónico como un animal al que han mordido los carnívoros.
Jadeo como un miserable que no tiene nada en el mundo. Chillo y lloro
y sufro y me digo que el mundo es tan horrible, que mi papá era el
único hombre bueno del mundo. Que era lo único bello de este
maldito mundo. Lo único ideal que pode conocer... Lo digo mientras
trago aire y jadeo, toso y exhalo fuerte. Como si estuviera pariendo.
¡Estoy pariendo a un engendro que nacerá sin madre! Mis cejas se
arquean duras y abominables. Mi rostro se muere. Mi madre me ha
vendido a los infiernos. Mi padre está jodido, y aún así, quiere
proteger a sus hijos. Y yo aquí, con lo único que puede hacer una
persona como yo... simplemente odiar.
Estad
todos atentos...
¡Mirad
todos a ese muchacho!
Se
llama Francisco, tiene veinte años, es medio maricón, y un tipo se
folla a su mamá.
Miradle
bien porque está allí, encogido en la habitación, mientras su
propia sangre mata al único ídolo de amor de todo el planeta.
Leedlo atentos... porque hay un polaco millonario que se folla el
coño de su mama.
Y
ahora, miradme atentos a la cara.En mis ojos sólo hay vergüenza y
resignación. Miradme a los ojos muy atentos porque no me queda nada,
porque mi mamá me ha dejado sin ningún ápice de dignidad
¡MIRADME
BIEN, HIJOS DE PUTA, UN JODIDO POLACO DE MIERDA SE FOLLA A MI PUTA
MADRE! MIRADME BIEN, BESTIAS. ¡JODIDOS INDOLENTES DEL MUNDO!
MIRADME, HIJOS DE LA GRANDÍSIMA PUTA
¡¡¡MIRADME!!!
¡¡¡MIRADME!!!
¡¡¡MIRADME!!!
¡¡¡MIRADME!!!
Hay
un tipo en la ciudad que se folla todas las noches a la mamá de
Francisco. Señaládme con el dedo. Quiero sentir la humillación y
la burla. Ponéos en fila y escupídme, reíos del dolor ajeno, que a
mí no me importa nada. No tengo a nadie a quién perder.
He
parado de golpe. Me he secado la cara y me he puesto a liar un
cigarrillo. Su puta madre, el polaco ese. Al menos hace algo bien, y
además de joder a mi papá con lo de su mujer; también se folla a
consciencia a mi madre. Es estupendo que sepa hacer algo bien en su
vida. ¡Que no me entere yo, eh, polaco de mierda, que no me entere
yo que te la follas mal que voy a tu casa y le rebano las tetas a la
moderna de tu hija! ¡Y a tu hijo le obsequio una hermosa y grotesca
fisura anal! Pero, polaco de mierda, mírame a los ojos. Te prometo
que no es nada personal. Hasta me caes bien. Tienes cara de imbécil.
Lo digo en serio. Tienes cara de imbécil y eso es muy divertido.
Voy
a la cocina. Abro la nevera y saco un red bull. Antes he ido al
supermercado y me he pillado quince latas. A saber, a lo mejor puedo
matarme si me las bebo todas de golpe. Eso podría estar bien.
Tomarme diecisiete latas de red bull y un botella entera de ginebra.
Y ¡BANG! muerto por vivir por encima de mis posibilidades.
He
regresado a mi cuarto. Me he puesto a leer unas cosas, a escribir
otras, que si en Francia no sé qué, que si tengo que hacer un
trabajo en grupo de no sé qué, que si quiero sexo con una señora,
claro que no, vieja de mierda; que si quiero quedar el viernes, claro
por qué no; que si quiero ir al cine con no sé qué tipa, claro por
qué no; que si nos vemos el jueves para tomar una copa de vino,
claro por qué no; que si quiero pasar un buen rato "a solas"
con no sé quién, claro por qué no. Suelo estar a solas mucho
tiempo. Y es una sensación muy reconfortante.
Me
he dado un par de golpes en la cara para recuperar el aliento. Fumo
el cigarrillo. Me sonrío. Caray, me encuentro tan terriblemente
solo. Tiene gracia. Un mundo lleno de gente y yo aquí, tan solo. Un
mundo lleno de polacos. Y yo aquí, tan perjudicado. Bebo un sorbo de
taurina. Nada. Todo igual. Bebo otro sorbo más. Nada. Se acaba la
lata. ¿A quién le importa las latas cuando hay polacos?Voy a la
nevera, cojo otra lata. Y otra y otra, y otra. Me tengo que matar.
Hoy lo hago. Hoy me la juego. Estoy hasta los huevos de todo. Voy a
dejar un hermoso cadáverVoy a ser tan maricona como mi madre y voy a
decir "ay, estoy harta, me quiero suicidar", basura
inmunda. He dejado las latas qué les jodan. Lo que haré será
dormir bien. Cinco, cuatro horitas, ir a clases, pasar el rato, fumar
en las bancas, beber vino, llevar unas gafas de sol, exhibirme, no
sé, hacer el paripé.
Tu
puta madre polaco. Mi puta madre, mundo. ¡Mi puta vida, Satanás!
¡Quiero que baje Jesucristo de los cielos y me diga por qué el
mundo castiga a los que creen en él! ¡Quiero que bajes, Dios
Bastardo, DE LOS PUTOS CIELOS Y ME MIRES A LA CARA! ¡TE PROMETO QUE
TE VAS A PONER LLORAR! NO TE HACES NI UNA IDEA DE CÓMO SON MIS
OJOS... NO te haces ni una idea de lo podridos que están, de toda la
mugre humana que soportan, de toda la maldad rebosante que anida en
mi interior. Si vieras en mis pupilas tu propio reflejo. Estarías
muerto. Te volverías loco. Caerías al suelo y chillarías como una
lagartija. Y yo te desmembraría. Poco a poco. Extremidad por
extremidad. Yo te haría tanto daño, gólem divino. Y te dejaría
tullido e infame durante toda la eternidad; ¡por los siglos de los
siglos!... porque, Dios Mío, no te haces ni la más mínima idea de
lo que siento por ti. Porque, ¡¡¡Oh, Dios Mío!!!, no te haces ni
una puta idea de lo que sería capaz de hacerte si te tuviera aquí
delante. Dios Padre no sabes cuánto te odio. Porque si tuvieras
valor de manifestarte verías que no estoy solo. Que El Ýtchz
acaricia mis hombros. Porque si me vieras ahora, falso ídolo
santificado, comprenderías... Y si tuvieras la osadía de tocar mi
pecho e insuflarme amor, tus dedos se quemarían. Y si tuvieras la
indecencia de hablarme de justicia tu lengua explotaría... Y si
tuvieras el coraje de decirme que son los designios del señor
vendería mi propia alma al diablo sólo para intentar corromper todo
lo bello del mundo. Porque iría casa por casa en busca de las
vírgenes más inocentes del mundo y cometería crímenes
imperdonables, y cometería atrocidades imposibles, y rebanaría sus
cuellos, follaría sus agujeros y cantaría tus propias alabanzas
judías, jodidísimo esperpento celestial.
Palpo
mi paquete. A ver si consigo algo bueno. Me bajo los pantalones.
Intento pensar en imágenes pornográficas, en chicas desnudas. En
pechos amenazantes y puntiagudos, pezones erizados; carnosidades
voluptuosas, carne fresca y joven. Traseros hermosos y redondeados.
Imaginar abrir unas piernas, como una dulce alma frutal y lamer su
interior virginal. Cachondo y rojo. Empuñar mi polla entre dos
muslos jóvenes y desinhibidos. Nunca me he aprovechado de una chica
borracha. Eso sólo lo hacen los perdedores, o los que están muy
desesperados. Pienso otra vez: pechos carnosos, piel, traseros. Unos
labios rojos y hermosos, unos ojos enamorados, el mundo, pechos
hermosos, pechos hermosos. Mil chicas desnudas en un harem. Mil
chicas cachondas y húmedas. Sus bragas son pegatinas burbujeantes.
Sus copas fértiles son un oasis. Aprieto mi polla y la incito. Una
vez, dos veces. Se endurece. Noto su hervor y su vigor. Cómo arde
entre mis manos. Estoy temblando de frío, veo colores extraños,
voces malditas y guturales, siento pasar por mi espalda a espectros
de fantasía infame. Respiro hondo. La palpo. Mi polla está roja y
caliente. Late tanto, brilla tanto, se ve tan hermosa que excitaría
a cualquier persona en la faz de la tierra. Es tan violenta y
fantástica. Tan condenadamente violenta. Pienso en agacharme hasta
ella para intentar lamerla, pero eso sólo son fantasías exquisitas,
especulaciones imposibles. Me río, menudo subnormal estoy hecho. Me
río otra vez, todo el mundo tiene gracia. Mi papá llorando, ¿puede
haber algo más trágico y cómico? Ay,
miradme, soy el papá de Francisco y lloro porque mi mujer me pone
los cuernos.
Pienso en otras cosas. Chicas hermosas, pechos calientes, chicas
hermosas, pechos ardientes, chicas hermosas y mi padre llorando.
No
lo soporto.
Miro
al frente como si estuviera al borde del colapso. Hace quince minutos
he pensado seriamente en suicidarme. He dicho que cogí quince latas
inocentemente, pero es mentira. Os he mentido. Sabía perfectamente
para qué eran. Sabía lo que quería. Deseaba que me explotara el
corazón. Que alguna arteria se volviera loca, que hiciera CRASH en
mi cerebro y quedara medio imbécil, al menos así no sufriría
tanto... Me subo los pantalones. Respiro pesadamente. Casi por
inercia. No por necesidad. Me rasco la cabeza. Froto mis manos. Me
sonrío, qué puto mundo de locos. Me tiembla el pulso. Aprieto los
puños, pero no hay manera. Estoy demasiado afectado. Aprieto más
fuerte, el pulso, pero no hay puta manera. Otra vez. El pulso. El
pulso. El pulso matándome. Me pongo de pie. ¡QUIERO VER A TODO EL
MUNDO SUFRIR! ¡QUIERO REÍRME DE VUESTRAS TRAGEDIAS! Pongo rostro de
fiera, mis ojos se impregnan de infierno. Chirrío los dientes. ¡Voy
a acabar con toda la especie humana! Me pongo en posición de boxeo y
me doy de hostias contra la nada. Pretendo pegarle a Dios.
¡Rompiéndole la boca a la virgen María! Pegándole a la madre de
la ausencia, rompiéndole la nariz a la matriarca del dolor,
maldiciendo mi sangre, mi pulso y mi semen. Todo en mí está
maldito. Todo en mí ha nacido muerto.
Termino
dándome veinte o veintiséis puñetazos en la cara. Estoy hecho un
asco. Me chorrea sangre de la nariz. Me he mordido el labio
involuntariamente. Me río. Qué metal, qué metal. Suspiro aliviado.
Cómo quisiera volver a nacer. Siento la sangre recorriendo el
interior de mi cerebro. Trago saliva. Me duele la garganta. Me siento
mucho más relajado. En el fondo, ha sido un gran día. Le tomé el
pelo a un profesor, ¡menudo pringado!, fumé con unos amigos y
hablamos de tetas. Hice el tonto. Leí cosas interesantes por allí y
por allá y hasta pude pillar red bull.
El
cielo se dibuja potente y cariñoso. El mundo es un lugar
maravilloso. El mundo te ama y no te decepciona. Nada te hiere. Nadie
te traiciona. La noche me acompaña, hermosa y delicada, como un
espectro amable y sonriente; se regocija, sabe que cualquier día de
éstos voy a cruzar la línea. Le sonrío enamorado, ¡lo sé, lo sé!
Perversa mía... Me dice que soy un tontorrón. ¡Por supuesto que
sí! le aúllo afortunado. Que se alegra de verme, yo también,
bonita mía, ¡yo también! Suspiro calmado... Me adormezco. Me
siento en calma. En paz
Cojo
un pañuelo y me limpio los restos. Mira qué eres bestia Francis,
mira que hacer esas cosas como que no... Creo que ya es hora de irse
a dormir. Acabo lo que me queda de taurina. Me río infantilmente,
dichoso, como un niño pequeño. Como alguien que ha vuelto a nacer.
Hoy ha sido un gran día. Pego el último sorbo de taurina. Asiento
con la cabeza. Sí señor, un gran día. Pego una calada profunda.
Ladeo la cabeza. ¿No os parece que el mundo es, en realidad, un
lugar maravilloso dónde todo puede pasar? Pego otra calada; el mundo
es un lugar mágico dónde un día comes manzanas y al otro naranjas.
Me recuesto sobre la cama. Cierro los ojos y siento cómo empiezo a
quedarme dormido.
Pero
de pronto, algo me despierta. Me agito sobresaltado. Toco mi pulso y
estoy demasiado acelerado. Mis manos tiemblan y mi garganta parece
espolvoreada por arena. No puedo tragar saliva. Mis ojos se
humedecen, mi rostro se parte e intento pronunciar algo para ver si
todo va bien. Humillado y lastimado; con un hilo de voz casi infantil
me digo en voz alta que el día en el que tenga la oportunidad de ver
a mi mamá a los ojos, la contemplaré unos instantes y luego, le
escupiré en la cara.
*
«Obeliscos
soliloquios con el erecto máximo»
Que
no tío, que nos vamos al botellón de filo...
Qué
va, que te has bebido 6 red bulls, animal,
¿qué
quieres, un paro cardíaco, muerte súbita?
No
seas imbécil.
Qué
te lo vas a perder, soquete, que va gente guay.
Que
a lo mejor follas.
¿No
te parece que merece la pena el riesgo?
No
sé, man, que estoy muy cansado.
Me
quedé dormido en el metro.
Me
desperté desorientado.
Un
viejo marica me puso la zarpa en la pierna.
Un
vagabundo me preguntó si creí en Dios.
Qué
estoy quemadísimo.
Me
la suda, carapolla, no me exageres, que yo estaba allí.
Además
el viejo ese no era feo. ¿Te parecía guapo?
Sí.
Bueno, no.
Podría
ser mi padre.
Claro,
por eso mismo lo digo.
Mira,
macho, déjame un rato, ¿no?
Qué
va.
Ah
sí, es verdad.
¿Qué?
¿Qué
de qué?
¿Qué?
¿Qué
de qué de qué?
¿¡QUÉ!?
¿Qué
de qué de qué de qué?
¿Quieres
tratarme con respeto?
Ah,
vale.
Muy
bien.
No
Sí
No
Sí
No
Joder,
tío, qué te vas a llevar una hostia.
¿Pero,
dime esperpento afiliado al drogos-facha,
cómo
se le puede tratar con respeto a alguien como tú?
No
voy a responder a semejante estupidez.
A
veces eres un auténtico gilipollas, muchacho.
Tiene
gracia que me llames gilipollas cuando eres una...
¿Una
qué, jodido imbécil?
NO
TÍO, QUÉ HACES,
UNA
ERECCIÓN AHORA MISMO NO.
QUE
HAY GENTE, NO TÍO, NO, NO.
QUÉ
EL VIEJO ME ESTÁ MIRANDO
CON
OJOS PATERNALISTAS
¡QUÉ
DOLOR!
¡¡¡ESO
ES, HIJO DE PUTA, JÓDETE!!!
¡¡¡SIENTE
TODA MI FURIA FÁLICA!!!
¡¡¡DESEARÁS
NO HABER NACIDO!!!
¡NECESITO
HACERME UNA PAJA, PERO YA!
¡¡¡NO
PUEDES, TE QUEDA
MÍNIMO
VEINTE DE TRAYECTO!!!
Cállate,
cara polla.
Que
sepas que es la última vez que te escucho.
La
próxima vez, ni pajas te voy a dar.
No
te atreverás, verdad, ¿Francisco?
Ya
verás, jodido esquizofrénico.
Ya
verás tú.
Un
día de estos.
Cojo.
Me
levanto.
Y
me hago operar.
*
«Gustavo,
Francis y XIX; en: Una navaja sin prejuicios»
Mi
estirpe caprichosa y mis bolsillos vacíos, llenos de normalidad. El
mundo dibuja horizontes suicidas y edificios burlescos, las calles
están llenos de muertos y de anarquía. El rostro de una mujer se
dibuja delgado y voluptuoso. Sólo puedo ver sus labios. No hace
falta ver nada más. Es una auténtica belleza. Pienso en Ro y en el
extinto Paraíso Robot. Tengo los ojos rojos, las ojeras negras y el
cabello oscuro. Una garganta irritada y medio paquete de cigarrillos
en el bolsillo de mi chaqueta. Hace dos días que no he dormido y
estoy bastante violento. A lo lejos veo al imbécil de Gu caminar
hacia mí. Aborrezco toda su especie. Todo el olor humano que
desprende. Su estúpido trabajo en el supermercado, su maldito
narcisismo cuando habla en clases. Pero, sobre todo, lo que odio más
es su cara de sapo escuálido. Sus ojos de animal indefenso, y ese
hedor de malhumor que desprende a cada paso. Su cuello no vale una
mierda. Su vida tampoco.
Hace
media hora que hemos salido de clases. Le he visto alejarse de la
gente porque, probablemente, tenga que irse a trabajar. Lleva una
camiseta blanca de algún supermercado de mierda. Unos pantalones
jeans y unas playeras de deporte. Viste como un jodido anormal.
Camina como un esperpento social. Respira como un bebé:
atragantándose con su propio oxígeno. Te mataría yo mismo. Te
mataría aquí mismo. Creo que sus pasos denotan que está escaldado,
seguro que le arden las ingles de mear sentado.
Llevo
en mis bolsillos el culmen de mi existencia; odio, rencor, malicia,
tabaco, fuego y una revista; una cuerda de metal, una navaja
extranjera y un dardo lleno de tinta; un folio arrugado, algunos
analgésicos y un paquete de chicles. Aborrezco la menta, pero al
menos refresca y no aburre el paladar. Masticar chicles de menta es
como masticar un trozo de plástico. Así de insulso resulta, y así
de artificial es. No sé a quién se le ocurrió semejante nombre de
mierda, pero sin duda, es un desatino. Leedlo bien: Menta. Menudo
esperpento sonoro. Me acerco a él, pretendo saludarle y lo que
surja:
–¿Qué
hay Gu?
–Llevo
prisas, Francis, ahora no.
–¿Te
caigo mal, eh, tonta hemofílica?
–Eres
una mierda de tío, sí.
Claro
que me caes mal.
Me
tocas los cojones.
Ahora
largo, que llevo prisa.
–Te
caigo mal, eh, ¿perra?
–Estate
quieto subnormal, que te rompo la boca.
ADIÓS.
–Vamos,
mariquita, adelante, échame el pecho pa quí; jodida porquería
tartamuda, te pongo los morros aquí al frente, te mando besitos
volados, soy tuyo para que con esas manos de vieja drogadicta y
costurera me rompas la boquita.
–No
me busques que me encuentras, hipster asqueroso.
¿A
dónde vas con ese pendiente de pirata marica?
–Eres
tan original que me entran ganas de llorar.
–Cállate,
anormal.
–Acércate
más, a mí; quiero sentir todo tu vapor en mi frente. Quiero ver las
venas púrpuras de tus ojos, quiero que te estalle la yugular y que
te quedes ciego, mierda inmunda. Hijo de una violación.
Se
precipita hacia mí.
No
le esquivo.
Dejo
que pegue fuerte.
Para
ver de qué está hecho.
Pero
me decepciona.
Pega
sin odio.
Sin
maldad.
Me
limpio la boca, escupo un poco de sangre.
–¿Sabes
que me follaría el culo de tu vieja todas los días? ¡Aún cuando
estuviera hediondo de mierda! ¡Sería mi terapia contra el
aburrimiento!
–¡Eres
escoria, imbécil, eres hombre muerto!–
Dice
mientras apreta los puños y arquea las cejas.
En
cierto modo, se le ve bastante adorable así.
¿Qué
respondería un hombre si sabe que hoy es el día de su muerte?
¿Qué
diría?
¿En
qué pensaría?
–Acércate,
putita, quiero que me des bien fuerte en los huevos porque me está
dando un picor terrible y tú, como buena perra que eres, me vas a
dar alivio.
Se
acerca rabioso.
Escupiendo
saliva por la boca mientras gruñe y veo en sus ojos todo el odio del
mundo. Me sonrío vicioso, ¿no es bella la agresividad humana? Me
importa una mierda tu vida, y tu estirpe, aquí estamos solos tú y
yo. No tienes a nadie.
Llevo
mi mano al bolsillo. Palpo el metal. Escondo el puño debajo de mi
brazo y le doy un codazo en la nariz. Tose y expulsa un poco de
sangre. Parece un cerdo en Vietnam. Te vas a desangrar, anormal.
Intenta palpar lo que tiene alrededor; pero le es imposible. Está
hermosamente desorientado. Se reincorpora rápido y levanta los
puños. Creo que quiere boxear. Es una pena que yo no sepa jugar
limpio. No me lo reprochéis, soy mal tipo. Me quedo de pie,
esperando a que vuelva a atacar, mantengo una mano en el bolsillo, y
cuando corre hacia mí para azotarme pongo gesto de terror y me
alejo. Le grito que he tenido suficiente. Que lo deje pasar, que he
sido un auténtico gilipollas y que me ha pegado fuerte. Que es obvio
que es más hombre que yo. Gu se detiene en seco. Niega con la cabeza
«Joder, Francis, eres una puta mierda. Nunca aprenderás. Deja de
tocarme tanto las bolas que un día de estos de voy a matar sin
querer». Esa mierda me ha hecho reír mucho. He empezado a
descojonarme vivo, hasta temía que recapacitara y volviera a
pegarme. Me he reído de lo lindo. «Ya, colega, lo siento, sabes que
padezco de esquizofrenia», «¡Pues ven a clases medicado!» lo dice
como intentado ser ingenioso, «sí, tío, tengo que hacerlo más a
menudo».
Luego
veo que se gira y se arregla la camiseta. Le llamo, que tengo que
decirle una cosa, se gira y le clavo, sin mucho interés, el filo de
la navaja en el estómago. Como aquel que saca un tíquet del cajero
automático, hace cola en el supermercado, o simplemente recoge algo
que se ha caído al suelo.
Y
luego otra vez.
Y
otra vez.
Y
otra vez.
Hace
un día estupendo. Son cerca de las ocho de la tarde. Los pájaros
parecen sanos, el sol empieza a bostezar, y la hierba se mueve
fantástica. El suelo no se mueve, los muros no tienen consciencia.
Alejandra Pizarnik aún está viva...
Luego
recuerdo a mi amigo, veo cómo sus ojos se cargan de asombro,
gesticula algo indescriptible por la boca, su garganta tiembla, las
aletas de su nariz oscilan como aves antes de emigrar a otro mundo.
Le sonrío.
–Te
estoy matando– le digo.
«Te
estoy matando y me encanta» le susurro al oído con voz
pornográfica. El pobre tipo llora y se coge de mis piernas. Pone
gesto de desesperación y niega con la cabeza muy agitado. Me beso
los dedos y se lo pongo en los labios. –¡Guapo!– Tose sangre y
jadea. De pronto me encuentro terriblemente hambriento. Tengo ganas
de comer algo sustancioso. Quizá un plato de lentejas, con un gran
puñado de arroz. Cortar poco a poco el embutido de carne y
saborearlo en mi boca. También me apetece una copa de buen vino. De
esos que no superan los cinco pavos, el resto sólo es pretensión.
Queso curado y de cabra. Y también chocolate sueco. Para nada el
suizo, a esos canallas los odio. Me apetece introducirme el chocolate
en la boca y dejar que se derrita en mi paladar.
De
pronto me doy cuenta de que me han entrado unas ganas lascivas de
follar. Parece que, de alguna manera, la sangre me ha excitado. Cómo
te extraño, Athenea.
Tengo
ganas de acostarme con XIX, verla desnuda en la inmensidad de la
habitación. Morderle el cuello. Palpar sus pechos con mis labios.
Desnudar su cintura, dejarla en bragas y asfixiar su cuello mientras
delineo a Venus y los pliegues de su fértil empiezan a sudar. Quiero
que mis dedos se impregnen de todo su perfume juvenil. Y después
sentarnos, ella notando mi paquete entre sus nalgas; y yo sintiendo
su cabeza sobre mi cuello, estrujar y dar aire a su cuello. Llevarme
la palma de mi mano hacia mi boca, sacar la lengua y lamerlo. Y luego
introducir mi mano entre sus bragas y empezar a frotar la boca
mágica. Quiero que toda la habitación huela a coño. Separar mi
mano de su cuello y abrirle las piernas, susurrarle al oído que es
una nena sucia.
Meterle un dedo como garfio en su mejilla y tirar de él mientras le
quito las bragas y siente la piel de mis genitales. Lanzarla contra
el suelo como si fuera una pordiosera. Y empezar a comer su coño.
Lamerlo en círculos, escupiéndolo, ensuciándolo, embarrando su
virginidad con mi obscenidad. Voy a sentarla. Acercarle mi polla y
ella va a succionar ansiosa. Va a jadear extasiada. Y cogeré sus
orejas con fuerza y me follaré su cabeza. Mientras un hilo de
lágrimas brota de sus ojos y sonríe afortunada. Mientras se ahoga
entre arcadas y cascadas de saliva mojada. Voy a retirarla, y ponerla
en pie. Darle un beso en los labios, decirle que ella significa algo
para mí. Se va a morder el labio. Y yo acariciaré su rostro y sus
labios. La tumbaré en la cama y le susurraré: a todo el mundo le
gusta sentirse querido. Ella flexionará las piernas para que mi pene
entre en su cosmos y yo enredaré mis dedos en su cabello y entraré,
poco a poco al parnaso de la humanidad. Y tendré el vicio de entrar
y salir, lentamente. Primero caminando. Luego arrastrándome y al
final será sólo reposar el pie en la entrada y en la salida. Estaré
jugando en las puertas del universo hasta que su alma eyacule en mi
cara o mi corazón.
Retiro
la cuchilla de su estómago y le contemplo la escena orgulloso. «Qué
bien sabes morir, hijoputa. Hasta me das envidia». Gu levanta la
mano huesuda y tiembla perplejo. Pienso en la política moderna, que
se nos ha ido de las manos. Tensa los músculos, araña su rostro con
la nariz y gruñe espectralmente. Creo que el principal problema de
la democracia actual es que creemos que existe de verdad algo tan
idílico como la libertad. Ni siquiera va en mayúsculas. Arranca de
su estómago un grito adolorido y maldito. Parece la maldición de
toda una especie. Sigo pensando que lo mejor es la anarquía. Al
menos así todo es gratis. Y a todo el mundo le gusta las cosas
gratis. Robar, por ejemplo, sería gratis. Amar, gratis. Matar
gratis. Incluso, vivir, sería gratis. Se arrastra como una larva
nauseabunda. Le miro con soslayo, me rasco la cabeza, limpio la
navaja en su cabeza y la guardo en el bolsillo. Pero el principal
problema sería el sector servicio. Si todo es gratis, si todo no
tiene dueño, ¿quién curaría a nuestros enfermos? ¿Quién nos
despacharía el pan para el desayuno? ¿Quién trabajaría la tierra,
los animales y el clima para que los no-ciudadanos puedan disfrutar
de todos esos placeres humanos? Levanta el brazo, poderoso y
decidido. Estira la mano y cierra los dedos dejando ver el anular. Me
insulta con su ademán. Me río. «Jodido anormal» le cuento,
mientras me siento en el suelo y me cruzo de piernas. Tengo la cabeza
en otro lado, pero tengo que admitir que ha tenido gracia eso del
dedo medio. Me pregunto ¿qué pasaría con el anarquista suicida?
¿El que quiere hacer volar todo por los aires algo porque se aburre?
¿Aquel que dispara en la frente de sus padres, quema la casa de su
novia, y rebana el pescuezo de su perro porque le pica la nalga
derecha?
Me
recuesto contra el muro y veo los últimos instantes de vida de ese
infeliz. Me digo que si le costaba tanto cerrar la boca y admitir que
no podía ganarme, que podría odiarme toda la existencia, pero nunca
arrebatarme la mofa. Recapacito, me alejo de mi estado espiritual. ¿Y
qué pasaría con los más frágiles? ¿Los niños, los animales, los
creyentes del Señor Jesucristo? ¡Todos estarían perdidos! El tipo
se desploma y yo mira al cielo. Hace un día estupendo para ver morir
a los cerdos. En el fondo hoy ha sido un gran día. Creo que la
solución no es la anarquía. La solución es la extinción de la
especie. No sabemos estarnos quietos. Somos pulgas infernales,
garrapatas del mal, sanguijuelas hambrientas. Aunque luego podemos
pensar en el capitalismo. Pero no, no, no; no señor, el capitalismo
es un carnívoro. El capitalismo es un carroñero. El capitalismo es
una bestia de dos cabezas que todo lo consume, lo ensucia, profana y
maldice.
Me
levanto, me limpio los pantalones del polvo del suelo. Saco un
cigarrillo. Le doy fuego. Pego calada. De pronto me han entrado ganas
de mear. Aunque me resulta terriblemente hipócrita criticar algo que
nos lleva acompañando toda la existencia lógica de nuestras vidas.
Dudo que la mayoría de la juventud que no supera los treinta años
piense que el capitalismo es algo nuevo. Me acerco al cadáver y bajo
mi bragueta. Estiro mis boxers y saco mi capullo. Me concentro en
darle a la diana. Primero un ojo, luego el otro. Después en la boca,
que se inunde su hocico con mi urea traicionera. Preparo un cuajo de
mucosidad y saliva. Encierro mi capullo. Respiro hondo. Subo la
bragueta y levanto el rostro. Estiro la cabeza y escupo al cielo. Doy
unos pasos y la saliva cae encima del muerto. Sigo caminando, debería
irme a casa, se ha hecho tarde y me apetece leer un poco de Emile
Ciorán.
*
«xix»
Para
siglo XIX
I
Luna,
señora víctima de ti
Oh,
Luna mía
Treinta
y seis...
Y
huyes de mí
Me
ofendes
Vida
mía
No
me das
Ni
un mísero
alivio
no
me das
ni
un maldito
rezo
Estamos
tan lejos, rencor
Tan
lejos del mundo
Tan
sumidos en
El
Inframundo
¿Qué
es un beso
en
un mundo pornográfico
como
el que late y existe?
¿Por
qué no te dejas seducir?
A
ver, alma mía, dime
¿Por
qué no?
¡TE
ODIO CON TODA MI ESTIRPE!
¡YA
TENDRÍA QUE ESTAR MUERTO!
¡TE
ODIO CON TODA MI SANGRE!
¡Oh!
¡Oh!
¡Oh!
¡Deidad!
¿De
qué me sirves tú si no existes?
II
¡Oh,
alma mía!,
cántaro
de colibrís
yo
te haría tan infeliz,
tan
desdichada
y
a la vez
tan
sublime
Te
elevaría
Por
las cavernas
de
mi
cabeza
Podrías
fluir
entre
las nubes
toxicómanas
de
mi existencia
pero
no,
¡no,
no, no!
¡no
señor!
prefieres
morir
frente
al
espejo
frente
a
mi
cruz
No
sé qué decir
Me
matas
¡Me
matas, indolente!
Me
matan tus palabras
¡Soy
un condenado feliz!
Eres
toda una estirpe,
Ojo
de paja,
maldita
R*
No...
No...
No...
¡¡¡NO!!!
¡Francís,
qué hacés con tu vida!
¡Francís,
por qué seguís con vida!
¡Francís,
qué esperás de la vida!
Y
tú
me
odias
No
necesariamente
Cuerda
Soga
Asfixia
Quiero
Que
Me
Maten
Tus
Piernas
Me
odias
con
toda
la
leche
materna
de
tu santa
madre
No
te odio
No
te odio
No
te odio
¿Yo
te importo?
¿Yo
te sirvo?
¿Yo te existo?
¡Muérome,
XIX, de verdad que muérome!
Eres
una gran cínica
¡Tú
no sabes amar!
¡Tú
no sabes a mar!
¡Quiero
ser la red
que
condene
toda
la fauna
marina
de tus
caderas!
III
Podría
derretirte
Te
lo prometo
Podría
derretirte
Deja
tú
de
ser hielo
conviértete
en
agua
anida
en
mi pecho
haz
que
de
mi boca
florezcan
flores
de invierno
No
me crees que sí te quiero
muéstrame
cómo vivir
Enséñame
a respirar
¿oh?
¿oh?
¿oh?
Enséñame
a dormir
déjame
ser el recuerdo
de
un animal que te sueña
estar
en la memoria de
un
muro muerto
¡¡¡ámame!!!
déjame
amarte
llorar
por tu desprecio
sé
mi Lolita
sé
mi M.B
sé
mi R.
sé
mi C.
sé
mi D.
sé
mi Juliette
sé
un número primo
Sé
mía
Mírame
a los ojos
como
si toda la existencia
se
detuviera,
mátame
con tus pupilas
Aráñame
con tus pómulos
Quiero
sentirme
minúsculo,
diminuto
a
tu lado
Quiero
que
tus ojos
me
rompan el alma
Quiero
caer
al suelo
y
agonizar
Quiero
sentir el tacto
de
tus dedos
Quiero
que
tu nariz
esté
cerca a la mía
Quiero
escuchar
la
vibración
de
tus pestañas
Quiero
verte reír
Quiero
verte llorar
Abrazarte
Romper
los muros de tu dolor
Agonizar
a tu lado
Llevarte
en hombros
Dormir
en el césped
Dormir
en la nada
¡Quiero
ser el polvo de tus pestañas!
¡Quiero
ser tu carruaje!
¡Oh,
16, quiero ser tu carruaje!
¡No
me dejes morir sin haberte besado nunca!
¡Te
lo imploro!
IV
Quiero
Quiero
Yo
también
quiero
quiero
Pero
no
un poema
No
una flor
No
una bañera
Te
quiero a ti
Entera
Imperfecta
Impoluta
Te
quiero entera
sabe
Cristo lo que te amé desde que te vi
sabe
El Infierno lo que me haces sentir
sabe
mi sangre lo que ardes
en
mi interior
¡Eres
pura dinamita!
V
Sabe
la noche
sólo
sabe la noche
sólo
la noche sabe
lo
que han visto mis ojos en ti
¡Te
he amado tantas veces
que
he matado
al
hombre más pobre del mundo
mil
veces seguidas!
¡No
queda amor en el mundo entero
porque
todo lo equiparo yo!
¡Te
he amado tanto
que
sólo soy un cadáver!
¡Y
tú estás tan lejos!
¡Y
tú estás tan acompañada!
¡Y
yo aquí...!
¡Y
yo aquí soñándote en los recuerdos,
imaginándote
a mi lado,
hablándote
como si estuvieras aquí!
¡Estoy
solo en el abismo!
¡Quiero
que me mates!
¡Quiero
ser tu sangre!
¡Quiero
estar en tu cabeza!
VI
¡Si
me viera Dios,
si
me viera mi sangre agonizar por ti!
¡Te
deseo,
mal
nacida!
¡Te
deseo tanto
que
me arde la garganta de gritarlo!
¡Eres
la peor criatura de la tierra!
¡Te
aborrezo, Athenea, y mucho!
¡Eres
lo peor de la humanidad
porque
estás tan lejos!
¡Porque
eres tan perfecta!
¡Dispárame
al terminar!
¡¡¡JODER!!!
¡Yo
no hablo de tu piel!
¡Ni
siquiera de tu desnudez!
¡Yo
sólo hablo de tu alma!
¡Quiero
hacerle el amor a tu alma!
¡Quiero
ver cómo se evapora de tus ojos todo el pudor!
¡Quiero
que me mires como si yo fuera el mundo entero!
¡Porque...!
¡PORQUE
PARA MÍ, MALDICIÓN, PARA MÍ LO ERES TODO DEL MUNDO ENTERO!
¡DÉJAME
AMARTE!
¡Me
estoy muriendo!
¡Me
estás matando!
¡Quiero
que mi ropa huela a ti!
¡Quiero
oler tus dedos!
¡Quiero
respirarte!
¡Quiero
que mis días se llamen como tú!
¡Quiero
que el Infierno sea no sentirte!
¡Que
el paraíso esté escrito en tu frente!
¡No
me dejes aquí solo!
¡Mátame!
¡O
dame tu corazón!
¡Significan
lo mismo!
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