domingo, 17 de septiembre de 2017


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«IOHUILMININEFFADFAFDNUIPFADNEJLCNFIULFEN»

(en la calle, al amanecer)

Al salir de casa me he encontrado este cuaderno amarillo en el suelo, y he decidido que hoy voy a escribir un libro. No sé qué haré mañana, no sé qué hice ayer ni nunca, pero en este mismo momento he tomado la decisión unánime de llenar todas estas páginas con lo que sea.

Además, es un buen momento. Últimamente ando muy complicado, como bajo los efectos de una potentísima droga que me obliga a pensar y hundirme en meditaciones. Creo que es tristeza. Bueno, cojo el tren, que tengo que ir a la universidad. Ya veremos qué pasa.

(en la biblioteca, a las 11 15)

Empecé a estudiar en la universidad hace dos años y medio. Me han pasado muchas cosas desde entonces, y ninguna de ellas existe, creo. Tampoco sé qué hago aquí ahora, en la biblioteca, escribiendo como un obseso. Quizás no sepa bien lo que hago porque tampoco sé muy bien lo que no hago. En resumen, me veo incapaz de localizarme, de lanzarme desde un punto de mi vida a otro con algo de resolución, elegancia o puntería. Ando pasmado, grotesco, y la mayor parte del tiempo preferiría estar borracho o rodeado de animales, completamente dedicado a dejarme caer en la frescura y la inocencia ilimitadas, sin ninguna lucha, sin creer en una sola guerra, sencillamente (¡porque SERÍA tan sencillo!) dejar crecer mínimas luces absurdas, en ausencia de toda furia. ¡Música!

No cumplo lo prometido. ¿A quién le juré que aprendería a vivir? ¿Al Estado? ¿A mí mismo? ¡Ojalá esa criatura se muriese y me librase de una carga así! Yo no tengo fuerzas para imponerme nada. No puedo, no puedo prometerle nada a nadie de quien no esté enamorado. Sólo de esa forma podría asegurar que cumpliré mis palabras, porque entonces mis palabras no serían más que sentimientos. ¿Por qué miro al cielo y veo relojería, y luego miro a los ojos de Elsa y callo que la amo, y sigo callándolo ahora, muchos días después, cuando ella ya no está? ¿Por qué caigo en el alma equivocada, sólo crezco en la incomprensión, y por qué he caminado siempre como víctima de un hechizo, y he caminado siempre olvidando y olvidando, plagado de los pies a la cabeza de preguntas sin palabras y cuentos nerviosos? ¿Por qué mi melancolía se remonta al principio del universo? ¿Por qué lloro?

Hay algo muy persuasivo en la desaparición absoluta, en el abismo (palabra tan manoseada que cuando la digo pienso en un circo), en el auto-juicio final... No sería del todo correcto decir que estoy herido. La cosa es más leve y desesperante, como una reverberación rebotando insulsa donde antes hubo bailarines. ¡Y tengo sueños, no seamos hipócritas! Estoy muy lejos del suicidio, muy cerca porque hace poco se ha instalado dentro de mí un sentimiento inconcebible, ¿y qué más da si lo digo o no, qué importan los anuncios si todo cuanto hago, incluidas estas palabras, se encuentra bajo su influjo? Como digo, no sé dónde está mi desaparición, pero la siento esperar en mi interior... ¿Puedes sentir esperar a un sentimiento?

(en clase de Política, a la 13 00)

Me temo que sí reconozco en mí algo firme, aunque desquiciado. Tengo algunas ideas por las que vivir y por las que morir. No las diré porque no es el momento (ellas no son baratijas) pero ¡sí, sí, me inunda esa ceguera, no puedo remediarlo ni renunciar a ello, todavía no he conseguido convertirme en vapor! Existe la alegría, es más, sólo existe al lado del desastre. Existe el desastre, y sólo junto a la alegría.

Es invierno, únicamente comprendo eso. El frío se apuntala en todas partes y crispa algunos labios, saca a relucir muecas de bestia, y ojos muy abiertos que no saben el camino. El vaho vuela. Es difícil de ignorar, este frío. A mí me invita a dormir, y de hecho ahora quisiera tumbarme sobre la mesa y cerrar los ojos y congelarme. Pero por muy agotado que esté, parece que hay que hacer política, hay que hacer ruido y preguntas para no morir de frío. Ante todo, cuidado: no montes otro espectáculo, no te sumes.

¿Dónde estás? Tu expresión limpia y tranquila, eso necesito... Pero cuando te miro por segunda vez, me doy cuenta de que hay en ti enormes asimetrías, sobresaltos de melancolía, y ese trasfondo castigado es lo que llega a hacer que pases de ser hermosa a obsesionante.

No voy a mirar a mi espalda, donde todo es especialmente sombrío (¡puramente sombrío! allí tu faltas más...) Pero, ¿qué vive a mis espaldas? Desde allí me vienen crujidos, sonidos de cosas que se caen, bosques, ídolos...

¿Te veré hoy? ¡Oh, no! Algo me dice que no...

(en la cafetería, a las 15 00)

Escucho un rumor, creo que son voces, creo que son opiniones, o sentimientos, no sé. En todo caso oscuros, en todo caso abandonados a su suerte en medio de la nada aérea. ¿Se entiende lo que digo? Intocables... El tiempo afeita las ilusiones... ¿todas? No. Hay algunas (que, por supuesto, carecen de nombre) prevalecientes, y es inexplicable que nada consiga segarlas. Ni siquiera la costumbre.

¿O decís que gesticula quien habla de amor eterno? ¿Os atrevéis a decirlo? Los corsarios escépticos reirán de un caballero así, dirán "oh, pobre cachorrito del vacío", ¡pero os aseguro algo! Y no sé qué es. Un individuo cualquiera, ¿puede albergar un sentimiento eterno? Y, sobre todo, ¿podrá él soportarlo? Bueno, quizás con fe. De todas formas, creo que soy poco preciso al hablar de "sentimiento eterno", porque el separarse de vez en cuando (aunque sea a rastras) de un sentimiento es requisito indispensable para que dicho sentimiento exista. ¡Y eso no quita que, en el preciso momento de sentir, se pueda uno asomar al infinito! Pero son instantes, instantes, sólo de ellos podemos hablar... Y, sin embargo, (puesto que no se trata de que el sentimiento no perezca jamás realmente, eso es cosa del azar, sino más bien del ansia involuntaria de eternidad), en la beatitud irreflexiva del instante deformado por, digamos, el amor, el instante donde yo me haría monje y monstruo... ahí puedo besar a Elsa como para siempre y que eso no sea una patria, es más, que sea todo lo contrario, una tierra amiga eternamente extraña.

¿Cómo va a existir el paraíso si todos los jardineros se odian entre ellos?

Acabo de echarle el vino encima a unos idiotas. JAJAJAJA: corre.

Corre.

(en cualquier lado, a las 17 00)

¡no voy a verte hoy! Y no me tengo en pie. Tumbado en la hierba verde demoníaco abandono, colibrí dentro de un réquiem y me resumo en deseos de descomposición.y y y y y  Lloro... Es patético y asqueroso pero resplandeciente: los miedos se me suben al cuerpo como gusanos y me chupan los ojos y me cosen los labios. ¿Qué soy ahora? Imagino que ya no y

secuestrado en la lluvia sin olvidarte tiemblo suplicante siento las venas rompiendo las puntas de mis dedos las venas cayendo sobre el suelo y chorreando hacia

voy a tener que inventar una teoría en clase de Historia, o un cuento, para no derrumbarme. ¿Podré contener el derrumbamiento hasta la noche?

¿Exagero? No lo creo
Qué bonito, qué bonito,
Asísteme, papelito.


(en clase de Historia, a las 17 30)

Estoy obsesionado con ver aquello que imagino. No es por ansias de poder, sólo intento jugar. Deseo, y me propongo, ver un remolino en el suelo de piedra, pero, ¡ay! la piedra es piedra. Ella no quiere ser líquida, no me hace caso. Cierro los ojos, me enfrento a la quietud enfermiza. "Ahora -me digo- va a aparecer, en esta oscuridad, el rostro de Elsa. Lo voy a VER. Pienso hacerlo" Pero nada, parece que si se quiere ver algo que no existe, es inútil empezar por los sentidos. Forcejear con ellos así, sin confundirlos primero, es una tarea inútil, creo.

Ahora bien, pronto he descubierto otro camino que me acerca más a lo que deseo. En lugar de intentar imponer la imaginación sobre la realidad, la hice correr paralela a ella, de forma que, en la cumbre del delirio, en toda la potencia de la quimera, lo imaginado contagie a lo real o, lo que es lo mismo, en la realidad quede reflejada de alguna forma la obsesión que, eso sí, sólo puede encontrarse en mis propios pensamientos. Me explico. Ahora estoy en clase de Historia, pero podría imaginar que hay olas aquí dentro, en este aula. Bien, ya tengo las olas en mi mente y les he dado todo lo que me parece propio de las olas: rugir, ser húmedas y frías, azules y aterradoras, murmurar, deliberar... ¡Ojo! no intento que las olas salgan de mí; no las visualizo rompiendo contra la cabeza del profesor, o cosas por el estilo, sino que simplemente pienso en ellas (y, consecuentemente, presto poca atención a lo que este señor me está explicando). Pues bien, no lo haré ahora, pero estoy seguro de que si no abandonara nunca esta imagen mental, ella devoraría al resto de imágenes y yo acabaría creyendo que realmente hay un mar por aquí. ¡Realidad y deseo, vinculados! Ah, pero el olvido lo impide...

Por eso, para quedar bien atrapado en la imaginación y combatir al olvido (única barrera entre un hombre y su locura), es mejor fantasear con algo más absorbente que las olas. Porque me parece que no hay demasiado misterio, aunque sí poesía y sugerencia, en el oleaje. Las olas no tienen historias, como mucho las sostienen, y creo que la única fuerza mía que podría obligarme a ver olas es el miedo. Pero no me interesa caer en ninguna fobia... ¡quiero el control de lo que sueño! Un poco. Lo que estaba diciendo es que todo cambia si coloco un barco pirata sobre las olas. ¡Sí, sí, con su tripulación malhumorada, su capitán loco...! ¿Qué irán a hacer? La cosa se pone interesante.


Cuanto más movimiento pueda yo imaginar, más vehemente será mi fantasía, pero falta algo, con el simple meneo de ilusiones no basta: ¡tiene que importarme lo que estoy pensando! Si no, todo se queda en un experimento, por muy detallado que sea. Pero si se mezclan el movimiento en la imagen y su relevancia para quien la imagina... ¡Por fin estamos muy cerca de tener visiones!
Estás un poco agitada/o, no puedo escribir así.
Venga, para y léeme.
Un poco.

Sh... silencio, no hagas ruido;
sh... estoy escribiendo,
me estás leyendo.
Despacio...

Estoy escuchando tu respiración,
hazlo más despacio,
me incomoda.
Para.

Guárdalo dentro.

No te muevas, tu piel roza la ropa,
me estás volviendo loco.
No puedo escribir,
no te muevas.
Inmóvil.

No puedo escribir así, de verdad.
¿Lo haces a propósito?
Por Dios, para
tu estómago
¿Hace cuánto comiste?
Oigo tus jugos gástricos ahí dentro,
no puedo concentrarme si no dejas de hacer eso.

Vomítalo todo.
Vacío.
Bien.

Deja de pensar, corta la corriente eléctrica de tu cerebro.
Esta palabra es aislante para tus oídos:
artrosis
Es tuya, te la doy. Sólo tuya.
Déjala reposar
dentro
de ti,
sí.

Quítate los malos vicios,
individuo.
Silencio... ahora,
tú, escucha
el arte
mío:

¡¡¡LA VIRGEN MARÍA TENÍA UN TRILOBITES EN EL COÑO!!!


*
«Silencio vertebral»

Extraña ternura porque todos babean su existencia y se abren sin fondo como flores inocentes Sin embargo, tardaría demasiado en acariciar el rostro del violador,  y también el rostro del gorrión, porque ellos son inolvidables. Cualquiera no existe. Tengo en la cara una mueca de la que moriré,  y ella los atrae a todos hasta mí. Me miran como a una moneda de otro mundo. ¿De qué se ríe?  ¡Pues de la dulzura  de la espuma de los cráneos! ¡Una sola duda recorre todo mi cuerpo como los barcos que se lanzan río abajo,  atrapados por extraños colores! ¿Y cuál es, y cuál es? Bueno, respondo,  exclamando y temblando, ¿cuál es?


*
«Realismo mágico macarra»

La universidad bullía en el atardecer pálido, y los estudiantes desfilaban en todas direcciones con su cansancio apresurado y desenfadado. Tobías estaba sentado sin porvenir junto a sus colegas y removía un montón de hojas secas con el pie mientras miraba a las chicas pasar. Su aburrimiento no conocía límites. En un alarde de imaginación, le dijo al que tenía al lado:

¿Eh, pavo, te imaginas que hay un billete aquí?– y agitó las hojas con afán creciente.

A lo que su compañero le contestó, sonriendo monótonamente:

Yaes...

Pero el billete surgió de entre las hojas, como una aparición. Veinte euros. Los jóvenes estudiantes no daban crédito y se deshacían en risas espasmódicas. Al cabo de unos minutos un hombre con sombrero se les acercó y les explicó que ese era su dinero, que se le había caído y, rogándoles que se lo devolvieran, los miró con una mueca entre cordial y suplicante. 

¡Pero si me lo he imaginado yo antes! –saltó Tobías sin poder contenerse, rompiendo así el incómodo silencio.

El hombre se ruborizó, incrédulo, y creyendo que se trataba de un malentendido, alargó su mano sin más para coger el billete de la mano del chico, pero los demás se interpusieron con una serie de gritos viriles:

¡Eh, eh, eh! ¿Pero a ti qué te pasa? ¿Estás mal?

Entonces el hombre no lo aguantó más, se quitó su sombrero, hundió la cara en él y se echó a llorar como un bebé. A lo lejos revoloteaban unos pájaros verdes y el cielo ya se estaba ensombreciendo. Tobías se enterneció y puso una cara que debió haber visto en alguna película. Con el billete en la mano (cogido sólo con dos dedos, como si aún se tratara de un sueño) bajó la mirada rápidamente mostrando turbación, y luego la levantó muy despacio. Justo cuando iba a acercarse al hombre para devolverle los veinte euros, el hombre los cogió de un manotazo y echó a correr. 

¡Pero qué haces! ¡Que te lo iba a dar! –rugió Tobías, y salió corriendo tras él. Con su experiencia de jugador de rugby, le dio alcance en un santiamén y saltó sobre él como un felino, ante el estupor de las universitarias que pasaban junto a ellos. ¡Menudo porvenir os espera! murmuró un anciano con gafas al verlos forcejeando en el suelo. El error de Tobías fue que quiso mirar su reflejo en unas ventanas que había al lado, porque sintió curiosidad por verse a sí mismo peleando. De esta forma, el hombre aprovechó este instante narcisista para escabullirse con los veinte euros todavía en su poder.

Tobías había perdido su esperanza y, desde el suelo, contempló apesadumbrado cómo el hombre se calaba su sombrero mientras se perdía en la distancia. Al ver que la trifulca había terminado, sus colegas corrieron a su encuentro y lo bombardearon con preguntas:

¿Estás tonto? ¿Por qué se ha ido? ¡Se fue con nuestro milagro...!

Hijoputa, déjame en paz.


*
«LA CURA MORTAL»

Toda mi especie ha sido juzgada y condenada por sus propias alucinaciones
sus dulces edificios exiliados, ¡quiero chuparlos mientras chillan de aburrimiento! Qué dulce esta construcción disuelta, medio puente medio cárcel, color ninguna parte donde es alegre oler el frío y contemplar restos de hombres nadando en odio y pan,
y panfletos que flotan en el secreto del aire, o no, ¡espera! el cielo es ya un panfleto en mi hipotálamo, ¿te me estás ofreciendo, cielo? ¡ay, que me sofoco! espera, espera ¿cuánto vales? ¡jamás lo hubiera soñado!
hermosas culebras corren entre mis pies y debo tener cuidado de no pisarlas
si las piso modificaré la estructura del universo y seré acusado por las teorías de los dioses de papel, ¡sus susurros rechonchos!
amar es pecado aquí
amar es anarquía
si amas debes viajar al centro del mundo para desintoxicarte: es un hospital de diamante, otros lo llamarían antro pero están todos muertos, ahora lo llaman revolución
 ¿o me vas a decir que esto no es revolución? ¿estás diciendo que esta mierda con sombrero no es la revolución? ¡fenomenal! ¡ahora tú eres revolución! ¡no podrás escapar!
repite conmigo: veneno, veneno, y así hasta llegar a la palabra libertad

En cada esquina presiento unos genitales nunca vistos, grises y tiernos ¡viva la procreación de marfil!
¡vivan las plagas! ¡vivan los electroletargos y todo tipo de cosas inconexas!
Jesucristo reparte chupa-chups por el centro de Madrid y su amor universal es fotografiado con tranquila demencia
¡qué equivocado he estado siempre en todo salvo en este segundo! El cielo es ya parte de mi especie, y espera mi muerte con cortesía.
Pero me voy de aquí, me voy de aquí, animales.




*
«Pero»

Yo era vacío
como todo cuanto sé

Pero tú que respiras fuego albino y te acercas
taladrando el arcoíris en medio de mi pecho,
fundando allí el paraíso donde cabe un enfermo
tan sólo, o quizás dos, si se miran entre ellos,
tú que aún derrumbada sobre mí estás lejos
en mis adentros tus ojos cavan venas nuevas
por las que cae el viento azul de la primavera.

Pero mi piel nerviosa tiende hilos al cielo sin obviedades,
hilos al blanco arriba sin claridad para la niña de hilos 
que en mis brazos grita nunca y siete lágrimas de calcular tinieblas 
le corren rostro abajo, afilándose. Niña,
si viene perderte después vendrá morirme
asistiendo a las matemáticas de mi carbonización,
si tú vieras que yo no puedo ver caminos,
si adivinaras mi temblor sellado sin sentido...


*
«amo patatas»
amo patatas 
ellas son acariciadas por mí
quito su piel con un cuchillo afilado
y la patata aparece como un sol marrano
entran por mis ojos, por mi nariz, 
hasta el fondo de mi ser 
y me impregno como un sabio
de vosotras oh patatas 
no merezco que me dejéis pelaros
tubérculos me abruma vuestra gloria
subterránea
mis lágrimas tienen forma de patata, también


*
«Pupa»

***


mis dedos exploran la garganta de las estrellas
iré a hacerme daño
a un bosque que no está en mis sueños
pero sí muy cerca
como el guardián de la risa, estaré solo
decapitado, sagrado, sin fuerzas
para rellenar páginas páginas 
y páginas con el delirio 
y restregarme contra los restos de un caballo violeta
mientras arriba el firmamento explota
en páginas y páginas con el delirio
sin fuerzas, me repito
me extingo
diseccionando chispas como hospitales
canto caos
respirando grietas 
en la claridad degollada
despierto muriendo
¡Envenenado...!



***

Te aprietas contra el mosaico de relámpagos        
te aprietas contra la necrofilia de los tiempos
me miras como dos gotas destructoras.
Quiero trepar tus labios y despeñarme
aunque caiga en el rocío maniático
en el rocío al que se sacrifican los poetas
si es que existen.



*
«Duermo atado a las olas»

Por las noches, duermo
atado a las olas
y cuando amanece
mis ojos están envenenados.

Durante la noche, sueño,
y de día soy soñado,
y cuando atardece

mis ojos aburren a los astros.


*
«DESESPERACIONCITA»

enánimo

Otra vez amanezca
como un trasto que se escapa
de las manos delirantes,
otra vez 
amanezcan humanoides
temblores de luz
aburrida de los gritos.
¡Amanezca tu amnesia, amanecer...!
y de nuevo no harás nada
ante la noria de sangre,
sólo flotar, recordado.
A ti, que jamás respondes
puesto que yo te inventé,
a ti te lo estoy diciendo: 
¡eres cruel!




*
«…»

la sangre recorre la frente de diamante de los  inválidos
y un perro olisquea mi corazón con ojos de mendigo


*
«El monstruo químico»

De pronto, su hija cruza el pasillo y pasa por delante del cuarto como una exhalación. Tiene una melena rubia de ángel, que ondea en el aire. Fantasma de oro. Por la forma de su rostro, da la impresión de estar siempre asustada. Él la llama con un suspiro: "Carmen...", y al punto ella asoma la cabeza dorada por la puerta y sonríe un poco.

- ¿Qué quieres, papá? Me estaba poniendo el pijama.

- Ven aquí, hija, ven con tu padre... - la mirada de él lleva años retorciéndose, pero ella jamás la había visto tan espantosamente atrofiada. Aún así, se acerca, dando pasitos extraños hasta sentarse al borde de la cama.

- Carmen, ¿verdad que tú me quieres? Tú... ¿tú crees que estoy solo?

- Yo... cuido de ti, papá. Pero no soy nadie, así que algo solo sí que debes estar. - la frase languidece en los labios de la joven.

- ¡No seas tan cruel conmigo...! - responde el padre, fingiendo una repentina tristeza.

- Pero no soy cruel, es que no voy a mentir... ya casi no sé quién eres.

En ese momento, el padre se transforma, el horror sepulta su rostro. Abalanzándose hacia delante con sus escasas fuerzas, se abraza a su hija y gimotea.

- ¡Eres libre, libre de olvidarme...! Pero estaré aquí, hija mía, sigo aquí. No florezco, como tú, pero sigo aquí contigo... tú tampoco estás sola... ¡Y yo también soy libre!

Entonces las manos del padre empiezan a deslizarse debajo de la ropa de su hija, intentando alcanzar sus pechos. Él tiene los ojos cerrados, como fuera de sí, y por un momento Carmen no comprende la situación. Aquella era una posibilidad tan remota que tarda en reaccionar, mientras su padre le sigue pellizcando los pezones. De un instante a otro surge la pesadilla. Al fin, consigue chillar "¡No!", se aparta de un salto y deja al hombre manoseando el aire. Siente caer sobre ella un torrente desolador y quiere salir corriendo, pero antes debe pronunciar una última frase, un ápice de esperanza.

- ¿Estás delirando?- susurra

Pero en el rostro de su padre no hay rabia ni vergüenza. Sólo una fría desesperación.

- ¡Fuera, vete de aquí! ¡Vete ahora mismo!

Carmen corre fuera del cuarto, aplasta dentro de una mochila todas las cosas importantes y sale de la casa dando un portazo. Jura que no va a volver. Una misma imagen podrida se repite sin cesar en su cabeza.

La noche mojada brilla, parece un pájaro derruido: limpio, dormido, infernal. Diluvia. Nubes negras descargan todo su contenido sobre las calles, y ahí está corriendo Carmen, en pijama , con un cráter en el pecho. Llora sin consuelo. Le aterra comprender. ¿Y si no hay territorios realmente prohibidos? ¡Ojalá la piel fuera vacío! La lluvia corre por su cara blanca, incendiándola. Su sangre es un pordiosero entre las estrellas: no hay esperanza, lo único que perdura es el desastre. Incluso llamamos futuro al desastre. Y lo seguiremos llamando así.


*
«aceleración (Mientras Vorj va al baño)»

La noche cruje incinerada de ninfas espías y aire cautivo
riguroso aire de dioses ebriópodos el Amor es un mamut
exprimiendo su soledad con ojos diminutos
e inútiles de tanta verdad habitemos cuartos-apocalipsis miopes
y susurremos ven a mí especie humana decapitado dios femenino
que brotas en eras de amor indeseado
conduciendo al puerto iracundo donde yace el color sin descanso
entre los cristales se aparea fulminado mi trance
sin otro corazón que la ansiedad parpadeante
contempla aterrado la caligrafía de las estrellas
que están royendo nuestra parte invisible
desvístete en horas de oro psicópata para nadie
con ojos cerrados configura el atardecer inhumano
llévate a la boca los cereales de penumbra
envejece en canciones

comparte esa desidia


*
«Las sirenas flácidas»

(pero sigue siendo trágico, no teman)

I
Aún cuando te has ido
extrañas nubes te guardan y me duelen
me salí del camino persiguiéndolas
perseguido
las nubes que te guardan pueden
destruirme elevarme
este es un lugar oscuro 
donde puedo llamarte música 
fuera del camino hay piel besada
y recuerdos sin cabeza
te llamo amor si no me oyes
creo que no sé llamarte

II
me nublo sin descanso
en el bosque de maracas gigantes
en los kilómetros de deshacerse
en las escaleras sospechosas
sueño con la ira de la lluvia
en la ruina desvelada
sueño con tus labios y mi miedo
sin santos de aire, sueño

III
y extrañas nubes me pesan y conducen
ante esos frailes locos, mis latidos
ante el monstruo dormido sobre el horizonte
mis alas funcionan al revés
hoy va a morir
¿quién puede respirar en serio?


IV
la pantera abismal
en tus ojos
se esconde la pantera abismal
los días huyen
las expediciones fracasan
no es necesario anotar
que la pantera abismal
está abriendo sus fauces para comerme




*
«Casi muero»

PRIMER CAPÍTULO

Soy un monstruo.

Antes de nada, aclaremos que lo que escribo aquí es cierto. O mejor, que esto no es escribir, sino un ritual para seguir en mis cabales, es decir: si algo sucede, yo lo convierto en palabras al momento. Por ejemplo: Saturno. Y parece que sigo con vida.

Como decía, hay en mí una enérgica armonía que me arrastra hacia lo podrido-desconocido, y bien podría yo ser de papel ahora mismo, que no me daría cuenta. Pero esta fiebre no es positiva, nadie aplaudiría en presencia de mi corazón, más bien huirían espantados, ultrajados y tiesos de vértigo. Porque, digámoslo de una vez: llevo tanta pureza conmigo que me consumo instantáneamente. Llevo dentro de mí un sentimiento sin mesura. ¡Hace unos meses, uy! Yo era tan insulso que podía sostenerme, en mi puré de pasos, mi lento viaje desalmado. Pero ahora ¡ahora, ahorísima! Dichoso,  tambaleante, mi pensamiento se precipita entre la gloria y las torturas gratuitas.

Encuentro mi reflejo en las ventanillas de un coche. Parezco pálido y comprensivo, lánguido y embobado, alguna violencia sublime me amustia los ojos. La verdad es que esta vez me he vestido penosamente, como un zarrapastroso, y podría dar pie a todo tipo de comentarios desconfiados. Me he puesto las gafas de sol, la capucha, llevo un martillo en el bolsillo y los sonetos de Shakespeare en el otro. ¡Piratería!

Pero aclaremos, sigamos aclarando un poco. Esta aventura no ha hecho más que empezar, y aprovecharé el rato de tren para explicar un poco la situación. ¡No querréis contemplar la locura sin saber qué hay detrás...! Toda mi tragedia consiste en que no puedo ver a una persona a la que quiero... Sencillamente, me ha dicho que hoy no puede estar conmigo. ¡Por lo que sea, eso da igual! No está dispuesta, eso es. ¿Hay en este mundo algo más normal, algo más lógico que estar indispuesto? Además, aunque esa persona me adorase a mí como chiflada, seguiría siendo algo natural, una simple anécdota, nada en nuestro corazón tendría por qué encogerse, estropearse, o qué sé yo. Digo estas cosas para eliminar toda duda: mi pena es algo inútil y mío, escabrosamente infantil, y no tiene otro fundamento que el de un sentimiento de magnitudes incomprensibles, inclementes y mascullantes.

Además, la vi antesdeayer. ¿Cómo convertir esos dos días en una obra de sufrimiento? Seguramente estoy dudando que me quiera. Pero reconozco que esta incertidumbre también es el hedor de mis exageraciones sin fin. La sola idea de que se haga el frío entre nosotros, es como una pistola apoyada sobre mi sien... Además, ningún recuerdo es tan sincero como para hacer milagros. La memoria no puede devolverla hasta mí, sólo restregármela y abrirme a una eternidad de instantes maltrechos. Y añado: cuando pierdo a esta persona de vista, me siento inevitablemente como si se hubiera muerto, y cuando aparece de nuevo ante mis ojos, resucita. Y no es poesía ni carroña, sino literalmente así, como lo cuento, ¿cómo no desbordarse? En fin, no puedo arrojar más luz sobre el aspecto que mi pobre corazoncito agitado debe ofrecer ahora, no puedo hacerlo sin ponerme muy en peligro. Aunque lo cierto es que ahora que estoy escribiendo sobre ella, se me hacen mucho más llevaderos esos paisajes cretinos de mi mente, porque es como si la estuviera invocando. La persona en cuestión no lo sabrá, pero paso bastante tiempo imitando su presencia a través de poemas, relatos, y cuentecitos memos y maravillosos.

El tren se detiene. Me bajo en la puerta del Sol, encuentro que la ciudad transcurre bajo un gris que casi llueve. Camino un poco hacia todas partes, hasta que me encuentro con una tienda de ALIMENTACION. Los chinos. Alargo la mano dentro del aparato hacedor de frío, saco dos botellas de cerveza con tequila y se las entrego a la dependienta junto con un billete azul. La respuesta es una mirada sin raíces y un aletargado "gracias".  Adiós, adiós, hermosa jovencilla de otro mundo. ¡Hasta la próxima, mi hermana!

Mis pasos me llevan hasta el templo de Deboth. Es un parque encantador en las alturas, con mucha hierba y reliquias egipcias. Me asomo al borde, el abismo de hormigón se estira a mis pies. Le suplico a las nubes que descarguen su cólera, sobre mí también, ¡matadnos, que no es mal momento! Vuelvo la vista hacia el camino y sus sombras. De algún modo, me asusta que todos los paseantes estén sonriendo, es como si les faltara una parte del cuerpo.

Bebo. Bebo, bebo, bebo, sencillo desastre. Oigo una música que debe venir del reino de las ruinas.

El móvil vibra en mi pantalón. ¡Es la persona! Parece que está levemente en apuros, tiene que escribir un trabajo en un idioma extraño y muy poco romántico... La ayudo. Ha escrito algo doloroso, se ha tapado los oídos justo cuando iba a hablar la muda Esperanza. Cuando termino, conduzco sin querer la conversación a la idea de vernos, vernos, vernos. Otra vez queda claro que no puede o no quiere, y habría que estar ciego para no comprenderlo. No importa, no importa, ha empezado a llover a mares.


Según oigo los truenos, me acuerdo de que mi madre ha hecho sopa de pescado para cenar. Si me doy prisa, podré volver a casa a tiempo para tomarla, tan calentita y naranja. Me precipito calles abajo, corriendo, estoy fuera de mí, estampo el paragüas contra el capó de un coche. La intensa lluvia reúne a las personas en grupos, se resguardan en los soportales, algunos hacen fotos. Largos goterones caen sobre mí mientras corro sin detenerme por nada, resbalando, riendo y llorando. Del cielo vienen unas luces extrañas, blancas y repentinas, y sólo cuando levanto la vista me percato. Allí hay un rayo que no me ha destruído, ¿por qué?

Alcanzo el tren en el momento justo en el que se cierran las puertas. Escribo esto empapando el papel. He dormido durante el viaje. Desperté en el momento justo en el que se abrían las puertas de mi pueblo. Magia. ¡Magia, estoy en casa para tomar la sopa! Una araña me ha picado en el cuello, y me gusta la colina roja que ha dejado, la palpo, me hace cosquillas. La persona acude a mi mente con constancia, pero no es cuestión de detallarlo de esa forma. 

En la cena. La sopa es deliciosa, hecha humo, se desliza garganta abajo con amor. El telediario habla de un coche que se ha "precipitado al vacío", matando a sus pasajeros.

Mi hermano
-Je, he, he
Mi padre:
-Pero hombre, ¿quién les manda precipitarse al vacío?
Mi hermano
-Je, he, he
Yo:
-¡Sí, sí, JAJAJ! ¡Espera, vamos a hacer otra broma, se me ocurre otra broma estupenda sobre estos hombres muertos!
Miradas quedas, extrañamiento. No sé convivir en sociedad. 

Me voy al ordenador. Tecleo todo esto, ahora son las 23: 18 y la aventura no ha hecho más que comenzar. Salgo de nuevo para Madrid, en tren, La noche tiene un comportamiento distinto al habitual, está abierta a atrocidades. Salgo ya, salgo ya, con mi cuaderno. Seguiré escribiendo. Echo muchísimo de menos a la persona. Precaución debería ser la última palabra de este capítulo. Precaución.

CAPÍTULO 2

Estoy lleno de frío y arrepentimiento... ¡Era broma, era broma! El tren tiembla a toda velocidad y cierro los ojos para notar mejor cómo voy cambiando de lugar en el universo. Antes de subir aquí, ha habido dos ceremonias sorprendentes. ¡magia, magia!

Al comprar un red bull, el chino de mi barrio me ha preguntado: "¿a trabajar, ah?", y le he mentido "¡sí, sí!", con una risa desproporcionada. Ya salía por la puerta de la tienda cuando él ha murmurado -como hacen los chinos, que murmuran selvas- "Espera, espera. Toma, es un regalo", y en sus manos estaba el dinero con el que le pagué, además de otro red bull. Su cara contenía esa evasión ancestral, sabiduría apenada, determinación abstraída de los buenos hombres que habitan el mal. Me quemaba, estaba a punto de llorar. Aquel era un acto de justicia, meditado durante horribles milenios. Cogí su regalo, estremecido, balbuceé "gracias, muchísimas gracias". No me atreví a decir que era mentira, que no iba a trabajar. Salí corriendo.

Justo antes de entrar en la estación, me cruzo casualmente con una mujer que me es oscura e inolvidable. Había sido mi maestra de guardería. Reconozco su piel, esos pellejos marrones. Por un segundo, nuestras miradas se adentraron la una en la otra, y recordé lo que jamás hay que recordar. No lo haré. La tinta es incapaz. Sólo la insinuación es pánico, ya me estruja...

¡La persona, la persona de espuma, ahora probablemente esté durmiendo!

La lluvia es fina ahora. Apacible. Pero estoy cansado. ¿Por qué el dolor es real? Tirado en la acera, boca arriba, miro el cielo negro, gris y naranja, hecho de diminutos pinchazos.¿Columpiarse en paranoia, éxtasis y ácido?

"Antes de que el sueño (o el terror) tejiera
mitologías y cosmogonías,
antes de que el tiempo se acuñara en días,
el mar, el siempre mar, ya estaba y era.

¿Quién es el mar? ¿Quién es aquel violento
y antiguo ser que roe los pilares
de la tierra y es uno y muchos mares
y abismo y resplandor y azar y viento?

Quien lo mira lo ve por vez primera
siempre. Con el asombro que las cosas
elementales dejan, las hermosas

tardes, la luna, el fuego de una hoguera.
¿Quién es el mar, quién soy? Lo sabré el día
ulterior que sucede a la agonía"
JLB

Inconsciencia. ¿Qué me devolvió a casa? Estoy tirado sobre la cama, y amanece. No recuerdo nada, sólo voces hermosas. No puedo dormir en una cama roja.




*
«El verdadero camino a la salvación eterna»

Voy a explicar de una vez por todas (y déjenme en paz) el Verdadero Camino a la Salvación Eterna. ¿Por qué nadie en la Historia ha podido hacer Bien este sencillísimo trabajito? Los pensadores, profetas y revolucionarios que figuran en las bibliotecas no han sido para la mente humana más que camioneros sucios y arrogantes, de esas personas que miran con desdén o luz de pacotilla todo lo que les rodea, y mientras tanto siguen adelante con toda la absurda fabricación de geometrías existenciales. Bueno, bueno, ya que insisten los milenios destrozados, daré la respuesta.





Así es. Ya está.


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