*
«IOHUILMININEFFADFAFDNUIPFADNEJLCNFIULFEN»
(en
la calle, al amanecer)
Al
salir de casa me he encontrado este cuaderno amarillo en el suelo, y
he decidido que hoy voy a escribir un libro. No sé qué haré
mañana, no sé qué hice ayer ni nunca, pero en este mismo momento
he tomado la decisión unánime de llenar todas estas páginas con lo
que sea.
Además,
es un buen momento. Últimamente ando muy complicado, como bajo los
efectos de una potentísima droga que me obliga a pensar y hundirme
en meditaciones. Creo que es tristeza. Bueno, cojo el tren, que tengo
que ir a la universidad. Ya veremos qué pasa.
(en
la biblioteca, a las 11 15)
Empecé
a estudiar en la universidad hace dos años y medio. Me han pasado
muchas cosas desde entonces, y ninguna de ellas existe, creo. Tampoco
sé qué hago aquí ahora, en la biblioteca, escribiendo como un
obseso. Quizás no sepa bien lo que hago porque tampoco sé muy bien
lo que no hago. En resumen, me veo incapaz de localizarme, de
lanzarme desde un punto de mi vida a otro con algo de resolución,
elegancia o puntería. Ando pasmado, grotesco, y la mayor parte del
tiempo preferiría estar borracho o rodeado de animales,
completamente dedicado a dejarme caer en la frescura y la inocencia
ilimitadas, sin ninguna lucha, sin creer en una sola guerra,
sencillamente (¡porque SERÍA tan sencillo!) dejar crecer mínimas
luces absurdas, en ausencia de toda furia. ¡Música!
No
cumplo lo prometido. ¿A quién le juré que aprendería a vivir? ¿Al
Estado? ¿A mí mismo? ¡Ojalá esa criatura se muriese y me librase
de una carga así! Yo no tengo fuerzas para imponerme nada. No puedo,
no puedo prometerle nada a nadie de quien no esté enamorado. Sólo
de esa forma podría asegurar que cumpliré mis palabras, porque
entonces mis palabras no serían más que sentimientos. ¿Por qué
miro al cielo y veo relojería, y luego miro a los ojos de Elsa y
callo que la amo, y sigo callándolo ahora, muchos días después,
cuando ella ya no está? ¿Por qué caigo en el alma equivocada, sólo
crezco en la incomprensión, y por qué he caminado siempre como
víctima de un hechizo, y he caminado siempre olvidando y olvidando,
plagado de los pies a la cabeza de preguntas sin palabras y cuentos
nerviosos? ¿Por qué mi melancolía se remonta al principio del
universo? ¿Por qué lloro?
Hay
algo muy persuasivo en la desaparición absoluta, en el abismo
(palabra tan manoseada que cuando la digo pienso en un circo), en el
auto-juicio final... No sería del todo correcto decir que estoy
herido. La cosa es más leve y desesperante, como una reverberación
rebotando insulsa donde antes hubo bailarines. ¡Y tengo sueños, no
seamos hipócritas! Estoy muy lejos del suicidio, muy cerca porque
hace poco se ha instalado dentro de mí un sentimiento inconcebible,
¿y qué más da si lo digo o no, qué importan los anuncios si todo
cuanto hago, incluidas estas palabras, se encuentra bajo su influjo?
Como digo, no sé dónde está mi desaparición, pero la siento
esperar en mi interior... ¿Puedes sentir esperar a un sentimiento?
(en
clase de Política, a la 13 00)
Me
temo que sí reconozco en mí algo firme, aunque desquiciado. Tengo
algunas ideas por las que vivir y por las que morir. No las diré
porque no es el momento (ellas no son baratijas) pero ¡sí, sí, me
inunda esa ceguera, no puedo remediarlo ni renunciar a ello, todavía
no he conseguido convertirme en vapor! Existe la alegría, es más,
sólo existe al lado del desastre. Existe el desastre, y sólo junto
a la alegría.
Es
invierno, únicamente comprendo eso. El frío se apuntala en todas
partes y crispa algunos labios, saca a relucir muecas de bestia, y
ojos muy abiertos que no saben el camino. El vaho vuela. Es difícil
de ignorar, este frío. A mí me invita a dormir, y de hecho ahora
quisiera tumbarme sobre la mesa y cerrar los ojos y congelarme. Pero
por muy agotado que esté, parece que hay que hacer política, hay
que hacer ruido y preguntas para no morir de frío. Ante todo,
cuidado: no montes otro espectáculo, no te sumes.
¿Dónde
estás? Tu expresión limpia y tranquila, eso necesito... Pero cuando
te miro por segunda vez, me doy cuenta de que hay en ti enormes
asimetrías, sobresaltos de melancolía, y ese trasfondo castigado es
lo que llega a hacer que pases de ser hermosa a obsesionante.
No
voy a mirar a mi espalda, donde todo es especialmente sombrío
(¡puramente sombrío! allí tu faltas más...) Pero, ¿qué vive a
mis espaldas? Desde allí me vienen crujidos, sonidos de cosas que se
caen, bosques, ídolos...
¿Te
veré hoy? ¡Oh, no! Algo me dice que no...
(en
la cafetería, a las 15 00)
Escucho
un rumor, creo que son voces, creo que son opiniones, o sentimientos,
no sé. En todo caso oscuros, en todo caso abandonados a su suerte en
medio de la nada aérea. ¿Se entiende lo que digo? Intocables... El
tiempo afeita las ilusiones... ¿todas? No. Hay algunas (que, por
supuesto, carecen de nombre) prevalecientes, y es inexplicable que
nada consiga segarlas. Ni siquiera la costumbre.
¿O
decís que gesticula quien habla de amor eterno? ¿Os atrevéis a
decirlo? Los corsarios escépticos reirán de un caballero así,
dirán "oh, pobre cachorrito del vacío", ¡pero os aseguro
algo! Y no sé qué es. Un individuo cualquiera, ¿puede albergar un
sentimiento eterno? Y, sobre todo, ¿podrá él soportarlo? Bueno,
quizás con fe. De todas formas, creo que soy poco preciso al hablar
de "sentimiento eterno", porque el separarse de vez en
cuando (aunque sea a rastras) de un sentimiento es requisito
indispensable para que dicho sentimiento exista. ¡Y eso no quita
que, en el preciso momento de sentir, se pueda uno asomar al
infinito! Pero son instantes, instantes, sólo de ellos podemos
hablar... Y, sin embargo, (puesto que no se trata de que el
sentimiento no perezca jamás realmente, eso es cosa del azar, sino
más bien del ansia involuntaria de eternidad), en la beatitud
irreflexiva del instante deformado por, digamos, el amor, el instante
donde yo me haría monje y monstruo... ahí puedo besar a Elsa como
para siempre y que eso no sea una patria, es más, que sea todo lo
contrario, una tierra amiga eternamente extraña.
¿Cómo
va a existir el paraíso si todos los jardineros se odian entre
ellos?
Acabo
de echarle el vino encima a unos idiotas. JAJAJAJA: corre.
Corre.
(en
cualquier lado, a las 17 00)
¡no
voy a verte hoy! Y no me tengo en pie. Tumbado en la hierba verde
demoníaco abandono, colibrí dentro de un réquiem y me resumo en
deseos de descomposición.y y y y y Lloro... Es patético y
asqueroso pero resplandeciente: los miedos se me suben al cuerpo como
gusanos y me chupan los ojos y me cosen los labios. ¿Qué soy ahora?
Imagino que ya no y
secuestrado
en la lluvia sin olvidarte tiemblo suplicante siento las venas
rompiendo las puntas de mis dedos las venas cayendo sobre el suelo y
chorreando hacia
voy
a tener que inventar una teoría en clase de Historia, o un cuento,
para no derrumbarme. ¿Podré contener el derrumbamiento hasta la
noche?
¿Exagero?
No lo creo
Qué
bonito, qué bonito,
Asísteme,
papelito.
(en
clase de Historia, a las 17 30)
Estoy
obsesionado con ver aquello que imagino. No es por ansias de poder,
sólo intento jugar. Deseo, y me propongo, ver un remolino en el
suelo de piedra, pero, ¡ay! la piedra es piedra. Ella no quiere ser
líquida, no me hace caso. Cierro los ojos, me enfrento a la quietud
enfermiza. "Ahora -me digo- va a aparecer, en esta oscuridad, el
rostro de Elsa. Lo voy a VER. Pienso hacerlo" Pero nada, parece
que si se quiere ver algo que no existe, es inútil empezar por los
sentidos. Forcejear con ellos así, sin confundirlos primero, es una
tarea inútil, creo.
Ahora
bien, pronto he descubierto otro camino que me acerca más a lo que
deseo. En lugar de intentar imponer la imaginación sobre la
realidad, la hice correr paralela a ella, de forma que, en la cumbre
del delirio, en toda la potencia de la quimera, lo imaginado contagie
a lo real o, lo que es lo mismo, en la realidad quede reflejada de
alguna forma la obsesión que, eso sí, sólo puede encontrarse en
mis propios pensamientos. Me explico. Ahora estoy en clase de
Historia, pero podría imaginar que hay olas aquí dentro, en este
aula. Bien, ya tengo las olas en mi mente y les he dado todo lo que
me parece propio de las olas: rugir, ser húmedas y frías, azules y
aterradoras, murmurar, deliberar... ¡Ojo! no intento que las olas
salgan de mí; no las visualizo rompiendo contra la cabeza del
profesor, o cosas por el estilo, sino que simplemente pienso en ellas
(y, consecuentemente, presto poca atención a lo que este señor me
está explicando). Pues bien, no lo haré ahora, pero estoy seguro de
que si no abandonara nunca esta imagen mental, ella devoraría al
resto de imágenes y yo acabaría creyendo que realmente hay un mar
por aquí. ¡Realidad y deseo, vinculados! Ah, pero el olvido lo
impide...
Por
eso, para quedar bien atrapado en la imaginación y combatir al
olvido (única barrera entre un hombre y su locura), es mejor
fantasear con algo más absorbente que las olas. Porque me parece que
no hay demasiado misterio, aunque sí poesía y sugerencia, en el
oleaje. Las olas no tienen historias, como mucho las sostienen, y
creo que la única fuerza mía que podría obligarme a ver olas es el
miedo. Pero no me interesa caer en ninguna fobia... ¡quiero el
control de lo que sueño! Un poco. Lo que estaba diciendo es que todo
cambia si coloco un barco pirata sobre las olas. ¡Sí, sí, con su
tripulación malhumorada, su capitán loco...! ¿Qué irán a hacer?
La cosa se pone interesante.
Cuanto
más movimiento pueda yo imaginar, más vehemente será mi fantasía,
pero falta algo, con el simple meneo de ilusiones no basta: ¡tiene
que importarme lo que estoy pensando! Si no, todo se queda en un
experimento, por muy detallado que sea. Pero si se mezclan el
movimiento en la imagen y su relevancia para quien la imagina... ¡Por
fin estamos muy cerca de tener visiones!
Estás
un poco agitada/o, no puedo escribir así.
Venga,
para y léeme.
Un
poco.
Sh...
silencio, no hagas ruido;
sh...
estoy escribiendo,
me
estás leyendo.
Despacio...
Estoy
escuchando tu respiración,
hazlo
más despacio,
me
incomoda.
Para.
Guárdalo
dentro.
No
te muevas, tu piel roza la ropa,
me
estás volviendo loco.
No
puedo escribir,
no
te muevas.
Inmóvil.
No
puedo escribir así, de verdad.
¿Lo
haces a propósito?
Por
Dios, para
tu
estómago
¿Hace
cuánto comiste?
Oigo
tus jugos gástricos ahí dentro,
no
puedo concentrarme si no dejas de hacer eso.
Vomítalo
todo.
Vacío.
Bien.
Deja
de pensar, corta la corriente eléctrica de tu cerebro.
Esta
palabra es aislante para tus oídos:
artrosis
Es
tuya, te la doy. Sólo tuya.
Déjala
reposar
dentro
de
ti,
sí.
Quítate
los malos vicios,
individuo.
Silencio...
ahora,
tú,
escucha
el
arte
mío:
¡¡¡LA
VIRGEN MARÍA TENÍA UN TRILOBITES EN EL COÑO!!!
*
«Silencio
vertebral»
Extraña
ternura porque todos babean su existencia y se abren sin fondo como
flores inocentes Sin embargo, tardaría demasiado en acariciar el
rostro del violador, y también el rostro del gorrión, porque
ellos son inolvidables. Cualquiera no existe. Tengo en la cara una
mueca de la que moriré, y ella los atrae a todos hasta mí. Me
miran como a una moneda de otro mundo. ¿De qué se ríe?
¡Pues de la dulzura de la espuma de los cráneos! ¡Una sola
duda recorre todo mi cuerpo como los barcos que se lanzan río
abajo, atrapados por extraños colores! ¿Y cuál es, y cuál
es? Bueno, respondo, exclamando y temblando, ¿cuál es?
*
«Realismo
mágico macarra»
La
universidad bullía en el atardecer pálido, y los estudiantes
desfilaban en todas direcciones con su cansancio apresurado y
desenfadado. Tobías estaba sentado sin porvenir junto a sus colegas
y removía un montón de hojas secas con el pie mientras miraba a las
chicas pasar. Su aburrimiento no conocía límites. En un alarde de
imaginación, le dijo al que tenía al lado:
–¿Eh,
pavo, te imaginas que hay un billete aquí?– y agitó las hojas con
afán creciente.
A
lo que su compañero le contestó, sonriendo monótonamente:
–Yaes...
Pero
el billete surgió de entre las hojas, como una aparición. Veinte
euros. Los jóvenes estudiantes no daban crédito y se deshacían en
risas espasmódicas. Al cabo de unos minutos un hombre con sombrero
se les acercó y les explicó que ese era su dinero, que se le había
caído y, rogándoles que se lo devolvieran, los miró con una mueca
entre cordial y suplicante.
–¡Pero
si me lo he imaginado yo antes! –saltó Tobías sin poder
contenerse, rompiendo así el incómodo silencio.
El
hombre se ruborizó, incrédulo, y creyendo que se trataba de un
malentendido, alargó su mano sin más para coger el billete de la
mano del chico, pero los demás se interpusieron con una serie de
gritos viriles:
–¡Eh,
eh, eh! ¿Pero a ti qué te pasa? ¿Estás mal?
Entonces
el hombre no lo aguantó más, se quitó su sombrero, hundió la cara
en él y se echó a llorar como un bebé. A lo lejos revoloteaban
unos pájaros verdes y el cielo ya se estaba ensombreciendo. Tobías
se enterneció y puso una cara que debió haber visto en alguna
película. Con el billete en la mano (cogido sólo con dos dedos,
como si aún se tratara de un sueño) bajó la mirada rápidamente
mostrando turbación, y luego la levantó muy despacio. Justo cuando
iba a acercarse al hombre para devolverle los veinte euros, el hombre
los cogió de un manotazo y echó a correr.
–¡Pero
qué haces! ¡Que te lo iba a dar! –rugió Tobías, y salió
corriendo tras él. Con su experiencia de jugador de rugby, le
dio alcance en un santiamén y saltó sobre él como un felino, ante
el estupor de las universitarias que pasaban junto a ellos. ¡Menudo
porvenir os espera! murmuró
un anciano con gafas al verlos forcejeando en el suelo. El error de
Tobías fue que quiso mirar su reflejo en unas ventanas que había al
lado, porque sintió curiosidad por verse a sí mismo peleando. De
esta forma, el hombre aprovechó este instante narcisista para
escabullirse con los veinte euros todavía en su poder.
Tobías
había perdido su esperanza y, desde el suelo, contempló
apesadumbrado cómo el hombre se calaba su sombrero mientras se
perdía en la distancia. Al ver que la trifulca había terminado, sus
colegas corrieron a su encuentro y lo bombardearon con preguntas:
–¿Estás
tonto? ¿Por qué se ha ido? ¡Se fue con nuestro milagro...!
–Hijoputa,
déjame en paz.
*
«LA
CURA MORTAL»
Toda
mi especie ha sido juzgada y condenada por sus propias alucinaciones
sus
dulces edificios exiliados, ¡quiero chuparlos mientras chillan de
aburrimiento! Qué dulce esta construcción disuelta, medio puente
medio cárcel, color ninguna parte donde es alegre oler el frío y
contemplar restos de hombres nadando en odio y pan,
y
panfletos que flotan en el secreto del aire, o no, ¡espera! el cielo
es ya un panfleto en mi hipotálamo, ¿te me estás ofreciendo,
cielo? ¡ay, que me sofoco! espera, espera ¿cuánto vales? ¡jamás
lo hubiera soñado!
hermosas
culebras corren entre mis pies y debo tener cuidado de no pisarlas
si
las piso modificaré la estructura del universo y seré acusado por
las teorías de los dioses de papel, ¡sus susurros rechonchos!
amar
es pecado aquí
amar
es anarquía
si
amas debes viajar al centro del mundo para desintoxicarte: es un
hospital de diamante, otros lo llamarían antro pero están todos
muertos, ahora lo llaman revolución
¿o
me vas a decir que esto no es revolución? ¿estás diciendo que esta
mierda con sombrero no es la revolución? ¡fenomenal! ¡ahora tú
eres revolución! ¡no podrás escapar!
repite
conmigo: veneno, veneno, y así hasta llegar a la palabra libertad
En
cada esquina presiento unos genitales nunca vistos, grises y tiernos
¡viva la procreación de marfil!
¡vivan
las plagas! ¡vivan los electroletargos y todo tipo de cosas
inconexas!
Jesucristo
reparte chupa-chups por el centro de Madrid y su amor universal es
fotografiado con tranquila demencia
¡qué
equivocado he estado siempre en todo salvo en este segundo! El cielo
es ya parte de mi especie, y espera mi muerte con cortesía.
Pero
me voy de aquí, me voy de aquí, animales.
*
«Pero»
Yo era vacío
como
todo cuanto sé
Pero
tú que respiras fuego albino y te acercas
taladrando
el arcoíris en medio de mi pecho,
fundando
allí el paraíso donde cabe un enfermo
tan
sólo, o quizás dos, si se miran entre ellos,
tú
que aún derrumbada sobre mí estás lejos
en
mis adentros tus ojos cavan venas nuevas
por
las que cae el viento azul de la primavera.
Pero
mi piel nerviosa tiende hilos al cielo sin obviedades,
hilos
al blanco arriba sin claridad para la niña de hilos
que
en mis brazos grita nunca y
siete lágrimas de calcular tinieblas
le
corren rostro abajo, afilándose. Niña,
si
viene perderte después vendrá morirme
asistiendo
a las matemáticas de mi carbonización,
si
tú vieras que yo no puedo ver caminos,
si
adivinaras mi temblor sellado sin sentido...
*
«amo
patatas»
amo
patatas
ellas
son acariciadas por mí
quito
su piel con un cuchillo afilado
y
la patata aparece como un sol marrano
entran
por mis ojos, por mi nariz,
hasta
el fondo de mi ser
y
me impregno como un sabio
de
vosotras oh patatas
no
merezco que me dejéis pelaros
tubérculos
me abruma vuestra gloria
subterránea
mis
lágrimas tienen forma de patata, también
*
«Pupa»
***
mis
dedos exploran la garganta de las estrellas
iré
a hacerme daño
a
un bosque que no está en mis sueños
pero
sí muy cerca
como
el guardián de la risa, estaré solo
decapitado,
sagrado, sin fuerzas
para
rellenar páginas páginas
y
páginas con el delirio
y
restregarme contra los restos de un caballo violeta
mientras
arriba el firmamento explota
en
páginas y páginas con el delirio
sin
fuerzas, me repito
me
extingo
diseccionando
chispas como hospitales
canto
caos
respirando
grietas
en
la claridad degollada
despierto
muriendo
¡Envenenado...!
***
Te
aprietas contra el mosaico de relámpagos
te
aprietas contra la necrofilia de los tiempos
me
miras como dos gotas destructoras.
Quiero
trepar tus labios y despeñarme
aunque
caiga en el rocío maniático
en
el rocío al que se sacrifican los poetas
si
es que existen.
*
«Duermo
atado a las olas»
Por
las noches, duermo
atado
a las olas
y
cuando amanece
mis
ojos están envenenados.
Durante
la noche, sueño,
y
de día soy soñado,
y
cuando atardece
mis
ojos aburren a los astros.
*
«DESESPERACIONCITA»
enánimo
Otra
vez amanezca
como
un trasto que se escapa
de
las manos delirantes,
otra
vez
amanezcan
humanoides
temblores
de luz
aburrida
de los gritos.
¡Amanezca
tu amnesia, amanecer...!
y
de nuevo no harás nada
ante
la noria de sangre,
sólo
flotar, recordado.
A
ti, que jamás respondes
puesto
que yo te inventé,
a
ti te lo estoy diciendo:
¡eres
cruel!
*
«…»
la
sangre recorre la frente de diamante de los inválidos
y
un perro olisquea mi corazón con ojos de mendigo
*
«El
monstruo químico»
De
pronto, su hija cruza el pasillo y pasa por delante del cuarto como
una exhalación. Tiene una melena rubia de ángel, que ondea en el
aire. Fantasma de oro. Por la forma de su rostro, da la impresión de
estar siempre asustada. Él la llama con un suspiro: "Carmen...",
y al punto ella asoma la cabeza dorada por la puerta y sonríe un
poco.
-
¿Qué quieres, papá? Me estaba poniendo el pijama.
-
Ven aquí, hija, ven con tu padre... - la mirada de él lleva años
retorciéndose, pero ella jamás la había visto tan espantosamente
atrofiada. Aún así, se acerca, dando pasitos extraños hasta
sentarse al borde de la cama.
-
Carmen, ¿verdad que tú me quieres? Tú... ¿tú crees que estoy
solo?
-
Yo... cuido de ti, papá. Pero no soy nadie, así que algo solo sí
que debes estar. - la frase languidece en los labios de la joven.
-
¡No seas tan cruel conmigo...! - responde el padre, fingiendo una
repentina tristeza.
-
Pero no soy cruel, es que no voy a mentir... ya casi no sé quién
eres.
En
ese momento, el padre se transforma, el horror sepulta su rostro.
Abalanzándose hacia delante con sus escasas fuerzas, se abraza a su
hija y gimotea.
-
¡Eres libre, libre de olvidarme...! Pero estaré aquí, hija mía,
sigo aquí. No florezco, como tú, pero sigo aquí contigo... tú
tampoco estás sola... ¡Y yo también soy libre!
Entonces
las manos del padre empiezan a deslizarse debajo de la ropa de su
hija, intentando alcanzar sus pechos. Él tiene los ojos cerrados,
como fuera de sí, y por un momento Carmen no comprende la situación.
Aquella era una posibilidad tan remota que tarda en reaccionar,
mientras su padre le sigue pellizcando los pezones. De un instante a
otro surge la pesadilla. Al fin, consigue chillar "¡No!",
se aparta de un salto y deja al hombre manoseando el aire. Siente
caer sobre ella un torrente desolador y quiere salir corriendo, pero
antes debe pronunciar una última frase, un ápice de esperanza.
-
¿Estás delirando?- susurra
Pero
en el rostro de su padre no hay rabia ni vergüenza. Sólo una fría
desesperación.
-
¡Fuera, vete de aquí! ¡Vete ahora mismo!
Carmen
corre fuera del cuarto, aplasta dentro de una mochila todas las cosas
importantes y sale de la casa dando un portazo. Jura que no va a
volver. Una misma imagen podrida se repite sin cesar en su cabeza.
La
noche mojada brilla, parece un pájaro derruido: limpio, dormido,
infernal. Diluvia. Nubes negras descargan todo su contenido sobre las
calles, y ahí está corriendo Carmen, en pijama , con un cráter en
el pecho. Llora sin consuelo. Le aterra comprender. ¿Y si no hay
territorios realmente prohibidos? ¡Ojalá la piel fuera vacío! La
lluvia corre por su cara blanca, incendiándola. Su sangre es un
pordiosero entre las estrellas: no hay esperanza, lo único que
perdura es el desastre. Incluso llamamos futuro al desastre. Y lo
seguiremos llamando así.
*
«aceleración
(Mientras Vorj va al baño)»
La noche cruje incinerada de ninfas espías y aire cautivo
riguroso
aire de dioses ebriópodos el
Amor es un mamut
exprimiendo
su soledad con ojos diminutos
e
inútiles de tanta verdad habitemos cuartos-apocalipsis miopes
y
susurremos ven a mí especie humana decapitado dios femenino
que
brotas en eras de amor indeseado
conduciendo
al puerto iracundo donde yace el color sin descanso
entre
los cristales se aparea fulminado mi trance
sin
otro corazón que la ansiedad parpadeante
contempla
aterrado la caligrafía de las estrellas
que
están royendo nuestra parte invisible
desvístete
en horas de oro psicópata para nadie
con
ojos cerrados configura el atardecer inhumano
llévate
a la boca los cereales de penumbra
envejece
en canciones
comparte
esa desidia
*
«Las
sirenas flácidas»
(pero
sigue siendo trágico, no teman)
I
Aún
cuando te has ido
extrañas
nubes te guardan y me duelen
me
salí del camino persiguiéndolas
perseguido
las
nubes que te guardan pueden
destruirme
elevarme
este
es un lugar oscuro
donde
puedo llamarte música
fuera
del camino hay piel besada
y
recuerdos sin cabeza
te
llamo amor si no me oyes
creo
que no sé llamarte
II
me
nublo sin descanso
en
el bosque de maracas gigantes
en
los kilómetros de deshacerse
en
las escaleras sospechosas
sueño
con la ira de la lluvia
en
la ruina desvelada
sueño
con tus labios y mi miedo
sin
santos de aire, sueño
III
y
extrañas nubes me pesan y conducen
ante
esos frailes locos, mis latidos
ante
el monstruo dormido sobre el horizonte
mis
alas funcionan al revés
hoy
va a morir
¿quién
puede respirar en serio?
IV
la
pantera abismal
en
tus ojos
se
esconde la pantera abismal
los
días huyen
las
expediciones fracasan
no
es necesario anotar
que
la pantera abismal
está
abriendo sus fauces para comerme
*
«Casi
muero»
PRIMER
CAPÍTULO
Soy
un monstruo.
Antes
de nada, aclaremos que lo que escribo aquí es cierto. O mejor, que
esto no es escribir, sino un ritual para seguir en mis cabales, es
decir: si algo sucede, yo lo convierto en palabras al momento. Por
ejemplo: Saturno. Y parece que sigo con vida.
Como
decía, hay en mí una enérgica armonía que me arrastra hacia lo
podrido-desconocido, y bien podría yo ser de papel ahora mismo, que
no me daría cuenta. Pero esta fiebre no es positiva, nadie
aplaudiría en presencia de mi corazón, más bien huirían
espantados, ultrajados y tiesos de vértigo. Porque, digámoslo de
una vez: llevo tanta pureza conmigo que me consumo instantáneamente.
Llevo dentro de mí un sentimiento sin mesura. ¡Hace unos meses, uy!
Yo era tan insulso que podía sostenerme, en mi puré de pasos, mi
lento viaje desalmado. Pero ahora ¡ahora, ahorísima! Dichoso,
tambaleante, mi pensamiento se precipita entre la gloria y las
torturas gratuitas.
Encuentro
mi reflejo en las ventanillas de un coche. Parezco pálido y
comprensivo, lánguido y embobado, alguna violencia sublime me
amustia los ojos. La verdad es que esta vez me he vestido
penosamente, como un zarrapastroso, y podría dar pie a todo tipo de
comentarios desconfiados. Me he puesto las gafas de sol, la capucha,
llevo un martillo en el bolsillo y los sonetos de Shakespeare en el
otro. ¡Piratería!
Pero
aclaremos, sigamos aclarando un poco. Esta aventura no ha hecho más
que empezar, y aprovecharé el rato de tren para explicar un poco la
situación. ¡No querréis contemplar la locura sin saber qué hay
detrás...! Toda mi tragedia consiste en que no puedo ver a una
persona a la que quiero... Sencillamente, me ha dicho que hoy no
puede estar conmigo. ¡Por lo que sea, eso da igual! No está
dispuesta, eso es. ¿Hay en este mundo algo más normal, algo más
lógico que estar indispuesto? Además, aunque esa persona me adorase
a mí como chiflada, seguiría siendo algo natural, una simple
anécdota, nada en nuestro corazón tendría por qué encogerse,
estropearse, o qué sé yo. Digo estas cosas para eliminar toda duda:
mi pena es algo inútil y mío, escabrosamente infantil, y no tiene
otro fundamento que el de un sentimiento de magnitudes
incomprensibles, inclementes y mascullantes.
Además,
la vi antesdeayer. ¿Cómo convertir esos dos días en una obra de
sufrimiento? Seguramente estoy dudando que me quiera. Pero reconozco
que esta incertidumbre también es el hedor de mis exageraciones sin
fin. La sola idea de que se haga el frío entre nosotros, es como una
pistola apoyada sobre mi sien... Además, ningún recuerdo es tan
sincero como para hacer milagros. La memoria no puede devolverla
hasta mí, sólo restregármela y abrirme a una eternidad de
instantes maltrechos. Y añado: cuando pierdo a esta persona de
vista, me siento inevitablemente como si se hubiera muerto, y cuando
aparece de nuevo ante mis ojos, resucita. Y no es poesía ni carroña,
sino literalmente así, como lo cuento, ¿cómo no desbordarse? En
fin, no puedo arrojar más luz sobre el aspecto que mi pobre
corazoncito agitado debe ofrecer ahora, no puedo hacerlo sin ponerme
muy en peligro. Aunque lo cierto es que ahora que estoy escribiendo
sobre ella, se me hacen mucho más llevaderos esos paisajes cretinos
de mi mente, porque es como si la estuviera invocando. La persona en
cuestión no lo sabrá, pero paso bastante tiempo imitando su
presencia a través de poemas, relatos, y cuentecitos memos y
maravillosos.
El
tren se detiene. Me bajo en la puerta del Sol, encuentro que la
ciudad transcurre bajo un gris que casi llueve. Camino un poco hacia
todas partes, hasta que me encuentro con una tienda de ALIMENTACION.
Los chinos. Alargo la mano dentro del aparato hacedor de frío, saco
dos botellas de cerveza con tequila y se las entrego a la dependienta
junto con un billete azul. La respuesta es una mirada sin raíces y
un aletargado "gracias". Adiós, adiós, hermosa
jovencilla de otro mundo. ¡Hasta la próxima, mi hermana!
Mis
pasos me llevan hasta el templo de Deboth. Es un parque encantador en
las alturas, con mucha hierba y reliquias egipcias. Me asomo al
borde, el abismo de hormigón se estira a mis pies. Le suplico a las
nubes que descarguen su cólera, sobre mí también, ¡matadnos, que
no es mal momento! Vuelvo la vista hacia el camino y sus sombras. De
algún modo, me asusta que todos los paseantes estén sonriendo, es
como si les faltara una parte del cuerpo.
Bebo.
Bebo, bebo, bebo, sencillo desastre. Oigo una música que debe venir
del reino de las ruinas.
El
móvil vibra en mi pantalón. ¡Es la persona! Parece que está
levemente en apuros, tiene que escribir un trabajo en un idioma
extraño y muy poco romántico... La ayudo. Ha escrito algo doloroso,
se ha tapado los oídos justo cuando iba a hablar la muda Esperanza.
Cuando termino, conduzco sin querer la conversación a la idea de
vernos, vernos, vernos. Otra vez queda claro que no puede o no
quiere, y habría que estar ciego para no comprenderlo. No importa,
no importa, ha empezado a llover a mares.
Según
oigo los truenos, me acuerdo de que mi madre ha hecho sopa de pescado
para cenar. Si me doy prisa, podré volver a casa a tiempo para
tomarla, tan calentita y naranja. Me precipito calles abajo,
corriendo, estoy fuera de mí, estampo el paragüas contra el capó
de un coche. La intensa lluvia reúne a las personas en grupos, se
resguardan en los soportales, algunos hacen fotos. Largos goterones
caen sobre mí mientras corro sin detenerme por nada, resbalando,
riendo y llorando. Del cielo vienen unas luces extrañas, blancas y
repentinas, y sólo cuando levanto la vista me percato. Allí hay un
rayo que no me ha destruído, ¿por qué?
Alcanzo
el tren en el momento justo en el que se cierran las puertas. Escribo
esto empapando el papel. He dormido durante el viaje. Desperté en el
momento justo en el que se abrían las puertas de mi pueblo. Magia.
¡Magia, estoy en casa para tomar la sopa! Una araña me ha picado en
el cuello, y me gusta la colina roja que ha dejado, la palpo, me hace
cosquillas. La persona acude a mi mente con constancia, pero no es
cuestión de detallarlo de esa forma.
En
la cena. La sopa es deliciosa, hecha humo, se desliza garganta abajo
con amor. El telediario habla de un coche que se ha "precipitado
al vacío", matando a sus pasajeros.
Mi
hermano
-Je,
he, he
Mi
padre:
-Pero
hombre, ¿quién les manda precipitarse al vacío?
Mi
hermano
-Je,
he, he
Yo:
-¡Sí,
sí, JAJAJ! ¡Espera, vamos a hacer otra broma, se me ocurre otra
broma estupenda sobre estos hombres muertos!
Miradas
quedas, extrañamiento. No sé convivir en sociedad.
Me
voy al ordenador. Tecleo todo esto, ahora son las 23: 18 y la
aventura no ha hecho más que comenzar. Salgo de nuevo para Madrid,
en tren, La noche tiene un comportamiento distinto al habitual, está
abierta a atrocidades. Salgo ya, salgo ya, con mi cuaderno. Seguiré
escribiendo. Echo muchísimo de menos a la persona. Precaución
debería ser la última palabra de este capítulo. Precaución.
CAPÍTULO
2
Estoy
lleno de frío y arrepentimiento... ¡Era broma, era broma! El tren
tiembla a toda velocidad y cierro los ojos para notar mejor cómo voy
cambiando de lugar en el universo. Antes de subir aquí, ha habido
dos ceremonias sorprendentes. ¡magia, magia!
Al
comprar un red bull, el chino de mi barrio me ha preguntado: "¿a
trabajar, ah?", y le he mentido "¡sí, sí!", con una
risa desproporcionada. Ya salía por la puerta de la tienda cuando él
ha murmurado -como hacen los chinos, que murmuran selvas- "Espera,
espera. Toma, es un regalo", y en sus manos estaba el dinero con
el que le pagué, además de otro red bull. Su cara contenía esa
evasión ancestral, sabiduría apenada, determinación abstraída de
los buenos hombres que habitan el mal. Me quemaba, estaba a punto de
llorar. Aquel era un acto de justicia, meditado durante horribles
milenios. Cogí su regalo, estremecido, balbuceé "gracias,
muchísimas gracias". No me atreví a decir que era mentira, que
no iba a trabajar. Salí corriendo.
Justo
antes de entrar en la estación, me cruzo casualmente con una mujer
que me es oscura e inolvidable. Había sido mi maestra de guardería.
Reconozco su piel, esos pellejos marrones. Por un segundo, nuestras
miradas se adentraron la una en la otra, y recordé lo que jamás hay
que recordar. No lo haré. La tinta es incapaz. Sólo la insinuación
es pánico, ya me estruja...
¡La
persona, la persona de espuma, ahora probablemente esté durmiendo!
La
lluvia es fina ahora. Apacible. Pero estoy cansado. ¿Por qué el
dolor es real? Tirado en la acera, boca arriba, miro el cielo negro,
gris y naranja, hecho de diminutos pinchazos.¿Columpiarse en
paranoia, éxtasis y ácido?
"Antes
de que el sueño (o el terror) tejiera
mitologías
y cosmogonías,
antes
de que el tiempo se acuñara en días,
el
mar, el siempre mar, ya estaba y era.
¿Quién es el mar? ¿Quién es aquel violento
y
antiguo ser que roe los pilares
de
la tierra y es uno y muchos mares
y
abismo y resplandor y azar y viento?
Quien lo mira lo ve por vez primera
siempre.
Con el asombro que las cosas
elementales
dejan, las hermosas
tardes, la luna, el fuego de una hoguera.
¿Quién
es el mar, quién soy? Lo sabré el día
ulterior
que sucede a la agonía"
JLB
Inconsciencia.
¿Qué me devolvió a casa? Estoy tirado sobre la cama, y amanece. No
recuerdo nada, sólo voces hermosas. No puedo dormir en una cama
roja.
*
«El
verdadero camino a la salvación eterna»
Voy
a explicar de una vez por todas (y déjenme en paz) el Verdadero
Camino a la Salvación Eterna. ¿Por qué nadie en la Historia ha
podido hacer Bien este sencillísimo trabajito? Los pensadores,
profetas y revolucionarios que figuran en las bibliotecas no han sido
para la mente humana más que camioneros sucios y arrogantes, de esas
personas que miran con desdén o luz de pacotilla todo lo que les
rodea, y mientras tanto siguen adelante con toda la absurda
fabricación de geometrías existenciales. Bueno, bueno, ya que
insisten los milenios destrozados, daré la respuesta.
Así
es. Ya está.
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