*
«Pussy»
Me
gusta que me atrape un paisaje frío de colinas azules sin caminos.
Allí encontré a un paseante, y ambos guardábamos silencio. Nos
miramos a los ojos al cruzarnos. El honesto y fiero campo, pensé.
Unos minutos después, alguien me toca el hombro, me vuelvo, y es él.
–¿Lo
he hecho bien? –me pregunta, suplicante.
–¿El
qué?
–¡Ignorarte!
¿Ha sido creíble? Es decir, yo quería pasar de largo como
si...
–Espera,
espera. ¿Qué te ocurre? Habla con calma, por favor.
–¡Nada,
nada, ya no te diré nada! ¡Ahora eres
un hombre! –dijo, con cara de horror.
–¡Eso
es injusto! ¡No sé de dónde lo has sacado!
–¡Tu
mamá, tu mamá sí que sabe!
–¡Eh,
eh! ¿Qué insinúas?
–No
lo sé, de verdad que no lo sé, ¿por qué consientes todo esto?
–preguntó con expresión de mártir amargo
Y
me marché. Exactamente, no iba a consentir que me tomaran el pelo en
medio de mi paseo romántico. Al cabo de un rato, me encontré con un
campesino que iba cantando extrañamente. Le seguía un perro. Yo les
seguí a los dos para acabar de oír aquellas palabras fantásticas.
Tú
me sigues, perro negro,
porque
te doy tu comida,
yo
estoy siguiendo el camino
porque
al fondo está mi vida.
¿Y
qué es lo que diferencia
tu
inconsciencia de la mía?
Los
caminos sin futuro
encienden
un caos de hogares,
y
allí voy yo: a mi fuego,
junto
a mi esposa que arde.
¿Verdad,
perrito, que el día
duele
y a la vez es aire?
El
futuro no me asusta
porque
estoy enamorado
de
una piedra que sonríe.
¿Y
por qué me aterra el canto
de
las muchachitas libres?
¿Soy
yo mi miedo rezando?
Camino
porque no admito
que
siempre he estado perdido,
pero
ahora que voy cantando
con
esta voz que no es mía
puedo
verme el corazón
dudando
entre las costillas:
¿moriré
sobre mis pasos?
¡Es
tan inmenso el adiós
que
me dedican las horas!
¡Es
tan frío decir "Sol"!
¡Tengo
tanto miedo ahora!
Ya
voy viendo que el amor
no
es la paz enterradora
que
sin cesar me dolió.
¡Es
tan fácil renacer
cubierto
de pesadillas!
Pero
recuerdo otro tiempo...
una
joven me quería
en
los instantes heridos,
sobre
una tierra que aún brilla.
¡Eso
sí, eso fue amor,
oh,
perrito, eso fue vida,
y
no esta enferma familia
a
la que, sin alma, voy!
El
campesino se había detenido en seco a mitad de la canción. Mantenía
ese último "voooooy" y temblaba tanto que parecía estar
bailando levemente. Al instante supe que estaba en presencia un
exorcismo. Me alejé dando tumbos, con los ojos aún llameantes.
El
camino estaba resultando revelador, pero no sé muy bien de qué.
Seguí avanzando, y en seguida me empecé a encontrar en mitad de una
conversación conmigo mismo.
–¿Por
qué no te suicidas, colega? Tú tienes madera de suicida, te lo digo
yo, eres dulce y oscuro como esa música arabesca que se escurre
sigilosamente calle abajo y termina causando derramamientos de
sangre. ¿No sería una pureza irresponsable y espectacular?
¿Estimulante? ¿Hidratante? ¿Eh? Pero... tengo muchas cosas que
hacer aún. Necesito cambiar este mundo para mejor, por lo menos
provocar bondad... ¡pero no adorando astillas, como hasta ahora!
Espera. Usted no comprende la naturaleza de mi problema. Todos los
infartos están simplificados. Todas las palizas son utópicas. Es
lógico temer a la locura cuando las paredes tienen rostros
incrustados, y encima todo el mundo llama a eso casa...
Todos los amaneceres curiosean por entre mis vísceras y demás
húmedos circuitos. ¡Es verdad! ¿Hay algo que pueda hacerse sin
recurrir al caos, sin construir un inframundo? ¡Ojalá pudiera
amanecer en los intestinos! Echo de menos ser ese niño al que
destrozaron. ¿Entonces, por qué no te suicidas, camarada? No sé,
no sé. Por otra parte, el querer me agita tan hermosamente y fin...
La tempestad. ¿Por qué me agita tantísimo? ¡No me suicido por
muchas razones que se derrumban!
Pero
qué extraño es este páramo azul.
¡Quizás
somos este páramo azul!
¡Dioses
en este azul frío cariñoso!
¿Cuál
será la próxima criatura?
Es
invierno, no me arrepiento de respirar. Mi respiración es vapor
eufórico que sube retorciendo un blanco engullido. Sigo dando pasos,
larvas que me aproximan al cielo. ¡Oh! Me cruzo con un ser que
levanta un cartel de madera. El cartel reza:
BUSCO
A UNA NIÑA QUE SE AGARRA A UN ÁRBOL MUERTO Y LLORA DESCONSOLADA,
LLEVA UN VESTIDO VERDE CON BORDADOS AMARILLOS, CANTA COMO LOS ÁNGELES
Y SI LA HACES REÍR DESAPARECERÁ. SOY SU DIOS.
Me
extraña que el ser con aspecto de barco (no lo intentaré, es
indescriptible) no la vea. Curiosamente, esa misma jovencita está
justo detrás de él. ¡Se está alejando de ella! Chillo: "¡Oiga,
que está ahí, a su espalda!", pero la cosa balbucea
crípticamente: "Detrás de mí no hay amor...", y sigue
adelante, levantando aún más el cartel.
Como
bien dice la inscripción, la niña del vestido verde se aferra un
tronco seco y lo cubre de lágrimas. Su pecho y sus hombros se
sacuden con violencia, en las convulsiones del llanto. Me acerco a
ella y los lamentos se detienen en seco. Su cara mojada e hinchada se
vuelve hacia mí con leve sonrisa. Suspira.
–Son
30 euros la hora.
Salgo
corriendo, ella ríe, plateada y minusválida.
El
camino cruje bajo mis pies. La niña puta queda lejos. A lo lejos se
escucha una música que me inclina, me obliga a mirar dentro de un
pozo de rojos famélicos. Camino, camino, paso, paso. ¡Oh! ¿Será
posible? Unos ancianos están sentados en el suelo, cogidos de la
mano. A veces se miran fijamente. El hombre parece a punto de decir
algo inmenso.
–¡Te...
te quiero!
–¿En
qué te basas?
–¡En
el suelo!
–¡Estás
errado!
–Te
quiero...
–Pues
que sepas que ¡yo a ti también!
–¿Sí?
¡Oh, soy feliz! Pero... ¿y mañana?
–Mañana,
quién sabe... ¿No tienes nada mejor que mañana?
–Sí.
El mar.
Algo
empieza a retumbar a lo lejos, y los estruendos me impiden seguir la
conversación. Son ensordecedores, atragantados, sofocados y
musicales, parece que un dios hace gárgaras, hasta que lo veo. Una
ola inmensa se eleva por encima de la línea horizonte. Es negra, es
el mar entero que viene a nuestro encuentro. ¡Ya llega! No
desesperar. Esta ola es hermana de otra que se tragó a mucha gente a
la que yo quería. La saludo.
–¡Hola,
ola...!
–¡SOY
LA FATALIDAD, SOY INTRANSIGENTE, NO ME SALUDES!
–Si
me vas a abrazar igual...
*
«Improvisación»
mi
cita con la muerte es: "no será tarde"
vértigo
enterrado en luz, vértigo de Luna que esta ahí, descalza y sin
embargo despierta en tus ojos -péndulo-obstáculos de aire, tus
ojos donde hierve el polvo, firmamentos de polvo sólo revelados
por rayos suspensivos...
sobre
las nubes y las frías montañas hay un abismo que llaman
caminar sin ti
sobrevivir
con una lámpara entre los dedos,
es
complicado reir con una lámpara entre los dedos,
es
tan difícil sobrereír con una lámpara entre los de...
Y
si esta frase no acabase nunc....
Y
si yo me...
...
(RUIDITO)
Cuando
estás conmigo
no
puedo encontrarme
en
los ataúdes-calendarios de mi sed vacía como la Luna,
ni
en las cunas cadáveres
que
el silencio pierde:
morituri
te salutant.
Ya
no viviré ciego bajo un cielo de leche,
diciendo: quién
es este niño
de quién es esta sangre.
de quién es esta sangre.
Tranquilo....
cálzate la lluvia. Te llevan tanta ventaja aquellos que se agarran
(dicen es mi vida,
es tu vida,
y ya todo se arregla con esos determinantes pero la vida no es de
nadie, no existe el valor de hacerla nuestra, sólo puedes dejarla
ahí tirada, en un lecho de hojas despiertas), a ciertas cosas....
TRANQUILO,
no llores junto a la cuchara. No dejes que eso ocurra de nuevo...
momentos despiadados....
Eleva
un grito hacia el sol virgen que ya se asoma, es el ALBA (ese animal
desgraciado que llora el negro habitar de la noche en su cuerpo
roto................roto...................en dos mil soles diminutos
que se masturbaban por ley).
Hay
distancias que hipotecan mi alma. Las guías telefónicas. Hay puntos
suspensivos que llevan del nombre... al número. Los cubiertos (con
los que puedes agarrar cosas muertas sin tener que tocarlas. A veces
es complicado y contradictorio, porque esas cosas están muy tristes
y se mueven un poco, arrugan la barbilla y lloriquean),y hay otra
distancia horrible que me lleva hasta mi yo de mañana, y otra
horrible distancia que me arrastra hasta mi yo de ayer. Mis días son
como un bichito que muere en cuanto lo rozas.
Me
derrumbo con músicas que están de acuerdo con la destrucción,
todos nos damos cordialmente la mano y entramos en tropel a la sala
siguiente, de la que no habremos de regresar jamás.
Algo
así como eso peludo que debería ser tu alma, por lo menos, se
sumerge en tachones que cargan con el murmullo: "...morituri te
salutant...", nadie, nada, nunca, no. El cielo se muere.
Yo
no puedo más, continuamente. Es incierto, son complicadas las
influencias nauseabundas.
Es
tan misterioso el país de lágrimas…
A.
DE SAINT EXUPÉRI
El
Principito
Mis
ojos son el resto de las salamandras
en
un día
tenue
abierto sobre ti Inexistente
en
un día
Octubre
y la nieve venía
Suerte
de filosofía muerta en el espejo
un
gran contrabajo se quedaba junto a mí
se
quejaba
vertido
Desde sus profundidades
inminentes
olas como chozas
árticas
inventadas por el viento
y
mis ojos viven y vienen Suerte de
mustio
intento de rasgo
incauto
vertido Desde sus horizontes
como
Algos que hay que sobrevivir
lejos
y
queda el resto de los peces en la playa
distorsión
bendita
vendida
sobre todas las murallas
que
me apocan Hacia
el
juego de las inexactitudes
el
juego de lo inservible
Hacia
tus ojos cucarachas de hielo
lo
único que no existe
aún
el
líquido incógnito de la muerte
por
qué
no
vienes
es
tarde...
¡amanece
tarde!
amor
séptico
pero
la siempre decepción de los árboles
que
se derriten sobre el camino tensado
(la
página dos)
(la
página dos)
LA
QUINTA TROMPETA:
escorpiones
de viento anidan en mis ojos
la
muerte huye de mí
y
tú
vienes...
*
«Anoche»
Ayer
pasé una noche muy entretenida. Había comprado cerveza, y la Luna
brillaba tanto que el cielo parecía gris. No quiero confundir al
lector: no había nada de glorioso en mí anoche. Me metí en un
parque sin farolas, y desde alguna parte de la oscuridad un perro
empezó a ladrarme, extrañado de mi presencia. No se atrevía a
acercarse ni a alejarse. Yo apenas podía verlo, a lo lejos, era una
sombra sin dueño. Al final silbé muy alto y vino, me lamió la mano
un buen rato, se tranquilizó y se quedó conmigo.
Más
tarde empecé a reparar en la Luna, que relucía de una forma
dolorosa, tan arriba. Mis ojos, como atrapados en una fosa, no podían
apartarse de ella, y empecé a llorar sin saber muy bien por qué.
Aunque miento: el llanto no era desconocido. Había bebido rápido, y
el cielo se tambaleaba delante de mí, con todas sus nubes como
jirones de ropa de hospital, yo balbuceaba el principio de alguna
canción inventada... ¡Qué fácil sería burlarse de mí ahora! Yo
mismo lo hago, e incluso creo que he nacido para ello, pero en ese
momento, extasiado como estaba, ni un paraíso hubiera servido para
detenerme. Me eché a llorar porque nunca volvería a ver a mi
abuelo, porque estaba enamorado y también porque mis padres habían
discutido esa mañana. Y en el edificio de enfrente las ventanas
orquestaban una inconsciencia parpadeante y azul. El perro me
observaba con interés borracho, y tenía un oasis en cada ojo.
En
ese momento me levanté como si hubiera decidido algo. Dislocado como
estaba mi espíritu, me acordé de Kafka. Sentí que esa noche yo
debía generar alguna situación hermosa o inquietante en el mundo.
En realidad, me dije, yo no quiero ser escritor. Quiero ser profeta.
Me encaminé hacia esa calle de mi pueblo donde se concentran los que
se divierten. El perro todavía me seguía. El griterío se oía
desde muy lejos. Yo tengo un martillo muy poderoso, que llevo conmigo
siempre que salgo por las noches, porque me conozco. Lo agarré por
el mango de goma negra y empecé a golpear los coches a mi paso.
Rompí algunos cristales, y desencajé algunos retrovisores. Cinco o
seis alarmas ya sonaban con estridencia, y sofocaban el grito de
aquella calle a la que me dirigía. El perró huyó dando ladridos de
protesta. Guardé el martillo, y vigilé. La policía no iba a tardar
mucho.
Una
vez en la calle, el escenario era el habitual: algunos sujetos
desperdigados por un suelo manchado de vómito, y otros, los más,
reunidos en grupos, celebrando o simplemente exclamando cualquier
cosa. ¿Se reúnen para celebrar, o celebran para reunirse? El caso
es que uno de estos individuos que estaba tendido sobre su propio
vómito me llamó la atención. Parecía estar meditando, tenía el
ceño fruncido y la mirada perdida. Parecía ya mayor, con una larga
barba blanca, y vestía ropas extrañas, como una toga blanca con
bordados dorados. Supuse que venía de una fiesta de disfraces. Me
senté junto a él, aspiré una bocanada de aire hediondo y le
pregunté.
-
Qué, ¿noche dura, verdad?
-
¡Qué va, qué va! Es mi noche.
-
Jaja, sí, sí...
-
¡No, no! De verdad. Todo esto sucede gracias a mí.
-
¿Y cómo es eso? -repliqué, ahora extrañado
-
Bueno, aunque no lo creas, tienes ante ti al creador del universo.
-
Uf, eso no lo pueden decir todos. Y... ¿qué te trae por aquí?
-
¡Je, je, je! tienes sentido del humor. Bueno, ¿y dónde esperabas
encontrarme? Yo no veo ningún otro templo cerca- señaló la
discoteca llamada "Anubis" - Como me dijo un señorito
sabio y afligido, "es suicida no entrar en el templo"...
-
Oh, ya veo, creo que conozco a ese hombre... pero oye, ¿y qué hay
de los templos en ruinas?
-
Las ruinas también son un templo. Por eso estoy aquí.
Entonces
me enfadé, y le dije delicadamente "bueno... adiós, criminal"
Por muy importante que fuera, me pareció un incompetente, un
trilero. Mientras yo me alejaba, él cantaba una canción en inglés:
there
is a bridge in the sky
full
of gold, full of death
and
this is past
there
is an eye in the sky
white
and bright
this
is last night...
De
vuelta a casa, vi dos patrullas de policía en la calle donde había
hecho ese destrozo. Las alarmas habían dejado de sonar. Mantuve la
mirada de los hombres uniformados, lo hice con una sonrisa boba e
ingenua. Uno de ellos se acercó a mí y me pidió que abriera la
mochila. Con parsimonia, abrí la cremallera, saqué un libro de
Dostoievski y se lo planté en las narices.
-
Es todo lo que llevo. Crimen y castigo. Dostoievsky
-
Oh, ¡SÍ! Yo leí hace poco uno, los juegos del hambre... -me
contestó el policía, un poco aturullado.
Yo
ya estaba dando pasitos para alejarme, y el hombre murmuró, "buenas
noches..."
*
«…»
Quejarse
es esperar. Esta noche, sucio, puro, me harté de mi desgracia
reluciente. Por fin la vacilación desaparece. Teorías, morid, sé
decir una frase entera. E incluso dos: Te amo. Me desmorono. ¿Qué
es esta pregunta?
Niño
Curiosidad
Muerte
Abuchean
o admiran al ahorcado. Nadie le saluda, ni le da los buenos días.
Tienes
miedo sólo cuando dejas de tenerlo. Menos mal que a veces la música
nos convierte en presos escuchando música.
*
«SUSURRÓMETRO»
¡Dioses, os invoco a todos, impostores, amigos míos, vosotros inmortales que poseéis algo, y sobre todo a ti, la simpática muerte... mi reina, mi aspiradora!
Santiago
Gutiérrez
"Adiós
mundo croac"
I
En
esta tumba sólo quedo yo
todos
los demás huyeron
al
ver que había esperanza.
II
¡Qué
fácil es imitar a los planetas! tan solos y cobardes hijos del
eco...
qué
difícil es decir amor, como sí hacen en secreto las tuercas
mitológicas de mi alma...
III
¿Todavía
soy una pesadilla?
las
sombras y sus víctimas se están mezclando en la noche
el
viento dice "no me quiero morir"
y
todas las locuras parecen ocupadas
por
eso nace otra
se
parece a mi nombre.
IVIVIVIVIVIVIVIVIVIVIVO
*
«…»
En
estas noches largas
creadas
por un ciego
mis
ojos se disuelven
y
te ven: estás riendo
descalza
en el infierno
de
las flores.
nacimiento
remoto
música
de muerte
el
olvido te escupe
de
regreso a la tierra
más
extraña de todas
el
polvo se reúne
en
otro corazón
desconocido
*
«Érase
una vez una pesadilla»
Desperté
cubierto de sudor y agitando los brazos entre las mantas, como
queriendo alejar a una visión asquerosa. Había tenido una
pesadilla, aunque en realidad sólo era la utopía de las moscas.
Precisamente, estaba soñando que las moscas tenían sentimientos y
esperanzas... En concreto una de ellas, la más visionaria, pensaba
en cómo sería su mundo ideal, y desafortunadamente mi sueño se
introdujo en el pensamiento del insecto... Jamás pude imaginar lo
terrorífico que puede ser el paraíso de otros.
Desperté
desolado y sin rastro de sueños, aburriendo a Dios. Después del
desayuno, me acicalé y quise salir a trabajar. Como no recordaba
cuál era mi trabajo en este desastroso mundo, seguí a todos los
demás y al final fui a parar delante de un enorme edificio gris, con
aires de hastío imperial. Me puse a la cola. Cuando llegó mi turno,
me subieron a una cinta transportadora, y entonces empecé a oír los
gritos. Al fondo de la cinta brillaban unas cuchillas afiladas.
Desperté
a su lado en mitad de la noche, respirando aceleradamente. Ella abría
los ojos, despertándose a la vez que yo, y me abrazaba mientras yo
recordaba mi pesadilla. La ventana tenía dientes; era una ventana
carnívora. En el sueño me sentía suicida, así que me asomaba a
ella y comprobaba con espanto cómo el universo entero era un péndulo
con aspecto de matadero. Pero era difícil tener esa lección
presente ahora que regresaba junto a ella. Parecía como envuelta en
cielos sin salida: con los ojos entrecerrados, se revolvía,
¡murmuraba música! y yo, sin darme cuenta, quise caer. Estaba
empezando el invierno, también noté eso: el contacto de las pieles
era estremecedor...
Desperté,
o quizás no, aún no puedo saberlo. Escribir en este supuesto papel
me ayuda a no perder el juicio: ahora mismo el demonio se ha
escondido en mi armario. No me molestan sus cuernos, su cola, o esos
ojos veloces y desorbitados. Lo verdaderamente horrible es que tiene
whatsapp, twitter, facebook, instagram... Mi móvil lleva horas
repiqueteando, continuamente, informándome de toda esa extraña vida
suya dentro de mi armario. Lo tengo guardado como "Princinieblas",
porque "El príncipe de las tinieblas" no cabía. Quiero
despertar. Ayúdenme, seres de fuera.
Desperté,
pero me di cuenta de que no duermo nunca, porque ¿y si soy letargo
compuesto por multitud de espasmos incontrolables, algo así como un
reloj de sueños? ¿Cicatrices que deja un sueño? Me he fijado en
que los relojes de la Renfe no marcan los segundos, sino que las
agujas fluyen sin detenerse nunca: así debe ser. ¿Qué es eso de
que el tiempo late, respira, tiene ritmo? ¡Ni una sola manía tiene
el tiempo! No hace más que pasar, y pasar, e ir descartándonos a
todos: tú no, tú tampoco, tú ni hablar... Pero yo también lo
descarto a él, aunque no sé cómo: ¡que se vaya a paseo! Ojalá no
lo necesitara nunca. Soñar es mejor, a pesar de las pesadillas.
*
«Noche
sin viajes ni fin»
Antes
de nacer, fluía por las venas de algún dios. Ahora él se ha
desnucado y soy el charco oscuro deslizándose en todas direcciones
desde su herida.
Confieso
que pisan un rostro sin esperanza, que un recién nacido sin ojos
flota río abajo. Han atado a esa mujer para enterrar en ella su alma
podrida. Confieso que mi inmenso hogar sólo es un colador, destino
de los males, un ángel sobre el que orinan las leyes de la
naturaleza. "No existe hogar verdadero."
(No
puedo soportarlo. ¿Por qué sí puedo?)
Los
días significan ceguera como el petróleo fluye trazando muerte sin
caminos. Sigo sintiendo un campo abierto salpicado de supersticiosos
ejércitos. Hablemos, pero estoy sangrando y estoy irrespirable como
un claro en el bosque de lunas.
Al
caer sobre la arena, la lágrima deja un nuevo vacío, huella de
embestidas remotas e incontrolables. Puesto que nació, recorrerá el
humo miles de veces. Aniquilación enfrascada en palacios. A lo lejos
las nubes están decretando mi próximo pensamiento.
Que brilla
inevitable.
No tiene fin el alba que me inunda. Tu nombre podría ser mi nada. Un
rostro acechado por la primavera. No te estoy rezando, pero sí temo
que desaparezcas.
Weltschmerz
Mueren
en sus puestos
los
momentos suicidados
unos
sobre otros
despeñándose
los
unos a los otros
despellejándose.
Dios
terriblemente optimista
Dios
ciego autosuficiente,
solo
en
presencia de la vida
solo
en
ausencia de la muerte
dentelladas
de ángel al fuego falso
bibliotecas
hundidas de mierda
realidad
desnutrida
carencia
de vientos.
Consciencia
Extirpé
el abismo a un cascabel
su
abismo alegre y tintineante
calla
ahora en mis manos
muerta
desnudez frente al espejo
horrible
silencio de ojos
que
perfora la noche
y
la locura parece viable
cuando
todo es exorcismo, prostitución
ahuecarse
y venderse
caer
en ombligos
ser
impostor en tu cuerpo
glaciación
de destinos
dispensador
de abismos
ser
inútil, al fin,
yo
y mi sobresalto
discapacitado.
Vuelito
Ojos
negros y pequeños
como
antiestrellas
ojos
de odio y tiempo
supuran
el telón raído
de
un teatro infinito.
Engullo
exhalaciones pútridas,
engullo
todo lo que esta asquerosa
ciudad
me
escupe
engullo
el puré frío de la noche,
en
tus ojos cálidos de cristal.
Fácilmente
caerá la sombra animal
sobre
los enfermos de la vida,
caerá
como un beso que retumba,
pero
qué es vivir sino no necesitar
razones:
en
cuanto comprendes
que
faltan todas
te
derrumbas.
Abuelito
Ancianos
labio sobre labio,
arruga
sobre arruga,
los
diluvios aislados abuchean en sus oídos
¿seremos
viejos malgastados a orillas del camino?
La
afonía me devora,
los
monstruos fermentan en mi cabeza.
Quiero
ser desterrado
quiero
desterrarme.
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